Sociedad de la manipulación
Las circunstancias políticas que afectan a Cataluña están cambiando rápidamente y muchos políticos están modificando su discurso para adaptarse
La proliferación de libros sobre el procés indica claramente que no existe un solo relato explicativo. Cada uno de los protagonistas, por acción u omisión, interpreta los hechos de manera distinta hasta el punto que una misma circunstancia puede ser vista de manera contradictoria.
Algunos de los relatores del proceso, intensamente vinculados a las posiciones políticas que lo sustentaron, argumentan ahora sus defectos y tratan de justificar sus acciones; otros, desvinculados de las dinámicas políticas favorables, tratan de entender y analizar sus efectos.
Lo cierto es que las circunstancias políticas que afectan a Cataluña, y sobre todo las que vendrán en el futuro inmediato para recomponer el país, están cambiando rápidamente. Y muchos de los profesionales de la política –o los que viven en sus entornos– están modificando sus posiciones para adaptarse a los nuevos tiempos.
Esa parte de la vida política que funciona sobre el principio de adaptación rápida a los requerimientos estratégicos del poder es fascinante. Es un argumento de la vieja política que sobrevive en tiempos de nueva política; o quizá es el argumento único de la política.
No es un tema que se viva únicamente en Cataluña. Ocurrirá algo similar en el País Vasco a raíz de la definitiva disolución de ETA y el acercamiento de los presos y en el entorno del Partido Popular alrededor de la moción de censura y el posterior congreso.
La moderna política y el storytelling…
Hay tantas narraciones como personas y cada una de ellas es lo suficientemente dinámica como para converger en aquella que finalmente resulte ganadora.
La moderna política se construye sobre técnicas de storytelling que bien podría definirse como una manera de contar historias usando lenguajes multisensoriales para generar en los ciudadanos una mayor capacidad para interiorizar, comprender y crear significado personal de cada una de ellas.
El ‘storytelling’ ha encontrado en las redes sociales un instrumento verdaderamente eficaz
El storytelling como forma de persuasión ha encontrado en las redes sociales un instrumento verdaderamente eficaz en la medida que desaparece el intermediario de conocida y en cierto sentido dudosa credibilidad política (el medio de comunicación tradicional) sustituido por canales de autoafirmación (redes). Tal como señaló Watzlawick a principios de los años 80, lo que llamamos realidad es el resultado de la comunicación.
Trump ha aplicado todo este instrumental a la perfección y agencias como Cambridge Analytica lo han sofisticado mediante la utilización intensiva del big data como técnica básica. Que somos prisioneros de un relato parece indiscutible, si ello es consecuencia de un proceso prefabricado o una derivada inevitable de los entornos informativos y comunicativos que nos rodean es opinable.
… y cómo se aplica en Cataluña
La realidad catalana sugiere profundizar en este debate. Tantas unanimidades en uno u otro sentido del conflicto, tanta ausencia de matiz y sobre todo tanta construcción esteticista para personalizar el discurso (lazos amarillos, Tabarnias, etc) solo parecen explicarse bajo los criterios propios de un discurso prefabricado.
Sin embargo, la indiscutible credibilidad que deben merecer la mayoría de los profesionales de la comunicación, opinadores y analistas que siempre tuvieron voz propia obliga a pensar que quizá la opinión pública vuela sola a partir de un argumentarlo que se construye sin intermediarios reales.
Los amantes de la confabulación son probablemente felices observando muchos de los acontecimientos políticos de los últimos meses a escala internacional.
Los cambios que se avecinan aventuran que se deben revisar la capacidad de nuestro sistema educativo
Quizá tengan razón, pero lo que la realidad señala es que está cambiando el valor absoluto de la información, lo que en términos históricos significa que estamos cerrando un ciclo.
Las consecuencias de todo ello son múltiples, las soluciones por el contrario escasas. En cualquier caso, los cambios que se avecinan aventuran una única respuesta: revisar la capacidad de nuestro sistema educativo para formar ciudadanos preparados.
Así, podrán afrontar el enorme reto que supone construirse individualmente una narración vital que interprete la realidad sin convertirse en un esclavo de la misma.