Todos son culpables, menos yo
El nacionalismo catalán utiliza cualquier pretexto para arremeter contra el Estado español
Día a día, el nacionalismo catalán revalida el cum laude en el arte de la manipulación política, social e ideológica.
La primera mención honorífica
La primera mención honorífica de nuestro tiempo –dejo expresamente a un lado los delirios medievales y la alucinación renaixentista que nacionalizan todo lo que tienen a su alcance-, el nacionalismo catalán la obtiene con la teorización del victimismo.
A saber: la construcción a la carta de un enemigo –detalle: no un adversario- al cual, tout court, se le atribuyen características como, por ejemplo, la maldad, el expansionismo, el deseo de homogeneización, el expolio sistemático y, en general, la seducción con fines perversos.
El nacionalismo catalán diseña un imaginario absoluto
Por decirlo a la manera de Jean Baudrillard, el nacionalismo catalán diseña “un imaginario absoluto”.
Pregunta: ¿quién puede ser ese enemigo absoluto? La pérfida España.
Pregunta: ¿qué objetivo persigue la teoría victimista? La obtención de legitimización política, social e ideológica.
Pregunta: ¿cómo obtener dicha legitimación? Demonizando tan peligrosa amenaza que, al ser denunciada y combatida, provocará la cohesión de la sociedad en torno a quien la protege de tamaño enemigo.
El nacionalismo ha conseguido erigirse como un sujeto ético
Conviene añadir que el victimismo, al distinguir el Bien del Mal, consigue que ese defensor del Bien que es el nacionalismo catalán se erija en el sujeto ético por excelencia.
Hay más: el victimismo le sirve al nacionalismo catalán para desfogar el malestar social existente y disimular u ocultar la impotencia política que el propio nacionalismo concita con sus desvaríos.
La segunda mención honorífica
El nacionalismo catalán obtiene la segunda mención honorífica en el arte de la manipulación durante los primeros años del inicio del “proceso”.
Como el victimismo no resulta suficiente, hay que dar un paso más. España no solo es una amenaza para la existencia de Cataluña y los catalanes, sino que es también un estado antidemocrático.
El nacionalismo recurre a un derecho a decidir que no existe
Por eso, se inventa un “derecho a decidir” que (consulten el Derecho Internacional) no existe y se recurre a un derecho a la autodeterminación del cual Cataluña (consulten las resoluciones de la ONU) no es sujeto.
Y, por eso, se afirma que en el estado español no existe la división de poderes, o que el estado español no tolera la diversidad, o que la libertad de expresión no existe en esa suerte de cárcel de pueblos llamada España.
La tercera mención honorífica
La tercera mención honorífica en el arte de la manipulación se obtiene a raíz de la resolución del tribunal de Schleswig-Holstein. España –dicen- es un estado mentiroso, vengativo, caduco y desacreditado.
Mentiroso, porque la instrucción judicial del “proceso” sería un engaño y una mentira basados en una falsedad. Vengativo, porque la instrucción judicial buscaría resarcirse de la derrota sufrida el 1 de Octubre.
Caduco, porque estaría fuera de la Historia por antidemocrático. Desacreditado, porque habría perdido todo el prestigio en la Unión Europea y el mundo.
El nacionalismo ha hecho una lectura interesada de la resolución del Tribunal alemán
Como no podía ser de otra manera, el nacionalismo catalán, así como la caverna mediática secesionista, ha hecho una lectura interesada y tergiversada de la resolución de un tribunal alemán que no ha juzgado nada ni a nadie. Y, mucho menos, ha juzgado o “tumbado” un delito de rebelión que ni siquiera existe en el código penal alemán.
Un tribunal –que probablemente se ha excedido en sus competencias- que, por cierto, concluye que sí hubo un cierto grado de violencia –aunque no el suficiente para ser equiparado al tipo delictivo alemán de alta traición- y que España es un estado de derecho en el que no hay perseguidos políticos.
El nacionalismo utiliza cualquier tema para arremeter contra España
Todo eso, da igual. El nacionalismo catalán, irresponsable por naturaleza e historia, ventajista y provocador, histriónico y gesticulante, utiliza cualquier cosa a su alcance como pretexto para arremeter contra el estado español y sacar de ello toda la tajada que pueda y más.
Y, también, para seguir engañando a la fiel infantería secesionista con la ficción de la independencia. Lo dijo Céline: “Todos los otros son culpables, menos yo”.