Tierra de fado

El Gobierno portugués aprobó el pasado jueves el Plan Estratégico para las Migraciones 2015-2020 presentando como novedad la inclusión de incentivos para volver los emigrantes, mediante el apoyo a la contratación de parados y la creación de ocupación por cuenta propia en Portugal. En una conferencia de prensa al final del Consejo de Ministros, Pedro Lomba advirtió, sin embargo, que el Gobierno PSD/CDS-PP no otorgará ningún tipo de apoyo para los portugueses en el extranjero que no esté disponible también para los residentes en Portugal. Hablando sobre «el apoyo a proyectos de emprenedoria en el país», el secretario de Estado enmarcó estas medidas en una política «de una mayor implicación con la diáspora portuguesa». Portugal ha sido siempre tierra de emigración, pero esta tendencia se había reducido en las dos décadas anteriores a la crisis. Ahora ha vuelto con fuerza y por eso, el Gobierno de centro-derecha se ve obligado a intervenir.

Portugal es un Estado que tiene en España como único vecino, con una larga frontera, cuestión que ha sido y es determinante para su evolución. Cuenta con 10,6 millones de habitantes. Y entró en recesión en el último trimestre de 2008, con posteriores fuertes caídas del consumo, de la inversión y de las exportaciones dirigidas a los mercados europeos, donde se concentra tradicionalmente el 70% de su demanda externa. El déficit público se disparó mientras lograba una inflación negativa, decrecía el PIB y aumentaba de la desocupación.

El Presupuesto del Estado para el 2010 se aprobó recortando muchos apoyos sociales e inversiones en infraestructuras. Se aumentaron los impuestos sobre sueldos y pensiones y el IVA tuvo una subida del tipo general al 21%. Se subió el impuesto sobre sociedades por beneficios superiores a dos millones de euros. También se impuso al 20% el tipo del impuesto sobre las plusvalías de las acciones y se creó un nuevo peldaño del 45% del IRPF para rentas superiores a 150.000 euros.

El programa de Defensa tuvo un recorte del 40%. Tomó cuerpo la decisión de un programa de privatizaciones de empresas públicas para reducir deuda del Estado.

En marzo de 2011, las nuevas medidas a propuesta del Partido Socialista fueron derrotadas en la Asamblea el que precipitó la caída del primer ministro Sócrates. El presidente Cavaco convocó elecciones. A pesar de presidir un Gobierno en funciones, el primer ministro pidió, el 6 de abril, el rescate a la UE y el FMI.

El nuevo Gobierno ha continuado con más medidas de austeridad para controlar el déficit, anticipando aquellas ya previstas por la troica y añadiendo otras de nuevas con carácter extraordinario, como la contribución  especial sobre las personas físicas, del 50% del importe de la paga extra de Navidad superior al salario mínimo, para todos los receptores. Anteriormente, había tomado la decisión de suspender el proyecto del tren de alta velocidad con España.

El Gobierno de coalición firmó en enero de 2012 con la patronal y la UGT una reforma laboral facilitando el despido, reduciendo las vacaciones y abaratando las horas extras, justificando el acuerdo por el aumento de productividad para las empresas. Portugal recibió, el octubre de 2012, y después del quinto examen de la troika, el sexto tramo de ayuda externa. Ha recibido más de 60.000 millones del Programa de Ayuda en 16 meses; de esa cantidad una parte ha sido reservada para la recapitalització de la banca nacional.

La economía portuguesa sufre en este momento de dos debilidades graves: una es el elevado nivel de endeudamiento de los agentes económicos y otra es el enorme grado de dependencia de las exportaciones de mercados que están en recesión. Sus mayores ventajas se relacionan con el precio de la mano de obra, las condiciones para hacer negocios, el marco legal e institucional y las infraestructuras.

Mirado desde la España del Manzanares, Portugal siempre destila un sentimiento de commiseración y desprecio. En el mapa mental del españolismo no cabe que una gente con la que siempre hemos sido «juntos», en cambio no estemos «revueltos». La ignorancia es la actitud más habitual de la clase dirigente y dominante española respecto a Portugal. Miren diarios, escuchen y vean noticias en radio y televisión. Analicen críticas literarias o cinematográficas. Portugal es el vecino invisible, ausente, misterioso. La oligarquía madrileña ha impregnado sus bases sociales de esta actitud autista, del colonizador herido, que no admite que tiene al lado una colonia que se le emancipó, al mismo tiempo que los Países Bajos, y cuando lo intentaba Cataluña.

No deja de ser curioso que los más fervientes lusitanistes surgieran de proyectos federalistas periféricos que hablaban de Iberia para poder superar España. Una larga tradición del federalismo catalán promovió esta opción, con pocos resultados como se ha visto. Como decía Machado, Castilla «desprecia cuanto ignora». Probablemente, con una Cataluña independiente, al cabo de un tiempo prudencial acabaría pasando como con Portugal: «Si te he visto, no me acuerdo».

Ahora bien, esta ignorancia ideológica y comunicativa no impide que los oligopolios nacidos bajo las faldas del BOE y el capitalismo financiero no deseen desde hace tiempo recuperar la posesión de la época de Felipe II. Por eso, los bancos españoles se mantienen como los grandes contribuyentes a la financiación de Portugal. Y las empresas de energía y comunicaciones, las de construcción y de redes de distribución, hace tiempo que amplían cuota de mercado.

A un nivel mucho más de intercambio igualitario, hay que considerar los flujos económicos entre las regiones fronterizas. En las comunidades autónomas de Galicia, Andalucía, Extremadura y Castilla-León, hay una mayor proporción de empresas que tienen relaciones comerciales continuadas con Portugal, independientemente de su peso económico en el total español. Portugal es uno de los clientes internacionales principales de estas cuatro CCAA (con el 35% de la exportación española a Portugal) y a su vez es uno de los principales proveedores de las regiones transfronterizas. Las cuatro comunidades acumulan casi el 40% de la importación española de Portugal.

Entonces la boutade de Gregorio Peces-Barba que dijo que Castilla se había equivocado en la Guerra de Secesión del siglo XVII al haber priorizado Cataluña en vez de Portugal, quizás tiene más sentido del que parece. Obviamente, no deseo que los portugueses pasen a sufrir las desgracias que la gente de la Corona de Aragón ha tenido que aguantar de un Estado de matriz castellanista, diseñado con los pies, desde Felipe II. No. Estoy afirmando que desde una relación de iguales, y no imperialista, la salida natural para el comercio y la economía de las Castillas y Extremadura (Lisboa, capital de Extremadura portuguesa), sería la desembocadura del Duero y del Tajo. Y que a Galicia, que tiene el ADN fundacional de Portugal, le convendría desclavarse juntándose al eje atlántico y ligar una fuerte presencia en el Brasil, facilitada por la lengua común.

Esta deformidad de Estado construido desde Madrid lo ha impedido. Pero que no silben los españolistas, porque los portugueses, quizás estadísticamente son más pobres, pero bastante más ordenados que los españoles. Recordemos cómo ante la crisis bajaron el presupuesto de defensa un 40%, paralizaron los proyectos de AVE, han hecho un plan de recuperación de la emigración y, atención, sólo tienen actualmente un paro del 13%, y del 33% de jóvenes, por unas cifras en España del 23% y del 51%. Una España inteligente tendría que estar enamorada de Portugal como Carlos Cano lo estaba de Maria en su fado:

¡Ay, María la portuguesa!
Desde Ayamonte hasta Faro
se oye este fado
por las tabernas,
donde bebe ‘vinho’ amargo.