Desde hace semanas, más de un interlocutor, en conversaciones privadas y no tan privadas, me comenta que la solución inmediata a la crisis es fácil. Simplemente poner una guillotina en cada plaza mayor y pasar a algunos por ella. Como en la Revolución francesa del 1789.
Los más mayores me comentan que la situación social gestada les recuerda, salvando la distancia, a los conflictivos años 30 en España. En este caso, me gustaría remarcar una diferencia. Ahora la comunicación de los hechos es obviamente más extensa. Además, la información se trasmite más rápidamente. Tristemente, la educación política media de los ciudadanos del país sigue siendo cercana al analfabetismo, como en aquellos años.
Ambas conversaciones, y alguna más, evidencian que estamos viviendo uno de los momentos más convulsos en la historia de este país. Personalmente no soy nada partidario de la guillotina, ni de ningún otro método parecido. Pero que cada vez más personas, a las que considero íntegras, evoquen métodos revolucionarios, me preocupa.
Ya sabemos que desde hace unas horas estamos rescatados, o nos han concedido un crédito blando según quien lo diga. Otro subterfugio en las palabras. ¡Clarifiquemos!. Cuando uno contextualiza la palabra rescatar – pongamos por ejemplo en una situación trágica en el mar– siempre hay dos elementos: el rescatado y el rescatador. En la metáfora marítima, el rescatado es aquel que está en medio del mar sin más opciones de sobrevivir que el rescate. Allí llega un helicóptero donde unos tipos –cachas se juegan la vida para salvarle. Sí alguien se está ahogando le rescatan, no le dan un crédito.
Pero lo que en el mar parece obvio, en la vida terrenal de esta España analfabeta no lo es. Además seamos francos: tampoco es cierto que se rescate a España e incluso a su banca. Aquí nos hartamos a oir a hablar del rescate de España, pero ¿a quién rescatamos? ¿A España, o a los bancos europeos, fundamentalmente alemanas o franceses y americanos, que han invertido su dinero y lo pueden perder por impago?
Es curioso, los medios se han llenado de artículos sobre el rescate a España pero se olvidan de que aquí los rescatadores no vienen a salvar al marinero, porque él tiene en su poder la gasolina para permitir volar el helicóptero. Y esa es su fortaleza. El marinero dice: “O me salvan, o Europa se queda sin su gasolina”.
Ahora imaginemos, por una vez, que dentro de este galimatías sea cierta la versión de De Guindos. Y este rescate sea en forma de crédito blando que los bancos deben devolver. Que encima no va a repercutir en las arcas de España y que sólo los bancos van a ser los afectados. Es decir, los bancos, según parece todos menos Santander y BBVA (sic – porque de verdad creo que serán todos los que se financien), necesitan como desesperados el dinero que ha conseguido el Gobierno. Una interpretación meridianamente clara de lo dicho por De Guindos. Y si es así, pongámosles ya unas normas.
Cualquier Entidad Bancaria que requiera dinero de la línea de crédito o rescate de 100 000 millones conseguido por el Gobierno debería durante el período de “uso”:
1- Eliminar las comisiones a los ciudadanos
2- Paralizar desahucios y aceptar las donaciones en pago automáticamente
3- Cesar inmediatamente a los gestores que les han llevado a esta situación
4- Fluir créditos avalados por esas líneas a cualquier nuevo negocio con intereses bajos
Pero no sólo palabras, sino hechos. Ante la excepcionalidad de la situación, la clase política debe actuar también de una forma transparente y efectuar su transición. Como dice De Guindos, la transparencia es la clave para conseguir la confianza de los mercados. Y en ese sentido deberían de forma inmediata:
1- Crear una oficina para procesar a los políticos que han mentido, incluidos los ex presidentes
2- Cesar todos aquellos cargos con más de 15 años cobrando de lo público
3- Eliminar todos los sueldos y prebendas a ex políticos
4- Eliminar subvenciones inmediatamente a partidos, sindicatos y patronales
Quizá son medidas drásticas pero necesarias para que la ciudadanía comience a creer en la política y en los políticos. Con esas medidas seguramente a la mayoría ya nos dará igual que sea un rescate o un crédito porque habrá servido para limpiar el país. Todo es criticar dirán. Pero escribía hace casi dos siglos Kant que “la crítica de la razón pura”. Pero aquí nos cuesta aún entender ese concepto tan básico de cualquier democracia. La baja educación política nos hace ser simplemente sumisos. Así somos, y así nos va.
PD: En todo caso, sea rescate o sea crédito, lo que realmente necesita también este país es integridad, ética, transparencia, educación y coherencia. Algunos hablaban de montar guillotinas en las plazas, yo sinceramente pienso que tomando medidas inmediatas como las citadas anteriormente se nos devolverá un poco de la dignidad. Luego, como no, apostemos por la educación. Para que esto no vuelva a pasar.