Sin alternativa
Pese a que España es el tercer país del mundo con más casos declarados, el Gobierno saca pecho y se coloca a sí mismo las medallas
Cuando lo peor está por llegar, España sigue siendo el país avanzado que menos test de coronavirus por habitante ha efectuado y está en condiciones de realizar. Es clamorosa asimismo la ausencia de material de protección, empezando por las mascarillas, incluso para el personal sanitario y el más expuesto al contagiarse del virus.
A pesar de saber, ya desde enero, que la detección precoz de los primeros casos, el seguimiento de los contactos y su aislamiento era la primera y mejor vía para atajar la expansión de la pandemia, nadie con responsabilidades públicas movió un dedo para procurarse los millones test que a día de hoy apenas están empezando a llegar.
Aún a sabiendas de que aislar los focos desde el primer momento es imprescindible para restringir la extensión de las zonas expuestas al colapso sanitario, el Gobierno se negó y sigue negándose a aislar Madrid y Cataluña.
Pese a ser ya el tercer país del mundo con más casos declarados (y a buen seguro el que más contagios de su población ignora por falta de test), el Gobierno saca pecho y se coloca a sí mismo las medallas.
El impúdico aplauso que se dedica Pedro Sánchez es coreado por cierto entorno mediático, pero a medida que crezca el ya imparable número de víctimas, no pocos vítores se trocaran en abucheos.
Nadie conoce a ciencia cierta la distancia entre infectados oficiales y reales, pero las estimaciones van de los 100.000 a cifras espeluznantes que triplican o hasta multiplican por diez dicha cifra.
En cualquier circunstancia, el Gobierno responsable caería de manera inmediata a la salida de la pandemia
Sólo había, sólo hay que atender a las prácticamente unánimes recomendaciones de los científicos para tomar las medidas correctas, que son las drásticas, y tomarlas a tiempo.
Lo menos costoso y más eficaz era la detección precoz, el seguimiento de los rastros del contagio y el aislamiento de los portadores antes de que sea demasiado tarde. En Corea del Sur ha funcionado. En España no, porque los políticos minimizaron el peligro desde el primer momento.
A renglón seguido, aislar los focos. Sólo se hizo en Igualada y parece que allí la curva de enfermos ya baja. No se hizo en otras partes y ya estamos viendo el resultado.
En tercer lugar, el decreto de confinamiento llegó tarde y es muy probable que resulte insuficiente, por blando. Si es el caso, veremos con cuánto retraso en relación a Italia se decreta el cierre total salvo los servicios esenciales.
Por otra parte, contamos con un sistema sanitario mucho menos preparado hoy que antes de la pasada crisis para prestar atención a los que lo requieren ingresar y cuidados intensivos. Mientras el personal sanitario va cayendo, sigue faltando de todo lo esencial, y mucho.
En cualquier circunstancia, el Gobierno responsable caería de manera inmediata a la salida de la pandemia. Va a ocurrir sin duda en Italia. Si las curvas de expansión y los más sofisticados logaritmos aciertan en sus aciagos pronósticos de millones de muertes en Estados Unidos antes de las elecciones, Donald Trump puede caer de manera estrepitosa. Veremos qué ocurre con el indolente Boris Johnson.
El bajísimo perfil de Casado y Arrimadas les habilita para compartir las culpas con Sánchez, cada cual a su nivel
Todo indica sin embargo, que Sánchez seguirá en casi cualquier circunstancia. Sea como sea de triste el balance, la España política no está en condiciones de hacer pagar a nadie los platos rotos en forma de exceso de vidas segadas. Ni al Gobierno ni a la oposición.
SI Sánchez ha actuado con retraso y se ha quedado casi a medias, Pablo Casado ha perdido una ocasión tal vez única de liderazgo. Para ello debería haber convencido a la presidenta de la comunidad, Isabel Díaz Ayuso, de que era imprescindible cerrar Madrid a cal y canto. Para ello no le bastó con informarse y asesorarse.
Le faltó coraje, decisión. En vez de dar un paso al frente y decir lo obvio, que había que procurarse test y material y tomar medias drásticas a tiempo, se quedó agazapado y a la espera, igual o peor que Sánchez. Su pusilanimidad en momentos tan dramáticos le invalida para exigir luego responsabilidades.
Lo dicho reza también para la otra ausente, la flamante encargada de liquidar Ciudadanos, Inés Arrimadas. El bajísimo perfil de ambos más bien les habilita para compartir las culpas con Sánchez, cada cual a su nivel, que es muy distinto.
Por esta parte, las diatribas contra el presidente que sin duda van a llegar en su momento, cuando el número de muertos baje lo suficiente, van a ser poco creíbles.
Por otra parte, como Pablo Iglesias se ha quedado sin margen para la menor discrepancia, ya sólo se preocupa de arramblar alguna que otra medalla de la repleta pechera de su gran timonel.
Sánchez e Iglesias se van a agarrar al único salvavidas seguro y disponible
La predicción es que ambos se van a agarrar al único salvavidas, y nunca mejor dicho, seguro y disponible.
Si hubiera dos o más, tendrían margen para intentar no ahogarse cada cual por su cuenta, pero como no hay más que uno, y es de tal naturaleza que solamente flota s se agarran los dos en él, van a comportarse del único modo que les conviene.
Siempre les quedará una excusa: podría ser peor. Incluso si llegamos a igualar o superar los muertos de Italia, seguirán, en vez de asumir culpas y responsabilidades, colgándose medallas de las vidas y las haciendas que han salvado. Sin alternativa.