¿Somos europeos o somos imbéciles?

Yo si a estas alturas de la vida estoy muy satisfecho de algo es de haber nacido en Europa. Cuando viajo por el mundo escucho a menudo a gente que quiere ser como nosotros, afortunados ciudadanos de Europa. Sí, señores, no se engañen. La gente en esas tierras lejanas no va diciendo «quiero ser boliviano, quiero ser de Bangladesh, o quiero ser de Eritrea». La gente, simplemente, si algo quiere ser es europeo.

Saben que ser europeo les permite un status de vida diferente. No sólo les proporciona una seguridad en las calles, sino también una facilidad para moverse por cualquier país y hasta una serie de ventajas sociales inimaginables decenas de años atrás.

Simplemente, ser europeo es el espejo de muchas sociedades. Y no debemos olvidar que si en Europa estamos donde estamos es porque hemos trabajado. Se trata de cientos de años de historia, cientos de años de tragedias y cientos de años de muertos a nuestras espaldas. Ciertamente, no ha sido una labor fácil.

Pero bueno, ya saben que algunos valoramos el pasado y otros simplemente quieren ser los notas de la historia. Nuestro progreso, nuestro saber hacer, ha servido también para formar a una panda de irreverentes vagos vividores sociales, cuyo gran mérito en muchos casos es simplemente encadenar becas de universidad en universidad. Hacer pasillos con tal de no trabajar o vivir del rédito de familias surgidas del esfuerzo. Esos indeseables han hecho su vida fácil, tan fácil, que su único objetivo es cargarse la Europa de todos.

Y a mi, la verdad, es que cuando alguien vive gracias al esfuerzo de otros me fastidia bastante. Se me pone esa cara de imbécil, propia de un culebrón suramericano de los mediodías antiguos. Ya saben, aquella cara de póquer donde la chulería del «pelandrusco de turno» sólo puede ser enfrentada con gran rigidez, quizás hasta con cinismo, pero sobre todo con conceptos claros. Y por qué no, buscar su humillación para que quede claro que hay líneas que no deben pasarse.

Y Grecia, para quien lo dude, no es un conjunto de «pelandruscos». Son gente normal que, simplemente, han votado a un grupo de elementos que no han creído más que en sus bolsillos y en sus vida. Han destrozado un país con sus mentiras. Por eso, seguramente, los ciudadanos griegos, en general, no merecen ese trato. Pero, perdonen, señores griegos. Si «no quieren pagar», no pasa nada. Directamente, se les ejecuta la deuda –al nivel posible– y se les expulsa inmediatamente del club de Europa.

Europa es un club de países deseados por el mundo, no un lugar para indeseables. Aquí hay unas condiciones para formar parte y s ino cumples, pues sales fuera. Simple, pero claro. Cualquier otra decisión sería convertira  Europa en un club de imbéciles más que en un club de deseables. ¿Duro para los griegos? Pues que pidan explicaciones a sus líderes cuando no tengan nada para comer. En Europa debemos estar orgullosos de ser europeos. Y tiene sus ventajas, pero también unas obligaciones que hay cumplir. Y si Grecia no quiere ser de Europa, es su decisión democrática.