Sin pan ni circo

 

Esta semana se han ido dos personajes muy queridos por la población catalana vinculados al mundo del tiempo libre y el entretenimiento: Pep Guardiola y Mònica Terribas. El primero lo ha hecho por voluntad propia, la segunda ha sido cesada por motivos partidistas. El poder simbólico e identificador de los sistemas de comunicación y del deporte de masas acaban de pasar página al capítulo más intenso de su historia en Catalunya. Diganme aprovechado, pero su acceso a la dirección del més que un club y més que una televisió, se ha producido cuando llegaron al gobierno el independentismo y la izquierda independentista, respectivamente. Ambos, desacomplejados.

Que los dos han podido disfrutar de gestionar la última etapa de las vacas gordas presupuestarias, no es argumento para anular ningún mérito. De hecho, les tocó levantar dos instituciones que, a pesar de tener equipos humanos y recursos presupuestarios enormes, habían caído muy abajo. Así pues, felicitémoslos por la tarea hecha y felicitémonos de que el país dé, de vez en cuando, profesionales que unen excelencia, exigencia, civismo y patriotismo. Mucha gente espera que su juventud les permita volver a la primera fila de nuevas responsabilidades públicas, fieles siempre «al servicio de este pueblo».

Dicho todo esto, la crisis estructural que vivimos, que ha dejado a millones de personas con el pan justo o insuficiente, ahora les quitará el entretenimiento y la emoción que proporcionaban los dos elementos simbólicos: el Barça y TV3. Pero no será sólo por la marcha de estas dos personalidades. La crisis económica llegará a las estructuras de la Televisión de Catalunya y del Barça. Tendremos que ver si sus dirigentes políticos saben hacer las reformas estructurales necesarias rechazando la grasa sin sacar carne y hueso.

El problema, como siempre, es que no somos independientes y por lo tanto no somos una isla. Y tendremos que combatir las leyes españolas que dan ventaja a las televisiones privadas y públicas españolas. Y denunciar el incumplimiento que la cadena privada de Catalunya hace del uso de la lengua catalana. Nos tendremos que apuntar a la denuncia de los equipos alemanes ante los tribunales europeos sobre la competencia desleal de los clubes españoles en no pagar deudas a hacienda por más de 700 millones de euros. Y denunciar por lo mismo a aquellos clubes predominantes en las españas profundas que se permiten fichajes millonarios porque, detrás, hay la diputación o la institución autonómica correspondiente a través de las cajas de ahorro controladas. ¿Cuántas veces los equipos catalanes de baloncesto o de balonmano que se pagan las competiciones de su bolsillo o de patrocinadores privados se han visto las caras con equipos que, de hecho, podrían estar nacionalizados por la naturaleza de sus fuentes de ingresos?

Si la crisis sirve para poner el entretenimiento y el deporte donde le corresponde, bienvenida. No puede ser que en un país donde falte el pan, sobre el circo. Sea España o Catalunya, que se despiertan pobre el uno y empobrecido el otro.