Trabajar y decidir

Avanzamos hacia un nuevo modelo de sociedad que tendrá que armonizar el binomio de la competitividad y la cohesión social, y esto significará más colaboración y participación. Por lo tanto, también se hará necesario replantear el papel de las empresas como una comunidad de personas que tiene que combinar la competición en los mercados internacionales y generar un proyecto compartido adentro.

Ahora mismo hay una demanda de mayor implicación y participación en la toma de todas las decisiones y sobre todo de sentirse parte de los proyectos. Hay, también, una competencia mundial para obtener talento cualificado y conocimiento.

Sólo si la empresa no es ajena a esta demanda y genera nuevos modelos de democracia participativa interna estará en condiciones de garantizar un alto nivel de talento y su máxima eficiencia. Hará falta romper con la idea de que la participación y la toma de decisiones en grupo dificultan la eficacia empresarial. La participación de los trabajadores es una fuente de mejora y retención del nuevo talento y la cooperación con los otros es una inversión.

O sea, que hay que dibujar nuevos paradigmas empresariales basándose en la participación y en nuevos paradigmas como la economía colaborativa, la economía social, la economía verde o la economía circular.

Hay dos grandes vías de participación: una más propia de países europeos continentales, la otra propia del mundo anglosajón. Justo es decir que España no tiene ninguna. Hay una participación en la gestión y otra participación financiera.

La primera responde a la pregunta clave de qué papel juegan las personas en la toma de decisiones y en la gestión diaria del proyecto empresarial.

La segunda es la participación en los resultados —también definida como participación económica— por parte de los trabajadores que, además del salario fijo, reciben unos ingresos variables ligados a los beneficios o a otros resultados de la empresa. Otra fórmula es la participación en la propiedad, ya sea como accionistas, socios o cooperativistas.

Está demostrado científicamente que cualquiera de los modelos o una combinación de los tres da enormes beneficios para el colectivo social y territorial, para la empresa y para las personas.

Para avanzar en el derecho a decidir en las empresas hay que enfocar tres grandes objetivos.

— El binomio competitividad y cohesión social como complementarios.

— Los paradigmas empresariales.

— El empoderamiento de todos los agentes implicados.

Las acciones a realizar se pueden agrupar en cinco grandes ámbitos:

a) Sensibilización a nivel social y empresarial con actividades como sesiones informativas y talleres prácticos para empresas alrededor de los nuevos paradigmas empresariales.

b) Obtención de datos reales sobre la participación de la empresa a nivel europeo.

c) Habilitación de herramientas para incorporar el concepto de participación en la estrategia de la empresa.

d) Incentivación de un marco financiero y fiscal que favorezca la participación para que estos proyectos cuenten con mecanismos adaptados a su realidad.

e) Mejora de la gestión con la creación de espacios donde los agentes y las empresas con voluntad de acompañar o iniciar la implantación de la participación encuentren el conocimiento, las experiencias prácticas y se inspiren en un camino que tiene mucho de cambio cultural y transformación.

A estas alturas del artículo los escépticos dirán de qué va todo esto en un Estado donde las condiciones de trabajo, por lo menos estadísticamente, se deterioran y andan en dirección contraria al norte de Europa. Pues va de que en Cataluña no nos resignamos a esta deriva anacrónica del mercado y las relaciones de trabajo.

Se están dando pasos, pensando en una nueva eepública desde empresas, trabajadores y expertos como Montserrat Palet, antigua cargo dirigente de COPCA y Acció, de donde sale el cuerpo central de este artículo. Y es que es la autora de la ponencia principal «Trabajar y decidir, la participación de los trabajadores como estrategia empresarial», presentada el pasado viernes en la Jornada de la Fundación Irla y Maurice Coppieters.