Todo en contra de Convergència, ¿por qué?
La dirección del PDECat ha llegado a la conclusión de que todos los elementos juegan en su contra. Es una especie de maldición divina para que el partido que quiere ocupar de nuevo el espacio que representó la antigua Convergència Democràtica no levante cabeza. Los últimos días son ilustrativos.
Sólo este martes coincidieron tres cuestiones judiciales que afectan directamante a sus ex dirigentes, aunque en el caso de Artur Mas, éste quiere seguir por todos los medios en la carrera política. La Audiencia Nacional ha imputado a Oriol Pujol y sus hermanas Mireia y Marta por un presunto delito de blanqueo de capitales. El ex consejero de Presidencia, Francesc Homs, declaraba ante el Tribunal Supremo por la causa del 9N, con Artur Mas como testigo, y se conocía que Jordi Montull, la mano derecha de Fèlix Millet, quiere llegar a un acuerdo con la Fiscalía para salvar a su hija de una dura condena a cambio de explicar realmente todas las posibles triangulaciones que se produjeron con Convergència en el centro para lograr recursos económicos de forma ilegal dentro del caso Palau de la Música.
El desgaste que sufre la dirección de la ex Convergència es enorme. Y aquí se producen dos cuestiones. No se puede caer en acusaciones fáciles sobre la curiosa coincidencia de todos esos procesos judiciales con el impulso del proyecto independentista. La justicia tiene sus ritmos. Y si ahora llega el caso del Palau de la Música, cuando se descubrió en 2009, es en gran parte gracias a los abogados de los inculpados, con una estrategia dilatoria. Pero también es verdad que la ex Convergència ha dejado de ser un instrumento que se desee mantener por parte de los poderes del Estado.
Lo que hay de fondo es una animadversión frente a Convergència, principalmente por parte del PP, porque se considera que Artur Mas ha sido una especie de traidor al Estado. Eso no influye en los casos judiciales, que tienen su ritmo, pero tampoco beneficia a los ex convergentes. Se desea pasar página, y se prefiere, cuando las urnas lo manifiesten, negociar y llegar a acuerdos con políticos como Oriol Junqueras que nunca ha escondido su condición de independentista, aunque sociológicamente se parezca mucho a un convergente medio.
Eso es lo que está cambiando en la política española, una sustitución de los referentes políticos en Cataluña, después de muchos años con una administración controlada por dirigentes y cuadros de la ex Convergència, por una manera de hacer que ya no convence a nadie, y tampoco al PP ni al PSOE, pese a todos sus problemas internos.
El espacio político, sin embargo, nadie lo discute. Sigue ahí. Puede ser que se haya jibarizado, pero el centro político catalanista no ha desaparecido. La cuestión es quién lo puede representar, quien puede pasar página, sin ese pesado legado que ahora puede quedar en evidencia a través de los numerosos casos judiciales en marcha.
Eso es lo que debe tener en cuenta la actual dirección del PDECat, jóvenes que no quieren ni pueden asumir las malas prácticas de sus mayores. Y como ocurre siempre en la política eso pasa por un periodo en el desierto.