The Marinaleda show by Sánchez Gordillo

La verdad me ha costado muchas horas, muchas lecturas, muchos recorridos por hemerotecas – algunas centenarias como ABC o La Vanguardia– y una cansina visión de vídeos para poder escribir el artículo sobre el alcalde Sánchez Gordillo de Marinaleda. Alguien que lleva 33 años gobernando con mayoría absoluta en su localidad debe tener como mínimo el respeto de la documentación antes de la crítica.

Podría haberme centrado en los datos. Simplemente mirando las estadísticas del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) de julio se desmonta la teoría de que Marinaleda no tiene paro. Desde el 2005 al 2012 se ha doblado el porcentaje de parados en la localidad. También podría haberme centrado en valorar las subvenciones recibidas en estos años, superiores en porcentaje a cualquier otro ayuntamiento de la zona. Es un modelo económico que no genera suficientes recursos sin la ayuda de terceros.

También podría haber revisado el pasado del alcalde Sánchez Gordillo. Es famoso por sus huelgas de hambre casi anuales en los 80. Tengo contadas en 1980, 1982, 1985 o 1986. Fue detenido e ingresó en prisión en 1995. También podríamos hablar del denominado “suelo municipalizado”, es decir aquel que no quiere vender la tierra al ayuntamiento es expropiado. Pero creo que tratarlo así sería demasiado sencillo. Aquí hay una variante importante, y es que el hombre cree en lo que hace y eso debe hacernos virar el ritmo de lo descrito.

Sánchez Gordillo cree, pero sobretodo hace creer a los suyos. Tiene ese aire divino, bajado a lo terrenal con un aspecto palestino, tan en boga en los 70, pero habla y convence a los suyos. Podemos recordar que en las elecciones del 2005, por la constitución europea, Marinaleda fue el municipio con el porcentaje de «No» más elevado de España. Casi el 72% de los votantes. Prácticamente el mismo porcentaje de los votos que recibe el alcalde.

En esa fecha varios medios fueron a interesarse por el motivo. La práctica totalidad de los vecinos señalaron que no lo había leído pero que en una asamblea Sánchez Gordillo les había dicho que había que votar no. ¡Simple!

Todos sabemos, o deberíamos saber, que las asambleas de opinión única son una perdición para la sociedad. En vez de trasmitir cultura para aumentar la capacidad de decisión, acostumbran a ser espectáculos, shows donde el presentador o payaso de turno eleva su ego hasta la extenuación. Estemos con él o no. Esto me recordó a un anuncio de principios del siglo XX (1905) de un coctor inglés que corría por Madrid. Lo que hoy diríamos un charlatán.

El doctor se anunciaba de esta guisa:

“Sí, puedo curaros. Puedo hacer que recobréis la salud perdida; que volváis a gozar de los placeres de la vida, como si jamás hubierais estado enfermos. Sé que puedo hacer esto, porque lo hago todos los días, porque a diario llegan a mi desgraciados que han perdido casi por completo la esperanza, por haber agotado todos los demás recursos, y al poco tiempo vuelven a felicitarme y a darme las gracias.

¿No es esto bastante para convencernos de que no debéis seguir sufriendo? ¿Podrá ser un argumento en contra de mi sistema el que los medicamentos que hayáis empleado no hayan dado resultado?. Deseo que me consultéis vuestra enfermedad y os diré con franqueza si vuestro padecimiento tiene cura o no. Y en caso afirmativo cuál es el mejor sistema, el más rápido y más económico que debéis emplear para conseguir vuestra perdida salud. ¡Recordad que las consultas son gratuitas!. Dr. Mc Laughlin”

El anuncio se reforzaba con una carta de un cliente satisfecho, Antonio Aires. Lo curioso es que era un vecino de Marinaleda de aquel 1905. Este señor había comprado el vigorizador eléctrico, aparato de uso desconocido pero que curaba infinidad de enfermedades. Desconozco si era un patrono o un jornalero, pero era un paisano de Marinaleda que se dejo engañar. Cien años después el show de las promesas únicas continua y esa tradición de fidelidad de habitantes de Marinaleda también.

Un siglo han pasado pero la fórmula sigue funcionando. Lo que antes era un anuncio en un diario ahora es un espectáculo casi circense por supermercados, televisiones, radios, y cualquier lugar que se tercie. Sinceramente el problema no es Sánchez Gordillo, un doctor Mc Laughlin más, sino el nivel cultural de un país que participa de ese show, y que disfruta con él. Sánchez Gordillo sabe que de haber apostado por la educación en su pueblo, el que se dice profesor hace años hubiera desaparecido de la política local. La gente culta mira los shows como un espectáculo pero no es su forma de vida.

Pero Sánchez Gordillo vive del espectáculo. Para él es más fácil mantener vivo el espectáculo que alimenta su ego, “educar” a la gente en lo suyo, desincentivar la superación, y el esfuerzo para mantenerse en boga. Insistimos Sánchez Gordillo no es el problema. Robar un supermercado tampoco es un problema. Pero la falta de educación si es un problema de este país. Mientras sigamos dando coba a los charlatanes como Laughlin o Sánchez Gordillo seguiremos siendo la risa de Europa.

Seamos francos. ¿Con qué carta de presentación vamos a un banco a pedir un crédito o un rescate, si uno de nuestros diputados se dedica, cual bandolero medieval, a robar supermercados?. La cara de vergüenza es poco. Sánchez Gordillo pide cambios, y él no ha cambiado en 30 años. ¿Cómo quiere cambiar una sociedad cuando él no ha cambiado en 30 años?. Pretende lograr lo que él es incapaz de hacer con su vida.

El alcalde es un hombre del momento, de la charla fácil pero no de ningún cambio. Cuando Sánchez Gordillo cambie podríamos creer en su cambio. Pero él sabe que si se pone un traje, abandona su estética de los 70, habla sin vociferar o deja de manipular, entonces no será nadie. Y el show para algunos se apaga cuando se apaga el ego. Como el doctor Laughlin de 1905 en su anuncio, el alcalde sin desgraciados no tiene mercado, y su show se extingue. Es la imagen triste de un país tener aun charlatanes de otros siglos viviendo de lo público.