Tan enfermo que más de un lector al leer el título no sabrá ni qué territorio estamos definiendo. Más aún ni sabemos de dónde venimos y sobre todo no sabemos dónde vamos. El país está desorientado. Cada paso adelante son múltiples pasos atrás. Queremos crecer pero llevamos una mochila tan grande que no la podemos cargar.
Recuerdo las conferencias que daba Ryan Bingham el personaje interpretado por George Clooney en Up in the air, donde jugaba con las cargas de la mochila de un ciudadano: casas, coches o viajes. La similitud era bien obvia: a más carga, más difícil era caminar con la mochila. En este país, muchos ya no pueden cargar con su mochila, y su camino cada vez es más lento y tortuoso. Vemos en el horizonte cunetas de gente agotada, sin más recursos a su disposición.
Unos adoctrinan que la salida es internacionalizar la “mochila”, pero quizás no entienden que con una mochila llena es muy complicado hacer largos caminos. Todos hemos hecho excursiones, y hemos llevado una mochila más real si cabe. Todos sabemos que si la mochila va muy cargada debemos vaciarla, bien comiéndonos lo que hay dentro o bien tirándolo. Nadie ignora además que sólo quién carga la mochila sabe de su peso y de su capacidad para llevarla.
Nuestra mochila es pesada, pero sólo nosotros somos responsables de lo que hemos metido dentro. Algunos hábiles intercambian su contenido, otros se han agenciado una bicicleta o un coche. Pero no nos engañemos: en un mundo como el actual las fuerzas flaquean y la gasolina tampoco es eterna. Como decía Bingham (o Clooney), hay que vaciar la mochila, y para hacerlo debemos comenzar por reconocer que va muy cargada.
Recordemos el pasado. Las excursiones del colegio de niños donde queríamos cargar nuestra mochila con muchas cosas, hasta recuerdo colocar “de estranquis” los clics de Famobil. Pero siempre había una madre, padre o abuelos que los quitaban. Sabían que no podíamos llevar todo lo que quisiéramos. Curiosamente, al hacernos mayores hemos ignorado esos consejos, y ya no sólo hemos puesto los clics, sino el fuerte entero.
Ahora la mochila pesa mucho, y estamos tan acostumbrados a jugar cada día con los clics que nos cuesta eliminarlos. Estamos tan enfermos del “juego de la vida”, que no es casi imposible desprendernos de él. Ya no se valora el esfuerzo, el trabajo, la realidad. Simplemente queremos seguir jugando y que alguien cargue nuestra mochila. Por ejemplo contra los bancos con la dación de pago, o no se engañen, los bancos contra todos porque quieren que la mochila la cargue el país. Total, uno por otro y otro por uno, aquí nadie quiere cargar su mochila.
La lección más importante de la crisis es que nadie quiere ser responsable de ella. Para muchos, los bancos; para los bancos, los ciudadanos; para los sindicatos, las empresas; y para las empresas, los sindicatos. Y ante todos, sólo falta decir que Dios. Pero que nadie se lleve a engaño, eso no es así. Todos somos responsables, y por lo tanto todos hemos hecho enfermar al país.
Todos huimos de responsabilidades y buscamos culpables. Seamos francos. Cuando uno camina con una mochila llena por una carretera tortuosa ¿es más importante saber quién la ha llenado?, o ¿es más importante intentar llegar al destino?. De niños lo teníamos claro, y aprendíamos a no llenarla por segunda vez. Ahora, la verdad, el destino importa a bien pocos. Solo hace falta leer el número de huelgas previstas para las próximas semanas. Sin lugar a dudas, otro triste ejemplo de intercambio de cargas de sus mochilas.
Pero, sin acritud, no hay que intercambiar mochilas, sino vaciarlas, y para eso definir dónde queremos ir. El no way americano esta muy bien, pero aquí en Europa debemos definirnos ya, de una vez. Ahora mismo, la sociedad está tan enferma que simplemente se contenta con echar las culpas al vecino en vez de seguir caminando. Algunos pensarán que quizás no hay segundas oportunidades, pero es tan fácil como decir que no podemos más y vaciar la mochila. Eso sí, siendo responsables que sin comida ni agua no se llega muy lejos sin esfuerzo.
El país está enfermo, pero si somos incapaces de entenderlo o reconocerlo nunca podremos ponerle solución. Para muchos, un discurso duro, demoledor y triste. Pero señores/as lectores/as, ¿qué preferimos? ¿hablar de la realidad o seguir cargando nuestra mochila aunque estemos tan débiles y enfermos que no podamos ni cargarla? Nadie duda de que es tan simple que hasta un niño debería dar la respuesta. ¿Tan pesada es nuestra mochila?, ¿tan pesada que los adultos no vemos respuesta? Enfermos sí, pero espero que lúcidos también. Que cada uno piense su respuesta.