Sociopolítica de la lotería
En Cataluña nada es lo que parece y las cosas -como dicen que ocurre con el Barça- son más de lo que son. ¿Qué es la Grossa?
Tiempo de Navidad. Tiempo de lotería. Nada nuevo bajo el sol. Ya en la Roma clásica, en el december o décimo mes del año antiguo, se celebraba la libertate decembri uti o la libertad de las saturnales a la cual seguía una fiesta en que abundaba la comida, bebida, encuentro familiar, la lotería y otros juegos de azar. Como hoy.
Vale decir que la idea de juego de azar proviene de la Grecia clásica. Idea que los griegos asociaban a la actividad de un demiurgo omnipotente que creaba y ordenaba el cosmos. Y, por añadidura, también ordenaba la existencia humana.
Hoy, a la manera de nuestros antepasados griegos y romanos, confiamos -en buena medida- nuestra suerte individual a la diosa lotería. La lotería de Navidad es nuestro gran demiurgo contemporáneo.
Por eso, compramos décimos. Para conseguir que nuestra suerte cambie gracias a la acción de la divinidad. Al respecto, no es una casualidad que la diosa romana de la suerte respondiera al nombre de Fortuna.
Una Fortuna que proporcionaba fertilidad y resolvía el futuro de los romanos, que se representaba acompañada de un timón y una cornucopia de la cual surgían frutos y flores. Hoy, de la cornucopia de la diosa Fortuna, sale dinero.
La lotería nació en 1811 para sufragar la deuda generada por la Guerra de la Independencia
En la España de hoy, la lotería aporta recursos al Estado –por eso nació en 1811 tal y como la conocemos: para sufragar la deuda generada por la Guerra de la Independencia- y sirve, también, como elemento cohesionador y redistribuidor del vil metal entre la población. ¿Una ilusión? Sí. El ser humano también vive de ilusiones.
La función de la lotería –no de cualquier lotería, sino de la denominada Lotería Nacional– fue rápidamente percibida por el nacionalismo catalán que, ni corto, ni perezoso, puso en marcha (2013) su particular lotería de Navidad o Fin de Año con el nombre de la Grossa.
En Cataluña nada es lo que parece y las cosas -como dicen que ocurre con el Barça– son más de lo que son.
¿Qué es la Grossa? ¿Una lotería que permite que la Generalitat de Cataluña recaude unos ingresos de los cuales una parte se reparte entre los poseedores del número de la suerte y el resto se destina a obra social? Sí. Pero, no solo eso. La Grossa -como el Barça- es más de lo que parece.
La Grossa es una manifestación de ese nacionalismo banal que pretende cohesionar a los catalanes: es otra estructura de Estado
1. La Grossa es un instrumento que genera un rédito político que cobra el independentismo catalán en forma de victimismo y buenismo. Con la Grossa -afirma el secesionismo catalán-, el dinero no sale de Cataluña y se invierte en políticas sociales. Esto es, disminuye el expolio que soporta Cataluña y favorece la calidad de vida de los catalanes.
2. La Grossa, por decirlo a la manera del politólogo británico Michael Billig, es otra manifestación de ese “nacionalismo banal” -común y trivial, pero presente aquí y allá en la información, meteorología, rotulación, mapas, deporte, ocio y un largo etcétera- que pretende concienciar y cohesionar a los ciudadanos catalanes alrededor de la idea de nación catalana.
Si es normal que Cataluña -por ser nación, dicen- tenga derecho a un Estado propio, selecciones deportivas nacionales propias, Conferencia Episcopal propia y lo que ustedes quieran imaginar y añadir; si eso es normal, también lo es -concluyen- que tenga derecho a disfrutar de una lotería nacional catalana.
Utilizando la terminología del nacionalismo catalán: la Grossa es otra estructura de Estado.
Cosa que viene a confirmar el carácter azaroso del independentismo catalán. Azaroso: que tiene en sí azar o desgracia. Azar: desgracia imprevista. Desgracia: suceso que produce dolor o pena, situación de infelicidad, mala suerte. En definitiva, las bolas trucadas del independentismo catalán.