Sudor y lágrimas de Oriol Junqueras
El hecho de que lo que está pasando en la política catalana sea en gran parte una lucha por el poder entre Artur Mas y Oriol Junqueras escandaliza a unos y alivia a otros. La conclusión es que no se contraponen dos ideas de Cataluña, dos sueños o espejismos, sino distintos resultados en escaños y concejalías.
Después de sollozar una mañana en Catalunya Ràdio al decir que los catalanes no podían perder la oportunidad de ir todos juntos hacia la independencia, Junqueras ha ido perfilando una hoja de ruta con sucesivas ramificaciones. El temor a la misma endeblez voluntarista catalana que llevó a Oriol Junqueras al temblor de voz en la radio es, precisamente, la que ahora contrapone una lista de Mas a la proliferación coralífera de listas con una proa de independentismo.
De ahí una sentencia memorable de Junqueras: «Las negociaciones con un Estado que te niega el derecho a ser Estado solo son posibles si son entre iguales». Todo eso lo dijo Oriol Junqueras sin atril, de cara a la eternidad, sin pauta escrita. Hay prisa. Lo que toca son elecciones autonómicas lo antes posible y, de inmediato, un Gobierno de unidad nacional.
El líder de ERC propone la preparación de una ley de transitoriedad jurídica
Artur Mas, Oriol Junqueras: un día en las carreras. Inmenso dilema para la nacionalidad catalana en su deseo de convertirse en Estado. Las diversas listas configuran ya un escaléxtric. En el cruce mayor, Junqueras ubica la categoría central de una Cataluña independiente en forma de república. Ah, la republica catalana.
El coronel Macià la proclamó el 14 de abril 1931, al ganar las elecciones municipales ERC. Fue muy sencillo: desde el balcón del Palau de la Generalitat anunció el nacimiento de la República catalana «en una federación de repúblicas ibéricas». Al cabo de unos tres días, llegó una alta misión de la nueva república desde Madrid y Francesc Macià arrió velas. Hubo un regresó a la vía autonomista. Fueron tres días significativamente efímeros.
En 1934, también Lluís Companys –entonces presidente de la Generalitat– proclamó su república catalana, concretamente el «Estado catalán dentro de una república federal española». En fin, la independencia. Duró unas horas, que se hicieron notablemente largas y a la vez catastróficas para la autonomía. Pero ¿para qué hoy deberíamos retener el tópico de que no asumir las lecciones del pasado puede acabar significando sudor y lágrimas?
Para evitar nuevos descarrilamientos aparatosos, el líder de ERC propone la preparación de una ley de transitoriedad jurídica «que diga que el marco de las leyes españolas seguirá vigente mientras no se vayan promulgando las leyes catalanas, porque todas las leyes que hay serán sustituidas progresivamente». ¿Cómo no se nos había ocurrido antes?