Sólo hay una forma de frenar el coronavirus
China, una vez desbordada la situación, optó por cerrar las zonas infectadas e imponer la cuarentena para frenar en seco los contagios
Ahora que España acaba de descubrir la cruda realidad que entraña la crisis del coronavirus, después de que el Gobierno decretase el pasado sábado la cuarentena de todo el país, es el momento de que la población vaya tomando conciencia de la gravedad y dimensión del problema.
Por desgracia, los quince días de confinamiento obligatorio que anunció Pedro Sánchez mediante la activación del estado de alerta se quedarán cortos. España es, tras China e Italia, el tercer país que pone en marcha una medida de semejante naturaleza para tratar de frenar la pandemia. Y no, no serán sólo quince días.
Las autoridades chinas han tardado un total de siete semanas en controlar la infección encerrando a la población de la provincia de Hubei en sus casas —unos 60 millones de personas—, y, además, activaron dicho plan con una cifra de infectados inferior a la de España, de modo que esta situación podría prolongarse cerca de dos meses, siempre y cuando el plan aprobado por Sánchez se ejecute con eficacia.
La humanidad se enfrenta a uno de los peores virus de los últimos 50 años, y no tanto por su letalidad, del 3,4% de media, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), unas 34 veces más que la gripe común, sino por su elevada capacidad de contagio, dado que cada infectado se lo puede transmitir a otras 2,5 personas.
Esto significa que, en caso de no hacer nada, el volumen de afectados crecerá de forma exponencial en muy poco tiempo, pudiendo alcanzar al 70% de la población. Dado que el 20% requiere de algún tipo de hospitalización y el 10% son casos graves que precisan de cuidados intensivos o asistencia respiratoria, la principal amenaza del coronavirus es que su rápida extensión amenaza con colapsar el sistema sanitario.
No hay sanidad, ni pública ni privada, que soporte un tsunami semejante de pacientes. Hasta que aparezca un tratamiento efectivo para combatir la enfermedad o se descubra una vacuna, la única receta capaz de evitar el desastre es el distanciamiento social. No hay otra.
La humanidad se enfrenta a uno de los peores virus de los últimos 50 años
El contacto humano es la vía de transmisión que hay que cortar de raíz. Y es aquí donde la precaución y el factor tiempo juegan un papel crucial. Una de las dificultades del coronavirus es que la persona infectada es capaz de contagiar a otras sin necesidad de presentar síntomas, de modo que las autoridades sanitarias detectan la enfermedad con días de retraso.
China tardó semanas en percatarse de lo que estaba sucediendo y, una vez desbordada la situación, optó por cerrar las zonas afectadas e imponer la cuarentena para frenar en seco los contagios.
Sus países vecinos, sin embargo, adoptaron medidas preventivas en cuanto saltó a la luz el brote. Singapur, Hong Kong, Japón, Taiwán o Corea del Sur no han necesitado paralizar sus economías, ya que, desde el minuto uno, conscientes de la amenaza a la que se enfrentaban, comenzaron a buscar, identificar y aislar a todos los posibles infectados.
Cerraron fronteras, llevaron a cabo todo tipo de controles y test masivos, monitorizaron a los enfermos y sus contactos, al tiempo que sus respectivas poblaciones extremaban las medidas de precaución mediante el uso de mascarillas, una meticulosa higiene y guardando una distancia prudencial con el resto de sus congéneres. Y todo ello acompañado de una detallada, constante y rigurosa campaña de información pública por parte de sus autoridades.
Nada de eso ha sucedido en los países occidentales y, como consecuencia, España e Italia ya se han visto obligados a poner en marcha el plan draconiano de los chinos para evitar que el contagio siga su natural evolución exponencial.
Reino Unido, por su parte, apuesta también por el aislamiento, solo que, en esta ocasión, selectivo. El Gobierno británico impondrá una cuarentena de cuatro meses a los mayores de 70 años, la población más vulnerable, mientras el resto contrae la enfermedad para tratar de inmunizarse.
La incompetencia de Sánchez costará muchas vidas
No deja de ser una estrategia muy arriesgada, pero, en todo caso, entraña, igualmente, algún tipo de aislamiento social.
Sea como fuere, la gran diferencia entre los países que actúan de forma urgente y eficaz contra el coronavirus y los que no radica en que los primeros registran una tasa de mortalidad del 0,5% mientras que en los segundos se eleva al 5%, diez veces más.
España, debido a la incompetencia e inacción de Sánchez, se encuentra en el segundo grupo. Y eso costará muchas vidas.