Supervivientes
Cada vez que levanto la mirada y leo un diario pienso en todos aquellos que han caído en los últimos años. Todos aquellos que tenían una ilusión y la crisis se ha llevado por delante. Todos aquellos que trabajaron duro mientras otros vivían plácidamente. Sí, aquellos que se levantaban a las 6, o a las 7. Aquellos que largaban horas y horas en el trabajo para pagar la supervivencia de otros.
A veces me pregunto si hubiera sido más divertida mi vida si me hubiera dedicado durante un año, o dos o tres, a sacar una oposición. O quizás ni eso. Más práctico habría sido dedicarme durante años a hacer pasillos por la universidad, sigiloso escondido tras cualquier oportunidad. Una vez colocado aprovechar mi aburrimiento entre clases para asesorar a algún Gobierno. Total, hubiera viajado tanto como con lo mío, y ahora podría dedicarme a vanagloriarme de un curriculum inversamente proporcional a mi esfuerzo.
Pero también podría haberme afiliado a unas juventudes de un partido. Total, dediqué algunos años en la universidad a crear un embrión de una asociación de estudiantes. Como era sin ideología política, supongo que por eso no prosperó. Y encima, para más inri, me gané alguna amenaza de algún profesor. Por cierto, elemento que luego fue alto cargo de la Generalitat. ¡Qué tiempos aquellos donde uno podía hacer lo que quisiera sin importarle más que su responsabilidad y su ética!
Al final ni tiré por la universidad ni por la política. Hice lo que quise, y ahora, medio retirado de todo, escribo lo que quiero. Y eso, junto con usted lector, nos da una ventaja respecto a otros. No somos esclavos de nuestro pasado. A los supervivientes de esta crisis, o de cualquier otra, sólo se nos conoce por el esfuerzo.
No verán contratos millonarios con gobiernos de dudosa solvencia moral, curriculums inflados con clases paranoicas en universidades de compleja pronunciación. No verán una acumulación de cargos políticos uno tras otro. Incluso en la mayoría de casos no verán ni un sólo ingreso de dinero público.
Todo lo contrario, solamente pagos, mayores o menores, pero en definitiva pagos.
Sobrevivir a la matraca de los políticos eternos. Los Mas, los Rajoy, los Zapatero, los Homs –este no tiene nivel, pero habrá que ponerlo no sea que se cabree–, que sólo han vivido de lo público es duro. Escuchar a los Iglesias, Monedero, Garzón, Sánchez, es aún más duro.
Los primeros vienen de una generación de perdedores. Hijos de unos tiempos franquistas donde el poder se olía entre vertederos de contactos. Los segundos, y eso es lo peor, han tenido todo. Y aun así, en vez, de buscar su lugar en el mundo se han dedicado a husmear en los barrizales para buscar su lugar.
Quizás me estaré haciendo mayor. Pero a estas alturas cualquier empresario, autónomo, trabajador esforzado, o incluso un sindicalista de buena fe –que aún los hay– puede dar mil lecciones más que cualquier vividor de lo público. El poder no llega por la sangre, por herencia, ni por querencia, llega por el esfuerzo. Y me da que estar haciendo pasillos en la universidad o en la política durante tantos años deja un reguero de poca transparencia y aún menos ética. Ojala algún superviviente de verdad explique su vida y lo que supone esforzarse. Estos tipos seguro que lo flipan.