La paradoja

Cuando Sánchez reclama unidad debería ser consciente de que la deslealtad con el Estado cohabita en la Moncloa. En los asientos de Podemos

Pedro Sánchez le debe una a Pablo Casado. Por tercera vez durante esta pandemia. Aunque el presidente no le consulte ni se lo agradezca. La nueva prórroga del estado de alarma ha sido posible gracias, entre otros, al apoyo del primer partido de la oposición. Que, siendo el más crítico con el gobierno fallido, sin necesidad de proferir insultos ni pedir dimisiones, asume la emergencia de salvar al Estado en estas circunstancias. 

El Gobierno tiene planes políticos pero no sanitarios. Por eso la oposición no se fía. En estas semanas de confinamiento estamos viendo mucha propaganda de autojustificación y una gestión errónea, caótica y deficitaria. Muchos aplausos y ningún duelo. Mucho control de la información y pocos avances en los tests sanitarios. Con más de 21.000 muertos, ya.

La pandemia se está ensañando con este país. Y el Gobierno sigue dando muestras de incapacidad para la remontada.  De lo único que se va dando cuenta Sánchez es de que necesita al PP como compañía presentable, como garantía de solvencia en España y como tarjeta de visita en Europa.

¿Cómo llegar a sellar acuerdos transversales teniendo en la Moncloa a Pablo Iglesias? Es la paradoja a la que debe enfrentarse el presidente de este Gobierno. Sus continuos monólogos televisivos no consiguen transmitir confianza.  Sin los datos que proporcionan los tests es difícil saber quién es negativo y quién no. Sin esa información fundamental el desconfinamiento difícilmente será efectivo. Las ansias por salir a la calle y reabrir los comercios chocan con el miedo al rebrote. Así estamos.

Esta lentitud es la consecuencia de la tardanza en la reacción inicial del gobierno. Aquel mes de febrero perdido. Sánchez habla ahora de su “exceso de prudencia”. Así lo llama . Es su forma de justificar la constante improvisación sobre la que pivotan las principales críticas de la oposición. PP y Ciudadanos le apoyan. Como el PNV con sus reservas y algunos minoritarios. Pero su socio de ERC, que le criticó menos que la oposición, le dejó a los pies de la abstención. Para no alinearse con la CUP y no coincidir con Vox en su voto negativo.

«Sánchez habla ahora de prudencia, es su forma de justificar la improvisación»

Y es que Pedro Sánchez logró esta vez la unanimidad de la crítica de la oposición a su gestión de la crisis del coronavirus. Sin consensuar. Improvisando. Una jornada tan caótica como la del pasado martes, con órdenes contradictorias sobre el desconfinamiento infantil no puede volver a suceder. La oposición que le apoya le quiere atar en corto. Para que comparta y consulte. No será fácil conseguirlo dada su obsesión por comunicar sin preguntar. Por controlar a la prensa crítica después de haber anulado el Portal de la Transparencia.

Su negativa a responder, en sede parlamentaria, si España va a acudir al fondo europeo de rescate, tal como lo había anunciado el presidente italiano, indica su persistencia en la cerrazón.

Estamos viviendo días desgraciados que requieren grandeza política. Cuando Sánchez reclama unidad debería ser consciente de que la deslealtad con el Estado cohabita en la Moncloa. En los asientos de Podemos.

Pablo Iglesias es el elemento disolvente de cualquier pacto transversal, por naturaleza. Desde su vicepresidencia segunda practica la oposición al gobierno motivado por su plan de finiquitar el consenso del 78 y sacudir este país hasta dejarlo irreconocible. Hay que aparcar la ideología.

«No podemos ocultar a nuestros muertos como si fuéramos China»

Sánchez no puede reclamar apoyo a los mismos partidos a los que él ignora y su portavoz parlamentaria insulta. Así no. Es el Gobierno quien tiene que demostrar su interés en dejarse apoyar. Y ser más cercano. Los gestos, a veces, son más importantes que las estadísticas. Admitir que estamos de duelo. Es la imagen real.

No podemos ocultar a nuestros muertos como si fuéramos China. Pablo Casado tomó la delantera pidiendo un minuto de silencio en el Congreso. Qué menos. Margarita Robles ha sido la única ministra  capaz de honrar a los fallecidos. Le bastó un minuto con mascarilla para transmitir su cercanía y respeto. A pie del Palacio de Hielo. Más de 21.000 muertos y el presidente sigue sin lucir corbata negra. Sin decretar un día de luto oficial. Reclamar un gesto de humanidad no tiene nada que ver con la utilización de los muertos. Se trata de reconocerlos. Por dignidad.