¿Traición, cárcel o elecciones?
El independentismo se parte en dos mitades a la luz de las diferencias irreconciliables entre 'Puigdemontistas' y republicanos
José María Aznar, tan de moda tras su paso por el Congreso donde arrolló dialécticamente a Gabriel Rufián y Pablo Iglesias, y adonde prometió volver porque se lo pasó muy bien (sic), en una ocasión anterior también en la Carrera de San Jerónimo, había dicho que antes se partiría Cataluña que España.
Su predicción fue realmente certera. Primero el independentismo partió a Cataluña en dos y luego se partió a sí mismo en otras dos mitades.
Las diferencias irreconciliables entre indepes eran conocidas y unos y otros, en especial Oriol Junqueras, se tomaban pocas molestias en disimularlas, pero lo del Pleno del Parlament esta semana ha sido no un paso sino un gran salto en la guerra entre separatistas.
Los hechos son conocidos pero las razones y consecuencias merecen una reflexión. Junts per Catalunya y ERC pactaron una formula para dar cumplimiento al requerimiento judicial de suspender a los políticos independentistas procesados.
Tras una ardua negociación entre Puigdemontistas y republicanos se llegó a una fórmula estrafalaria basada en el sí pero no que ya hemos visto tantas veces; el obedezco pero hago ver que no, que sorprendentemente sigue convenciendo a tantos.
La ira republicana estalló cuando al poco rato de firmar el acuerdo los diputados de Carles Puigdemont rompieron unilateralmente el acuerdo, ¡qué manía con la unilateralidad!
JpC pretende que los seguidores de los CDR consideren a ERC parte del bloque del 155
La razón es obvia: Puigdemont, Quim Torra y su círculo más cercano pretenden hacer pasar a ERC por autonomistas, casi por filoespañolistas, en definitiva por botiflers y traidores.
Al romper el acuerdo, con una puñalada trapera, desde JpC pretenden que los seguidores de los CDR y amantes de la algarada consideren a ERC casi parte de lo que ellos llamaban el bloque del 155.
¿La treta a los de JpC se les ocurrió sobre la marcha o fue una puñalada premeditada? Albergo pocas dudas de que el golpe bajo fue consciente dado que la semana precedente había sido un desastre para Puigdemont.
La candidatura de Ernest Maragall en Barcelona había posicionado bien a ERC en la capital por primera vez en años y el anuncio de candidatura de Junqueras a las europeas colocaba a Puigdemont y su nuevo artefacto, La Crida, en una posición de manifiesta debilidad electoral. ¿Cómo enfrentarse al mártir Junqueras?
Así las cosas el objetivo de JpC, con Torra y su entorno conectado a Waterloo vía Skype, era utilizar el debate de política general en el Parlament para dejar claro a la opinión pública que la opción pata negra es Puigdemont y que ERC, como el Pdecat de Marta Pascal y Carles Campuzano se ha lanzado a los brazos de Pedro Sánchez.
A Puigemont y sus incondicionales seguidores les falló el cálculo. Los disturbios del 29 de septiembre y el 1 de octubre, las cargas de los mossos contra los votantes de Torra/Puigemont mutados en CDR y el fiasco de la improvisada amenaza a Sánchez en el discurso de Torra al inicio del debate de política general torció la estrategia.
A Puigdemont aún le queda una carta: la parálisis
JpC planteaba una semana redonda en la que hundiría electoralmente a ERC haciéndola pasar por lo peor de lo que se puede acusar a alguien en Cataluña: colaboracionista del Gobierno de España.
Planeaban acabar con la carrera política de Roger Torrent, al que ven como adversario electoral emergente, al obligarlo a incumplir un mandato judicial y por lo tanto ponerlo a los pies de los caballos y crear el ambiente apropiado para el nacimiento de La Crida.
Nada, o quizás solo casi nada les ha salido bien, porque además la resolución del tribunal de Estrasburgo sobre la legalidad de las resoluciones del TC sobre el 1-O ha sido para el independentismo un mazazo inesperado, al estar acostumbrados como estaban de ganar siempre en tribunales foráneos.
Pero a Puigdemont aún le queda una carta. La parálisis, provocada por él mismo en el Parlament, da excusa a Torra, para que el 27 de octubre o unos días más tarde, pueda convocar las enésimas elecciones al Parlament para antes de Navidad.
Puigdemont siente la tentación de forzar esa convocatoria dado que así intentaría renovar su liderazgo en el bando separatista antes de su previsible doble derrota a manos a Maragall y Junqueras el último domingo de mayo de 2019.