Sondeos y novedades

Nunca habíamos tenido unas elecciones tan polarizadas: Han vuelto las dos ‘Españas’, y se aprestan a medirse en las urnas a cara de perro

Cuantos más fenómenos nuevos que analizar, mayor es el margen de error en los sondeos. Lo que saben hacer los profesionales, además de, en la mayoría de los casos, manipular –perdón, cocinar resultados—, es mesurar variaciones de los parámetros ya conocidos, como la fidelidad del voto.

Son como sismógrafos, aptos para registrar pequeñas oscilaciones pero incapaces de prever la magnitud de los terremotos.

La falta de experiencia en materia de referéndums provoca errores de cálculo

Recuerden por ejemplo cómo se equivocaron los mejores al mesurar los referéndums de Escocia y del brexit. Según los pronósticos, los independentistas iban a ganar, como los contrarios a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Fallos estrepitosos. Originados en ambos casos por la falta de experiencia en materia de referéndums.

Sin embargo, las empresas que coincidieron en los pronósticos erróneos –todas se miran de reojo y temen arriesgarse demasiado por su cuenta— no han pedido perdón ni perdido clientela.

Como los arúspices de la antigua Roma, su oficio no consiste tanto en pronosticar como en influir en la sociedad y sus estados de ánimo a través de los pronósticos. Para ello vivían los arúspices a cuerpo de privilegiados sacerdotes.

En Andalucía ni un sondeo mínimamente creíble preveía a los socialistas fuera del gobierno

Por eso se llenan los bolsillos los sociólogos-empresarios que prestan sus servicios a las más diversas causas en vez de dedicarse al humilde y austero conocimiento con finalidades científicas.

Pasemos de la pérfida Albión a la inquieta y sin embargo sesteante Andalucía. Como bien recordaran los lectores de Economía Digital, si algo estaba claro, y así lo expresaban sus más preclaros analistas, es que los socialistas seguirían gobernando, ya fuera de la mano de Susana Díaz o de perica de los palotes.

Era dogma de fe compartido, no cuestionado. Ni un sondeo mínimamente creíble anunciaba la magnitud del temblor de tierra. Sin embargo, sucedió.

Y para colmo, resultó luego que el vuelco en las urnas era lo más previsible del mundo. Todo antes de confesar su incapacidad para detectar cambios y tendencias determinantes.

Desde la Transición que no tenemos unas elecciones tan polarizadas

Que si buena parte de los votantes del PSOE estaban hartos y se quedaron en casa. Que si centrar la campaña en el desafío catalán en vez de hablar de los graves problemas de la comunidad tenía que dar resultados infalibles, etc. ¡Pues haberlo intuido o insinuado antes!

No se trata en estos casos de mala fe sino de la extrema dificultad para encajar parámetros nuevos en los esquemas conocidos. Por eso el fútbol es más previsible que las próximas elecciones, porque en el fútbol los mercados están cerrados salvo en breves períodos y en cambio en política los nuevos actores y vectores pueden incorporarse en cualquier momento para desbaratar los esquemas en apariencia más consolidados.

 El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (d), y el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, durante la firma de un acuerdo de investidura y legislatura alcanzado entre los dos partidos en febrero de 2016

ni en materia de pensiones

Se han hundido los espacios de consenso hasta el punto que los partidos ya ni son capaces de ponerse de acuerdo en algo tan elemental como el Pacto de Toledo

Sin ánimo exhaustivo, enumeremos innovaciones de gran calado no asimilables que van a influir en el resultado del próximo 28 de abril. El primero: jamás se han producido en lo que va desde la Transición hasta nuestros días unas elecciones tan polarizadas.

Se han hundido los espacios de consenso hasta el punto que los partidos ya ni son capaces de ponerse de acuerdo en algo tan elemental como el Pacto de Toledo sobre las pensiones.  Han vuelto las dos Españas, y se aprestan a medirse en las urnas a cara de perro.

No se trata de una pura contienda entre izquierda y derecha, entre justicia social o mayor desigualdad. También está en juego el modelo territorial. La que tiembla es la entera arquitectura de doble equilibrio, social y territorial, diseñado en los años setenta del siglo pasado.

Con sus más y sus menos, estos fundamentos no se habían cuestionado nunca. Ahora sí. ¿Cómo va a reaccionar la sociedad? Sería previsible si toda España fuera Andalucía, pero no lo es.

Un nuevo paradigma político

En primer plano, la recomposición del sistema de partidos. El PSOE de Sánchez, dirigente de apariencia sosegada pero con ribetes de rebeldía que le comen el terreno a un Podemos que se desintegra cuanto más se integra.

C’s, que ha abandonado el centro para sumarse a las demás derechas y competir con ellas en un mismo territorio. El PP, que en vez remontar puede seguir hundiéndose. Estos tres factores son más o menos analizables y mesurables y hasta cierto punto previsibles, por lo menos en cuanto a los trasvases de votos entre formaciones conocidas. La contienda de fondo, no.

Tampoco el factor Vox, por la razón esgrimida, que nunca antes había aparecido como formación significativa. Si la disparidad entre diferentes sondeos en los vaticinios de la contienda PP-C’s es mayúscula, la incapacidad de prever el alcance del factor Vox es palmaria.

Si lo dudan, coleccionen sondeos, compárenlos y a finales de abril, asombrados, lo comprobarán.

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