Tic-tac, tic-tac, la que nos espera
Con independencia de Grecia, en estos lares todo parece dispuesto para que a lo largo de 2015 se produzca un vuelco político sensacional en España. El subyacente de opinión pública que ha dejado la crisis, el afloramiento de múltiples casos de corrupción y el propio relevo generacional en ciernes parece suficiente para que cambien muchas cosas en los procesos electorales que afrontaremos.
La política toma otro rumbo. Hay casi una general coincidencia de que después de todo lo vivido en estos últimos años la sacudida es necesaria. Y a la vista de la escasa voluntad para limpiar y regenerar de los partidos clásicos, los que vienen empujando por detrás con un carnet de novedad tienen posibilidades claras de darle otra fisonomía a nuestro mapa político bipartidista.
Grecia es el aperitivo, pero el plato principal será el español. La Europa del sur parece decidida a darle una oportunidad al cambio. Eso, en si mismo, no debe producir temor, siempre y cuando la inteligencia sea la principal divisa de la política que venga. El cambio airea, refresca y ventila instituciones.
Pero sobre esa aplicación inteligente del cambio es donde emergen más dudas. Tuve la oportunidad de escuchar la intervención de Pablo Iglesias el sábado en uno de esos programas nocturnos que han devuelto la política, a modo de late night show, a la televisión. El redentor Iglesias sigue sin concretar cómo hará las cosas Podemos, pero sí que demostró que tiene una arrogancia personal que le cuesta dominar. Asume con escasa deportividad la crítica o incluso se revuelve agresivo sobre sus propias contradicciones ideológicas como si una humilde posición de partida fuera un pasaporte al éxito que no es necesario sellar en ninguna frontera de la convivencia.
La altivez de sus últimos comentarios sobre el pasado o sobre sus oponentes genera más dudas que sus propias formulaciones políticas. Construir un programa electoral a partir de grandes estrategias de comunicación puede ser útil para lograr un resultado inmediato, pero dejará a Iglesias con el trasero a la vista de sus votantes y sus oponentes de manera inmediata. Que el PSOE viva un vía crucis interno y que el PP sea incapaz de mostrarse como un partido lejano de la corrupción son los principales activos de Podemos en estos momentos. Se define por oposición y nos gustaría conocer su composición. Hoy, escuchado lo escuchado, poca materia prima en el armario, podríamos decir.
Iglesias (pero también Albert Rivera) domina el medio televisivo con solvencia. Comunica. Le cuesta poco hablar de su novia de IU o repetir tópicos para blindarse de la crítica y dar respuesta a las pequeñas contradicciones que empieza a tener. El fin que persigue justifica el camino, viene a decir. Aunque eso suponga enzarzarse con un tertuliano en una barriobajera discusión.
Lo que de verdad conviene considerar de este 2015 es qué hay tras los aires de cambio, pero no sólo en los programas políticos. También en los usos y costumbres, en la dignidad de lo colectivo. Algunos políticos, y aquí Iglesias y los suyos son los verdaderos reyes, nos mostrarán comportamientos públicos diferentes a los habituales. Más paja que grano o mucho espectáculo y ya veremos cuánta sustancia. Por más necesidad de regeneración que tengamos la oferta es algo pobre.
Tic-tac, tic-tac (que diría Iglesias), lo que nos llegará a los españoles en el ámbito electoral después del resultado en Grecia es para reflexionar. Por los cambios parlamentarios, por supuesto, pero por los formales, también.