Sumar traiciones

El sol de Díaz calienta más. Se percibe ese cambio de hegemonía en el interior de la extrema izquierda. Y, ya saben, las traiciones son comunes allí donde la mediocridad se cruza con la ambición

Y tras la enésima división, se llamaron Sumar. Nunca fueron amantes de la verdad y siempre evidenciaron un problema de ego. Las guerras en la izquierda española poco tienen que ver con diferencias programáticas respecto al bien común; son, en realidad, crudas cuestiones de poder, a saber, puestos en listas y reparto de recursos. Ese es el fondo de la guerra entre Yolanda Díaz y Unidas Podemos. La excusa pública es, sin embargo, la forma de las primarias o cómo adjetivarlas. Como explicaba ayer Marta Espartero en Economía Digital, Sumar no quiere dejar nada por escrito y los de Ione Belarra no se fían. Las conversaciones están encalladas, pero los puñales vuelan entre miembros de un Gobierno que sufre inflación de narcisismos. 

Con este panorama a la izquierda del PSOE, Díaz oficializó su candidatura a la presidencia del gobierno. Contó con el apoyo de una miríada de partido, pero no de la cúpula de Unidas Podemos, un partido a la deriva. Los de Irene Montero y Pablo Iglesias perdieron credibilidad revolucionaria tras asaltar los cielos de Galapagar. Y sin hechos que sustenten sus palabras, ¿Qué les quedaba? ¿Proyectos reformistas? La falta de ejemplaridad les ha hecho perder apoyo electoral, y sus antiguos socios regionalistas y comunistas varios han ido cambiándose de bando. El sol de Díaz calienta más. Se percibe ese cambio de hegemonía en el interior de la extrema izquierda. Y, ya saben, las traiciones son comunes allí donde la mediocridad se cruza con la ambición.

Díaz, como muchos dictadores y como Pedro Sánchez, afecta la voz. Su moderación se limita al tono

De cara al ciudadano medio las políticas de unos y otros son las mismas. Todas esas facciones son profundamente colectivistas y antiliberales. Solo parecen defender la libertad de los violadores, los malversadores y los sediciosos. La diferencia reside, en todo caso, en las formas. Díaz, como muchos dictadores y como Pedro Sánchez, afecta la voz. Su moderación se limita al tono. Es una prueba del fracaso de la indignación. Llevan más de una década proclamando que la indignación sería el motor de cambio político, que provocaría la regeneración democrática; el cómo importaba poco, las consecuencias reales menos aún. Y es que las emociones sin responsabilidad sólo podían conducir a la mala legislación y a la degradación institucional.

Con una sociedad exhausta por tanta confrontación sin sentido, el viejo comunismo se ha puesto una nueva máscara. Yolanda ya no explota la ira sobreactuada de los Montero e Iglesias, prefiere endilgarnos la misma ideología, pero con la vaselina de una melindrosa performance. Díaz quiere que Sumar sea un Podemos melifluo, el comunismo mimoso. Los referentes ya muestran una evolución estética en el mismo vacío ético. Ha pasado del homófobo Che Guevara a la celebrity Jorge Javier Vázquez. Busca impacto, no rigor.

La perversión del lenguaje por parte de estas ideologías las aleja cada vez más de la realidad cotidiana

El mundo es cada vez más complejo, pero las nuevas opciones políticas perpetran discursos cada día más simplistas. Algunos partidos han pasado de ofrecer programas electorales a manuales de autoayuda, esos libros tan malos que, tras leerlos, uno acaba peor de lo suyo. En realidad, la perversión del lenguaje por parte de estas ideologías las aleja cada vez más de la realidad cotidiana. Al final, acaban hablando en jergas ininteligibles, mezclas de lenguaje inclusivo y retórica pseudo-religiosa, que ahuyentan a las familias preocupadas por la falta de trabajo y el aumento de los precios.

Finalmente, en este juego de traiciones, también tiene su papel, cómo no, Pedro Sánchez. El traidor cum laude ya no confía en el PSOE para mantenerse en el poder, su única obsesión. La marca socialista está en sus horas más bajas y, precisamente, el exceso de sanchismo tiene algo que ver. Así, el actual presidente del Gobierno sabe que más allá de los separatismos varios, necesitará un apoyo fuerte a su izquierda, y Podemos ya no puede; por lo que espera que Yolanda se convierta en esa bestia rosa que devore a los morados y aúne la izquierda radical por la vía de la cursilería cainita.  ¿Qué podría salir mal con tanto falso profeta y tanto judas vocacional?