‘Todo por la patria’

Antaño era uno de los lemas habituales de los cuarteles. Desconozco, y no perderé un minuto en averiguarlo, si hoy aún figura en alguno. Quienes, por edad que no por convicción, nos vimos en la obligación de cumplir con la patria y con el servicio militar obligatorio es difícil que lo olvidemos en nuestra vida. Era el sintético resumen del sinsentido, una contribución residual al franquismo que una generación de transición nos vimos en la obligación de pagar. Todo por la patria era la sublimación de la caspa, de la España anacrónica, del ejército como muestra inequívoca de la sumisión a poderes que ni eran electos, ni eran razonables ni, en última instancia, eran de talante democrático. De ahí que ese lema/eslogan huela a naftalina, como apestaba a rancio también el propio cuartel o la dialéctica de muchos militares en aquella época.

Oriol Pujol Ferrusola nació en 1966, apenas un año después que un servidor. Jamás he sabido si realizó el servicio militar. Años antes hubo muchos hijos de las poderosas burguesías locales, andaluzas, catalanas, manchegas, asturianas, que sin saber muy bien por qué razón eludían aquel año o incluso más meses de servicio al Estado. Es igual para lo que intento explicarles. Conociera o no la dinámica de los cuarteles, Pujol Ferrusola habrá escuchado en más de una ocasión esa frase: Todo por la patria. Sea como protagonista o sea incluso como motivo de chanza y chascarrillo.

Esa debiera ser una razón más que suficiente para no utilizar la patria como barrera metafísica que ampare y justifique sus actividades presuntamente, siempre presuntamente, delictivas. No basta con decir que todo era por el bien común. Que las empresas de su mujer, por mera coincidencia temporal, habían visto mejorar un 1.300% sus ingresos cuando él, por la patria, ayudaba a Sony, Sharp y Yamaha a largarse de Catalunya. Y que sus intervenciones ante la Hacienda catalana para ahorrarles impuestos a los compradores eran una pura actuación patriótica. Claro, ¿cómo no se nos ocurrió antes? Debía estar pensando en sus trabajadores y en la economía inducida que producían, seguro.

No descarto que sea una buena estrategia de defensa de su abogado Javier Melero, pero me parecería estratosférico que quiera convencernos. Para seguir en política, quizá debería infravalorar algo menos a los mortales que le votan y al conjunto de ciudadanos catalanes que, todavía hoy, le pagamos el salario de diputado.

Otro conservador como Oriol Pujol, pero además británico y buen literato, el doctor Samuel Johnson, dijo en su día que la patria es “el refugio de los cobardes”. Pero en la vida, como en todo, hay gradaciones. Y la cobardía de Pujol Ferrusola al invocar la patria ante el juez y el fiscal esta semana para justificar sus injustificables y presuntas correrías económicas sólo puede pasar desapercibida en un país y un escenario político como el nuestro.

De existir un artefacto para medir la desfachatez política, en Catalunya tendríamos un abanico de candidatos a probarlo. Si España aún supura por las heridas de Luis Roldán, El Bigotes, Bárcenas, Ruíz-Mateos y otros tantos, en este lado del Ebro se acumula un buen número de personajes de la política que también llevarían la máquina al límite.

Oriol Pujol se ha refugiado en la patria para justificar sus business como aquellos militares que conocí se amparaban en ese mismo concepto para allanar voluntades, suprimir derechos y ejercer el control sobre los demás por razón de galones. Sean de clase o de jerarquía, el hijo de Jordi Pujol ha utilizado sus divisas para invocar la patria en vano. Justo en el momento en que muchos otros catalanes la ven de otra manera muy diferente: como una esperanza, una ilusión y un futuro posible. Incluso los que discrepamos de esa romántica visión, sabemos que el diputado imputado los ha defraudado de manera inexplicable. Le quedan ya pocos defensores y los que le mantienen son apenas algunos hooligans.

TRATAMIENTO SEMANAL DE CHOQUE:
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Supositorio matinal >> A Lluís Franco, director de la Agència Tributària Catalana. Fue consejero de Treball, presidente del Tribunal Catalán de Defensa de la Competencia y, ahora, el máximo responsable del organismo que debe edificar una hipotética y futura hacienda catalana. Su escapismo ante las operaciones que intermedió con Oriol Pujol para ahorrar impuestos a los compradores de Sony, Sharp y Yamaha no son un buen síntoma de transparencia. Por fortuna, la justicia acaba poniendo a cada quien en el lugar que le corresponde. Y no me refiero a Unió, su partido…

Supositorio nocturno >> Para toda la estructura de poder de Convergència i Unió en el ámbito de las telecomunicaciones. La mayoría de sus dirigentes en la Generalitat están bajo la sombra de sospechas. Sean de la justicia, de las empresas del sector o de sus propios compañeros de partido. Afecta tanto a Carles Flamerich, director general de Telecomunicacions i Societat de la Informació; como a Jordi Escalé, director del CTTI y por razones diversas. Además, Flamerich era un hombre de Oriol Pujol, con lo que su suerte tiene muchas analogías con la del diputado.