Sin crédito no hay industria ni empleo

No pocas veces una breve metáfora nos puede ayudar a expresar una idea. En este caso, la idea es resaltar la necesidad de encontrar el elemento o causa principal a la hora de analizar una situación y percibir el núcleo del problema, como le sucede en esta conocida metáfora a Watson, el ayudante de Sherlock Holmes, inspector inglés conocido por su capacidad deductiva:

Un noche de verano, Holmes y Watson se van de acampada y Holmes se despierta sobresaltado…
– Watson, mira al cielo y dime qué ves
– ¡Veo millones de estrellas!
– Y eso, ¿qué te dice?…
Tras pensar un instante Watson respondió:
– Astronómicamente, me dice que hay millones de galaxias y potencialmente billones de planetas; cronológicamente deduzco que son las tres de la madrugada; filosóficamente que somos pequeños e insignificantes; meteorológicamente me dice que mañana tendremos un día soleado…Por cierto, a usted que le dice amigo mío.
Tras un corto silencio, Holmes contestó:
– Que: ¡Nos han robado la tienda de campaña!.

La lección que nos enseña Watson es la necesidad de percibir lo esencial de cada circunstancia. Cuando nos referimos a nuestra situación económica y social, nos encontramos con alarmas encendidas muy graves: el paro, la pobreza, el debilitamiento de los servicios públicos, la injusta distribución de la riqueza, el fraude fiscal, la economía sumergida, la corrupción, la debilidad de nuestras estructuras institucionales y políticas, etc. Entre todas ellas, destaca de forma esencial la falta de crédito.

Imposibilita cualquier esfuerzo para mejorar nuestra competitividad. No es baladí que España se haya convertido en uno de los países del mundo que impone más trabas y obstáculos para acceder al crédito, según el último informe publicado por el Foro Económico Mundial (FEM) que sitúa a España en el puesto 122 (de una lista conformada por 144 países).

Conocemos las razones: el estallido de la burbuja financiera y los niveles de deuda de las empresas y familias. Incluso hemos comprobado que son cuestiones difíciles de resolver, como refleja que el valor de la mayoría de nuestros bancos y cajas está más que devaluado, e incluso, ha ido empeorando día a día a pesar de las costosas cinco reformas financieras.

Como lo padecemos cada jornada, sabemos que las duras condiciones impuestas por las entidades financieras, y el incremento de los mecanismos de seguridad de las sociedades de capital riesgo, están estrangulando la base de nuestra industria, la pequeña y mediana empresa. La falta de liquidez ha llevado a la quiebra a empresas solventes. Y el poco crédito que fluye es insuficiente para mantener vivo el ya débil tejido industrial, más aún si entendemos que nuestro futuro pasa por mayores esfuerzos en innovación y aspiramos a una creciente internacionalización y exportación de nuestras empresas y productos.

Es urgente que el sector financiero atienda de una vez las necesidades del sector industrial y se corrijan los inconvenientes que representa que los bancos se hayan acostumbrado a operar con actividades inmobiliarias y complejos productos financieros, dejando al margen a la industria.

La sociedad precisa que se explique con claridad qué está sucediendo cuando se destinan ingentes cantidades de millones de euros públicos –es decir, de todos– para rescatar al sistema financiero y éste sigue sin poder o sin querer jugar su función de dinamizador de la economía. No se entiende ni se comprende, y por eso en las calles se grita y se denuncia con indignación, que haya dinero para los banqueros y no lo haya para la sanidad, la educación o la I D i.

Sin crédito no hay recuperación económica, ni reformas que valgan. Sin crédito no hay posibilidad de crecimiento y sin éste habrá más déficit fiscal y más deuda pública, que llevan a más despidos y ajustes, que provocan menos consumo y así sigue la rueda de la depresión económica, más crisis y más paro.

España no se puede seguir gestionando clandestinamente, sin información, con mentiras, sin debate, sin contraste, con Reales Decretos, sin vida parlamentaria. Ni tampoco nos podemos permitir cortinas de humos que nos impidan ver la raíz de nuestros problemas y déficits intentando hacer mirar a la sociedad hacia otro lado y distrayendo nuestra atención como hace eficiente y profesional carterista antes de robarnos la cartera limpiamente en el autobús.

Hoy la sociedad precisa y exige, liderazgo político, diálogo, soluciones compartidas y esfuerzos equilibrados que permitan recuperar la esperanza en nuestro futuro para corregir los errores económicos que han representado los artificios monetarios y el deterioro de nuestro sistema fiscal debilitado y que ha vivido sin la necesaria lucha contra el fraude y sin la inversión productiva.