Tarradellas, Valle Inclán y Mas, ¿política o teatro catalán?
El sainete que protagonizan desde hace demasiado los líderes de ERC y de CiU resulta impropio de este tiempo y de este país. Oriol Junqueras y Artur Mas son sólo dos tacticistas encumbrados al poder por la histórica dejación de responsabilidades de la ciudadanía con respecto a las cuestiones públicas. Lo que están haciendo en las últimas semanas contribuye sobremanera al divorcio entre la sociedad y sus representantes democráticos. Y lo saben.
Están demostrando con sus tiras y aflojas que los derechos de sus representados pueden pasar por debajo o quedarse detrás de los intereses directos que ellos mueven y que mucho tienen que ver con cuestiones de corte más personal que políticas o colectivas.
Dijo Josep Tarradellas que lo único que no podía hacerse en política es el ridículo. Pues bien, pese a que Junqueras y Mas quieren pasar por unos ilustrados en los temas históricos (recuerden los fastos de las celebraciones de 1714 del pasado año), deberían escuchar las enseñanzas de un hombre que ocupó la máxima responsabilidad de la institución catalana con una cierta dignidad. Su ridículo es tan evidente como lacerante a estas alturas.
Son dos personajes que luchan por subsistir. Con trayectorias diferentes, a Mas y a Junqueras les une esa visión cortoplacista del poder. La convocatoria o no de unas elecciones autonómicas se ha convertido en un verdadero esperpento de la política catalana. Tras llenarse la boca de manera permanente con sus supuestos valores democráticos, actúan como si no tuviesen ninguno o los hubiesen colocado en un Tupperware y sólo los sacaran del recipiente en público y para fardar.
El riesgo que corren no es menor. Podemos, por un lado, y la Asamblea Nacional Catalana (ANC), por otro, amenazan muy seriamente su futuro político. La propia Carme Forcadell, convertida en una nueva musa del independentismo, no tiene el mayor recato en decir que si sus dos ahijados políticos no se ponen de acuerdo será su propia organización quien concurrirá a unas elecciones catalanas para defender el sentir de quienes salieron a la calle en varias Diadas o el mismísimo 9N.
Pese a la resistencia de muchos por diferenciar Cataluña de España, hoy lo que sucede en esta tierra guarda demasiadas concomitancias con el país del esperpento que describió a principios del siglo XX Ramón María del Valle Inclán en sus Luces de Bohemia: corrupción, malestar social, censura, control de los medios, pobreza… Cataluña se asemeja peligrosamente a aquella deformación de la realidad del popular autor. La política catalana ha dejado de ser diferencial, es un teatro más. Amateur, uno de tantos. Para más inri, sus actores son de una calidad pésima.