Simplemente Ada Colau, la activista
Escribo esta semana desde un remoto lugar cuyo topónimo significaba antiguamente “el lugar de la suma verdad”. Creo que es ideal para hablar de Ada Colau, la portavoz de Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH).
Es obvio que la suma verdad no existe, ni nunca ha existido, y es simplemente la constatación de hasta donde puede llegar el hombre, o donde está el límite al que queremos llegar. Por suerte en esta columna simplemente opinamos, ni mejor ni peor, sino lo que nos da la gana. La verdad, y como no la suma verdad, escapa de nuestras líneas.
Reconozco que hace tiempo oí hablar de Ada Colau. Miré por todos lados – principalmente Google y hemerotecas – y nunca supe si era abogada o economista – prueben y verán que aparece citada como tal -. En fin, que parecía una persona sin pasado definido.
A mi la gente sin pasado me da grima. Ahora he sabido gracias a su popularidad que tiene una profesión más curiosa “activista”, y como a la vicepresidenta del Govern, Joana Ortega – en su caso psicología – le faltan dos asignaturas para acabar filosofía. Por cierto nunca entenderé por qué siempre les faltan sólo dos asignaturas para acabar las carreras en la universidad.
Ada Colau ha aparecido de golpe en los medios y algunos ya la ven como la nueva heroína del país. Es la líder – ellos le llaman portavoz – de la Plataforma Afectados por la Hipoteca. Es una líder y/o portavoz del colectivo de gente que no paga hipotecas al no haber tenido nunca una. Es como ser entrenador de fútbol sin nunca haber dado una patada a un balón. Algo que, en mis lógicas caprichosas, me sorprendió.
Me dediqué a leer su libro estrella Vidas hipotecadas, escrito junto a Adrià Alemany – que por cierto creo que nunca tampoco ha tenido una hipoteca -. Quizás en un alarde de locura lo leí en apenas un par de horas – lectura rápida –. Pude extraer diversas notas e ideas.
Aunque conceptualmente podríamos tener alguna sinergia – en temas como la dación en pago ya citados en mi columna La felación de Rajoy, e incluso alguna de sus formas tan denostadas pueden despertar alguna simpatía por mi parte más diabla, reconozco que el libro está plagado de incongruencias, medias verdades, y en definitiva ganas de hacerse notar. Aquello que llamamos ser guays, vamos nada nuevo en este país.
Desde el maldito concepto de hablar en nombre de todos: “La PAH se constituye en Barcelona el 22 de febrero de 2009 ante las crecientes dificultades de una ciudadanía sobreendeudada que, con el aumento de los tipos de interés primero, y del paro más tarde, se ve incapacitada para hacer frente al pago de las cuotas hipotecarias.”.
Es curioso que crean algo no por ellos – como reconocen no están sobreendeudados –, sino por el designio de la ciudadanía a la que van a proteger. Y pasan directamente a la manipulación, podríamos decir hasta forzosa, “Pero ¿serían capaces los afectados por la hipoteca de ir más allá de su propio caso e implicarse en el proceso político? ¿Se convertirían los afectados en activistas?». Ya no hablamos de hipotecados sino de mercaderes de la política.
Llegan, incluso, a extremos fuera de la ley. “Paralizar un desahucio desafiando una orden judicial es una acción
de desobediencia civil: desobedecer de forma activa leyes que se consideran injustas no solo es un derecho, sino también un deber de la población”. Vamos todos pues a pasarnos por el forro las leyes, que total como no nos gustan no las cambiemos, directamente las violamos. Pero claro por suerte nos informan que esa violación tiene un fin social importante: “Pero más allá de las leyes y los protocolos, quien haya participado en uno sabe que detener un desalojo se convierte en un momento mágico: los nervios a flor de piel, la incertidumbre por no saber hasta el último momento si lo lograremos, la angustia de la familia, los sentimientos de solidaridad y determinación entre las personas concentradas, los rumores de que la comisión judicial se acerca…”. Es decir, mientras el desahuciado es potencialmente expulsado de su casa ellos se “corren” en su momento mágico.
Suerte que tienen inspiración: “Inspirados en la «primavera árabe», el 15 de mayo de 2011 miles de ciudadanos indignados se autoconvocaron por medio de las redes sociales para salir a la calle y exigir una democracia real”. Recordemos que estamos en un Estado fascista y policial, y como no machista pero lleno de heroínas. Lean sino una estrofa sobre una desahuciada “ El marido, acobardado ante las dificultades, la abandonó a ella y a los hijos. Pero ella no se rindió”. Tienen el don de clasificar a la gente.
Hace no mucho leía a un catedrático de psiquiatría que comentaba que en los momentos duros pueden aparecer muchos sinvergüenzas que sin más arte que la violencia y el extremismo radical se aprovechan de las autenticas víctimas. Engañados en inocencia y en la dificultad de encontrar una salida digna. Curiosamente es gente que disfruta de estar en medio de los conflictos de los que nunca hubiera tomado parte, pero que se creen con la suma verdad de poder actuar contra todo y desde todo.
Como tenemos la desgracia de tener unos medios en este país que no corroboran nada veremos a Ada Colau y compañía actuando a diario, desde la ilegalidad de sus actuaciones, con sus recomendaciones alucinantes, mientras viven sus momentos mágicos.
Curiosamente mientras la PAH apenas ha instrumentalizado alguna defensa jurídica de los afectados – solo hace actos, y como dicen no todos, sino los que se eligen por su repercusión mediática – otras asociaciones sí que se han preocupado de ganar en los tribunales lo que otras pretenden hacer en la calle.
Y recuerden que la frase “la calle es mía” no era precisamente de un gran demócrata. De esas aguas, estos lodos. Si un país quiere avanzar en la ley hipotecaria desde los chillidos, la violación de la ley, la presencia mediática de gente sin hipoteca y sin desahucio como portavoces de un colectivo, realmente debemos prepararnos todos para vivir momentos mágicos. Lástima que un país no se mueva a golpe de orgasmos mágicos sino de algo tan simple como el trabajo, el esfuerzo, el cumplimiento de las leyes y la educación.
Ya sabemos que unos escribimos desde el lugar de la suma verdad sabiendo que no existe y otros se la ponen a fuego en el cuerpo como dogma de fe. Y no confundamos, que en este país nos encanta confundir, discutir sobre la oportunidad de gente salida artificialmente de la oscuridad con estar o no estar de acuerdo con que la ley hipotecaria deba cambiar.
Personalmente no me gusta la velocidad de las carreteras y me parecería ridículo ver a alguien sin carnet de conducir chillando en el Congreso y llamando criminales a los diputados por no elevar la velocidad. O nos comportamos todos, o de verdad, enviamos al país directamente al carajo y ponemos profesiones como el activismo en el pedestal. Pero entonces que nadie se queje de los excesos y nadie pregunte si hay límites.