Trampas en solitario
Los contrarios al proceso de soberanía parece que respiran aliviados esta semana. Por razones económicas, han puesto a Artur Mas bajo los pies y ahora, levantando sólo ligeramente la presión, parece que le obligan a negociar. Y digo parece porque por parte del Estado sólo ha habido promesas de flexibilización del déficit. Alguien se piensa que, incluso si se llegan a concretar, ¿será debido a un ataque de magnanimidad?
Al contrario el PP sabe que si termina poniendo en quiebra Catalunya y Valencia –que representan más de la tercera parte del PIB y de la exportación–, el eje mediterráneo se lleva España por delante.
Movimientos tácticos que no entran a fondo en ninguno de los problemas estructurales que han convertido en irreversible el alejamiento catalán y que han construido un modelo de Estado que sólo es eficiente como estructura de poder y de confiscación económica al servicio de una casta.
Primer problema estructural. La crudeza de la crisis de financiación y la laminación de las capacidades de autogobierno acumuladas a lo largo del tiempo y aceleradas tras la sentencia del TC y la llegada del PP al poder muestran progresivamente a los ojos de muchos ciudadanos catalanes que hemos vivido bajo un atrezzo autonómico, un escenario de cartón piedra. Detrás sólo había una cierta libertad de sobregasto en época de vacas gordas o recurriendo al endeudamiento.
Un escenario donde cada vez más la Generalitat se convierte en una institución tenedora de simples políticas ejecutivas. Y muchas veces sin derecho a determinar ni las formas de la ejecución. Las competencias exclusivas y las compartidas que figuraban en el estatuto, de hecho, han sido liquidadas por la sentencia del TC y la práctica diaria de todos los ministerios de Madrid.
Segundo problema estructural. Acaba de salir publicado Madrid es una isla de Óscar Pazos (Libros del Lince). La síntesis del libro, de lectura obligatoria, es que desde que Felipe II trasladó a Madrid la capital, esta ciudad ha ido acumulando poder político, económico y de todo tipo, a costa de las regiones circundantes. Sobre todo, con unos enormes costes para los ciudadanos de la península entera.
En Madrid se ha ido creando la ideología y la casta militar y funcionarial que ha permitido que la capital absorbiera, en beneficio propio, una concentración de dinero e influencia ilimitada. El resultado de esta ciudad centrípeta en un Estado centrífugo no puede ser más perjudicial para los ciudadanos.
La democracia y el ingreso en la Unión Europea, no han interrumpido, sino que han radicalizado este proceso. Madrid y su casta se presenta como el principal obstáculo para una España eficiente, competitiva, democrática.
En paralelo me llega a las manos un trabajo publicado hace unos meses en Italia por SVIMEZ: 150 Años de estadísticas italianas: Norte y Sur 1861-2011. De acuerdo con este libro se demuestra la gran mentira de la unificación italiana. A diferencia de España, donde desde un capital artificial se crea un aparato burocrático para controlar las zonas productivas y marítimas de la península en detrimento de todo lo demás, en Italia la alianza de la alta burguesía del norte con el aristocracia romana unifica un mercado a favor del norte y concentra la burocracia en Roma.
El norte pierde fiscalmente con déficit, pero paradójicamente el gran perdedor es el sur. La Universidad de Catanzaro muestra en cifras como antes de la unificación no había diferencias en el PIB y la capacidad de crear riqueza en los estados pre-unificación. Es después de la unificación que el PIB llega a diferenciarse hasta una horquilla del 50% y el 60% entre Centro-Norte y el Sur.
En 1861, la población activa que se dedica a la fabricación en el Sur es de un 22,8%, más alta respecto del 15,5 % del Centro-Norte. 150 años después, el Sur tiene un paro crónico brutal y ha perdido la mayoría de industria productiva. Por ello detrás ha seguido el poder financiero.
Y es a partir de la unificación que un fenómeno de origen medieval y clanista como la mafia se convierte en un contrapoder delictivo que gestiona las redes clientelares y la economía negra en un territorio al que la unificación ha transformado. De ser un ámbito autocentrado y autodeterminado se ha conevrtido en uno de heterodeterminado y dependiente, donde la mafia actúa de interlocutor con el poder económico del norte y el burocrático del Estado. Y a la vez, es protectora y repartidora de favores a los clientes, donde han desaparecido los ciudadanos. Y esto no lo arregla ni Bersani, ni Berlusconi, ni Griglio.
En España tampoco lo arreglan las tres erres: ni Rajoy, ni Rubalcaba ni Rosa Díez. Mientras algunos opinadores y políticos antisobiranistas piensan que han ganado una batalla, no están dando ninguna alternativa para que los ciudadanos de todo el Estado, no sólo los catalanes, no pierdan la guerra.