Sobre algunos militares
La impotencia de algunos militares ya solo tiene como vía de expresión el mundo virtual donde es posible incendiar sin que realmente ocurra nada
No es lo mismo el intento de golpe de Estado del 23 febrero de 1981 perpetrado por militares en activo que el odioso chat/comunicado de Whatsapp de exmilitares de alto rango para reclamar la estabilidad política en España.
No es lo mismo y, sin embargo, opera en ambos casos el mismo planteamiento, basado en el temor de que España se disuelva, ahora como consecuencia del independentismo y Unidas Podemos, y antes por culpa de ETA y el comunismo.
En ambos casos, el argumento se estructura bajo una visión que siempre busca la instrumentalización de la figura del Rey de España para conseguir su propósito; ahora con Felipe VI y antes con Juan Carlos I.
Lo más destacable de esta polémica no es que unos militares puedan expresar con frases gruesas y violentas su particular forma de querer solucionar los problemas de los españoles, sino el hecho de que hoy solo puedan hacerlo en el entorno virtual.
Han pasado de intentar acabar con la democracia en la realidad a solo poder hacerlo a través de una carta, que no será contestada, con el manifiesto que ha firmado otro grupo de exmilitares, en concreto 271, o con encendidos comentarios en un chat particular.
La evolución no puede ser más positiva pues, siguiendo esta secuencia, dentro de treinta y nueve años ya nada quedará de la fascinación que tienen algunos militares españoles por alertar de los peligros que corre la nación.
El iluminismo pesimista de estos militares nada puede hacer para cambiar la historia
Lo relevante es que la impotencia de algunos militares ya solo tiene como vía de expresión el mundo virtual donde es posible incendiar sin que realmente ocurra nada. Ser patriota en España, por suerte, ya solo significa alentar y defender la Paz entre los españoles.
Nos encontramos con unos militares encendidos que ya nada pueden hacer excepto expresar sus opiniones. Así pues, no estamos frente a una crisis institucional, sino ante un episodio que, gracias a la libertad de expresión, permite saber cómo piensa una parte de exmilitares de alto rango.
Todas las democracias del mundo que han nacido tras una dictadura deben aprender a convivir, siempre que no se salten las leyes, con grupúsculos que siguen alentando el retorno al pasado o una falsa estabilidad política por el bien de España.
La buena noticia es que la actual polémica no plantea un problema institucional, ni define nuestro tiempo político, ni allana el camino para cambiar nuestras normas de convivencia como ha ocurrido en otros momentos de la historia de España.
El iluminismo pesimista de estos militares nada puede hacer para cambiar la historia, para encerrarla en sus dogmas trascendentes, en sus recelos.
Son solo algunos militares los que siguen creyendo en la duración eterna de una España única cuando, realmente, las contradicciones de la sociedad son el verdadero futuro de la nación