Soria el esquizofrénico
Al ministro Soria lo invade la esquizofrenia. Esta enfermedad política no se manifiesta en él con tanta intensidad como la chulería en Artur Mas, pero los síntomas son ya preocupantes. En una cena, el presidente de Red Eléctrica me explicó que el político canario se esfuerza en poner orden al lío morrocotudo de la generación y distribución eléctrica. No es, según la tesis de José Folgado, un gestor tan malo como creemos. Desde un punto de vista observador se diría que, más bien, está contribuyendo a enmarañar aún más el complicado asunto.
Soria se ha contradicho por la mañana y por la tarde. En radio y televisión. En Consejo de Ministros y en los reinos de taifa de la televisión matinal. ¿Recuerdan? “La luz no subirá un 11%”, decía a Mariló; “la luz tendrá que subir un 11%”, balbuceaba a Otero en el momento del té. Pío Cabanillas explica que José María Aznar, el ex presidente más rico, leyó una vez que los emperadores japoneses hablan poco y bajito. Y se aplicó la costumbre. El responsable de Industria y Energía, que no deja de ser un Aznar estirado, parece imitarle también en esto. Al menos hasta que tenga claro cómo administrar su ministerio.
Más que con la contradicción de las declaraciones, la esquizofrenia se delata en las actitudes. Ante el mismo problema, actúa contradictoriamente. Para enmendar a las eléctricas hay que echarle un par… de argumentos, no crean. El fundamental es que hasta ahora se han generado más de tres puntos de PIB en deuda impagable pero que hay que devolver; el segundo es que España es un país no tan rico. Por tanto, no puede asumir la curva de aprendizaje de la energía verde. Como se ha explicado, debido a ello, se nos gira el recibo más caro de Europa y las empresas son menos competitivas.
La solución matemática pasaría por una quita de la deuda acumulada, o sea que las empresas palmen. Como ha demostrado Acciona, se lanzaron a lo loco. Quisieron creer a Zapatero para ingresar suculentas primas sin analizar los riesgos. Días atrás, el resto del Gobierno ha señalado el camino a Soria. Ana Pastor ha aplicado la receta, nada más y nada menos, que con los bancos presentes en las autopistas rescatadas.
Pero volvamos a la esquizofrenia. Semejante sapo que se han tragado los accionistas de las vías rápidas, sin tantas dudas y sin riesgo de socializar las pérdidas, se ha servido calentito para ordenar otro desajuste del PSOE: el reparto a mansalva de licencias de televisión. Tantas dio Sebastián, que algunas son ilegales. De modo que cerrarán canales. En términos de negocio, a las cadenas se les quita activos y se hunde la seguridad jurídica a la que Soria apela para no tocar las eléctricas.
Pero las teles no tienen ni media torta. Así que Paolo Vasile llora la pérdida ante su audiencia mientras dice a la CNMV que el golpe, “atropello”, no afectará al resultado. Cerrará Nueve y La Siete. José Manuel Lara, algo más rico gracias al Rey y Pilar Urbano, apagará La Sexta 3, Xplora y Nitro. La competitividad tecnológica pide paso y Soria, esta vez, sí ha atendido la llamada. Aguardemos, por si acaso, al té de la tarde. En una casa cualquiera, la señora María y su esposo, Ramón, esperarán pendientes de la curva de precios para conectar la lavadora… ¡Ahora, María! O, ¡Ahora, Ramón! Quien sabe.