Suerte del turismo (1)
Por estas fechas, de forma rutinaria, ciertos medios de comunicación generan debates sobre las bondades o maldades del turismo en nuestro país. Un sector económico que movía antes de la crisis el 11% del PIB y que ahora queda como el único que no está en crisis (al menos, no como los otros). Los expertos nos dirán al final de este largo ciclo depresivo el porcentaje sobre PIB y la ocupación hotelera; y veremos cómo se habrá incrementado en ambos ámbitos. Por lo tanto, poco cachondeo con las cosas de comer.
Dicho esto. ¿Todo lo qué se hace en turismo es bueno? ¿El empresariado y los profesionales que dependen actúan siempre correctamente? ¿Las administraciones acaban de entender las potencialidades y amenazas del sector? Las respuestas a las tres preguntas no pueden ser unánimemente positivas. Hay de todo en la viña del Señor. Con un corto artículo de opinión no puedo desarrollar como correspondería la complejidad de un análisis de este tipo.
Me centraré en algunos elementos que ahora mismo pueden provocar dudas y en otro artículo hablaré de potencialidades inexploradas. En Cataluña hay un turismo vacacional de corte clásico que ha ido mejorando en servicios y una cierta especialización temática: deportivo, familiar, wellness… Es el tradicional del modelo sol y playa o nieve que todavía es el que mueve el porcentaje más altode ingresos, debido, sobre todo, a la aparición de los turistas procedentes de países de Europa del Este. El sector ha compensado la pérdida de los scouts –exploradores–, que en turismo suelen ser los nórdicos y los alemanes, y que ahora están descubriendo decenas de Costas Bravas o Pirineos vírgenes en todo el mundo.
En Catalunya, crece con fuerza en la última década el turismo de ciudades que aglutina cultura, ocio diversificado y comercio con Barcelona al frente. En esta partida es en la que se puede recuperar un público centro-norte europeo que todavía nos tenía asociados a sex, sun and sand. Es en este terreno donde se está creciendo con norteamericanos (judíos) y tendríamos que crecer con chinos, indios, brasileños y otros emergentes.
Problemas: las dudas de algunas administraciones sobre el modelo. Algunas se limitan a seguir la corriente de las presiones de las patronales del sector, no siempre representativas de los empresarios más innovadores, mirando el siglo XX. Otras apuestan por estrategias de alto riesgo como el proyecto Eurovegas, que podría cuestionar el modelo donde se puede crecer de manera más segura y sostenible.
Sin embargo, hay otros ejemplos, como el caso de Barcelona, donde ayuntamiento y empresarios supieron poner la ciudad en el escaparate mundial (Juegos Olímpicos y congresos), pero no han sabido gestionar los flujos de visitantes. Básicamente, no se ha invertido en crear nuevas centralidades turísticas dispersas en la ciudad, que servirían para hacer bajar la presión sobre los únicos cuatro puntos de visita obligada. Eso provoca una turistificación abusiva de estos entornos y la subsiguiente expulsión de los ciudadanos autóctonos hacia otros barrios. Así, se mata la gallina de los huevos de oro del turismo sostenible, que es la autenticidad y la permeabilidad con la sociedad de acogida.
Lo que han hecho los ex Trincaires con Gaudí Experience, junto al parque Güell es para aplaudir, al mismo tiempo que se tenga que lamentar que ninguna de las administraciones municipales anteriores hayan sabido extraer todo el jugo del patrimonio inmaterial de Barcelona: capital de estado independiente, sede de monarcas, de grandes literatos, de resistencias y personaje heroicos, Rosa de fuego a principios del siglo XX, ámbito de las batallas por todas las libertades…
En estos momentos de brutales agresiones al segmento de la cultura, vía recortes y subidas impositivas (IVA y autónomos), me sorprendió agradablemente –una flor no hace verano– ver como el Ateneu organizaba un ciclo con artistas catalanes para turistas en Barcelona. ¿Se puede escuchar de forma habitual música folk, pop, clásica u otros géneros de autores catalanes y músicos catalanes en espacios en directo en BCN? No. ¿Se piensan las programaciones culturales y la promoción de ciclos de música, teatro y danza con criterios turísticos? Muy poco. Lejos estamos de Florencia o de Aviñón, por poner un caso de la Toscana y uno de Provenza.
La programación cultural con una dosis abusiva de cosmopolitismo muchas veces parece que apueste primero para traer gente de fuera que para promocionar artistas propios. ¿Tiene sentido para el turismo cultural creciente venir a Catalunya para escuchar un músico que ya puede escuchar habitualmente en su país? Tal vez la crisis económica obligará a cambiar el chip, siempre y cuando se encuentren programadores inteligentes y artistas que bajen los humos económicos. Así los turistas podrán encontrar, junto a pubs de música irlandesa en Barcelona, pubs catalanes. Tal vez nos quedaríamos sorprendidos de cómo los autóctonos también lo agradecerían.