Susana Díaz: la accionista mayoritaria
Triana esculpe el futuro. Devotos de Macarena y costaleros de La Esperanza, Susana Díaz y su pareja, José María Moriche, miran al norte de Despeñaperros. Son los gerentes de Andalucía, el accionista mayoritario del PSOE, el mayor granero de votos. Mientras tanto, desde Barcelona, se abre la vía de Carme Chacón, la solución intermedia por si Susana no llega a tiempo y no puede salvar los muebles de un socialismo en caída libre. Todo el mundo sabe que la presidenta andaluza ha sido señalada por los barones de su partido para desplazar a Pedro Sánchez, cosido a despropósitos, líder balbuciente a medio camino entre la ideología de claustro y el deporte de aventura.
Dicen en Ferraz que los barones pusieron el grito en el cielo tras el road show de Sánchez con los asesores de Obama en Washington. Fue un viaje a la apariencia, en un momento en el que las mejores mentes de Europa rompen tabúes y revisan la Unión Europea germanizada. El QE de Mario Draghi (1,14 billones de euros) ha sido el primer gran golpe contra la dupla Merkel–Schäuble.
El banco del euro ya es emisor aun a costa de caer en lo que los expertos llaman la «trampa de liquidez». Mientras se cocía el fin del austericidio, Sánchez, en el mismo viaje a Washington, rindió pleitesía a Christine Lagarde, la dama del Lago. Y este masaje a la troika ha sobrepasado la paciencia de Zapatero y de su guardia pretoriana. Todos se han conjurado para sacarse de encima al secretario general debutante antes de las primarias, con la mirada puesta en Susana.
Los partidos no se mueven por estructuras orgánicas, sino por autoridades morales; los mandarines de antes son hoy hologramas de referencia. En el PSOE, los veteranos están al timón sin necesidad de desempeñar cargos ejecutivos. A sus indicaciones, las sillas se mueven solas y cambian de inquilino. La gerontocracia gestual no precisa palabras; le bastan los cambios de humor, como se vio el pasado jueves en el Ateneo de Madrid en el encuentro entre Zapatero y Sánchez durante la presentación del libro Seis meses que condujeron al rescate, de Jordi Sevilla. Susana Díaz adelanta elecciones en Andalucía dispuesta a entrar en un escenario de salvación del socialismo empujado al abismo por la fuerza germinal de Podemos.
En el PSOE, los veteranos están al timón sin necesidad de cargos: a sus indicaciones, las sillas se mueven solas y cambian de inquilino
Si gana por mayoría absoluta en su tierra, Susana tendrá todavía seis meses para preparar las generales en Madrid. Este calendario presenta una bifurcación de tres caminos: recurrir al Comité Federal para tumbar a Sánchez; convencerle amablemente de que tire la toalla o ir directamente a unas primarias Díaz-Sánchez. Si las cosas se tuercen, hay un plan B: Situar a Díaz como líder de la oposición en el Parlamento, nombrarla secretaria general del PSOE en el 39º Congreso Federal previsto para febrero de 2016 y afianzar su liderazgo a lo largo de la siguiente legislatura (cuatro años más de desierto).
La historia se repite con el recuerdo de Josep Borrell, vencedor en las primarias de 1998, pero descabalgado por Joaquín Almunia, el sucesor señalado por Felipe. Borrell no fue convencido por las buenas; se atrincheró en el micro chip de Luis Yáñez, en el despacho de Gobelas. Pero finalmente fue obligado a abandonar al conocerse que sus dos colaboradores más cercanos, ambos altos cargos de Hacienda, eran evasores fiscales. Fue engullido por una trampa para elefantes con filtraciones traicioneras de su propio partido.
Pablo Iglesias prepara una estructura bolchevique para la toma del Palacio de Invierno a través de las urnas. Emociona. De momento, no quiere el poder municipal ni la España demediada de las autonomías. Opta por llegar a los aparatos centrales del Estado llevado en volandas por la multitud. Y si las cosas siguen como están, Susana no tendrá ninguna posibilidad frente al tesón de Podemos. De ahí su prisa: adelantar elecciones, ganar y subir a la Carrera de San Jerónimo. Sus padrinos ya preparan el terreno de futuros pactos. Bono y Zapatero se reúnen con Pablo Iglesias, nieto de Manuel Iglesias –fue ayudante del histórico líder socialista Indalecio Prieto— y se comen el roscón de reyes en casa de Monedero.
Sánchez se da por descontado y los accionistas minoritarios del PSOE llevan, por si acaso, el portfolio de Chacón en un doble fondo de su cartera
En esto de las presentaciones, Bono es reincidente; él fue quien le abrió a Felipe la puerta de Baltasar Garzón en el gran momento político del magistrado, que acabó con un segundo puesto frustrado en las elecciones del 93. Bono denosta a Sánchez con la boca pequeña: «Susana es la raza». Zapatero, por su parte, lo tiene más claro: «Díaz es la mejor socialista de este país». ¡Qué dura es la oposición!
El asalto a Moncloa estará muy marcado por la debilidad de Rajoy ante la libertad condicional del gerente de su partido. Bárcenas ha salido de la cárcel dispuesto a cantar y Mariano busca distraer al electorado con una foto PP-PSOE, preámbulo falso de una gran coalición. Es la última finta antes de la contienda del 2015.
Susana convoca los caterings de los presidentes provinciales de su partido en San Vicente. Frecuenta la iglesia de los Marineros, vive en un piso bajo de la Sevilla bética y come de vez en cuando en el Alcázar, donde partió su pastel nupcial. Repetir restaurante es una costumbre empresarial, y es precisamente en los reservados donde las comisiones delegadas de las grandes compañías inventan dividendos. Susana es la dueña del partido. Quien manda en Andalucía manda en el PSOE. Moriche, librero y proveedor de Canal Sur, prepara las maletas de la familia para un año de mudanzas e hijos en camino. Sánchez se da por descontado y los accionistas minoritarios del PSOE llevan por si acaso el portfolio de Chacón en un doble fondo de su cartera.