Si Rajoy hubiera aplicado el 155 antes nadie estaría en prisión
La tardanza del Gobierno de Rajoy en aplicar el 155 llevó, sin quererlo, a los políticos separatistas a la pesadumbre en la que se encuentran
La lectura de los escritos fundamentando la petición de condenas en base a los presuntos delitos cometidos por los exdirigentes de la Generalitat y el Parlament mientras ejercían sus cargos generan una inquietud solo superada por revivir mentalmente lo que fueron esos aciagos días de septiembre y octubre de 2017.
Tras la lectura de las argumentaciones de la Fiscalía no puedo dejar de pensar que, paradójicamente, la tardanza del Gobierno de Mariano Rajoy en aplicar el 155 ha llevado, sin duda sin quererlo, a los políticos separatistas a la situación de pesadumbre actual.
El texto de los fiscales explica con claridad cómo lo sucedido el 20 de septiembre, cuando los independentistas secuestraron durante horas a un grupo de agentes y miembros de la administración de justicia que cumplían, precisamente, un mandato judicial de registro, es uno de los momentums en los que se cometieron los presuntos delitos que ahora se van a juzgar.
El otro fue el 1 de octubre, cuando se uso de forma consciente a gente, incluidos niños, como escudos humanos para la obtención de fines políticos fuera de la Ley. Si el Gobierno hubiera tomado cartas en el asunto tras los plenos del 6 y 7 de septiembre jamás hubiera sucedido el secuestro de los agentes judiciales en la Consellería de Economía ni el falso referéndum.
En esos plenos, el Parlament decretó la abolición del Estado de derecho en Cataluña, pero si Rajoy hubiera aplicado entonces el artículo 155 de la Constitución tampoco se hubiera declarado la independencia ni, en consecuencia, Carles Puigdemont estaría fugado.
Si bien el vienes fue un día terrible para los políticos separatistas encausados, para Pedro Sánchez no fue un día mucho mejor. La decisión de la Abogacía del Estado de rebajar la petición de pena de rebelión a sedición ni ha conseguido aplacar la siempre implacable ira independentista, ni ha satisfecho a la judicatura ni al resto de sus socios como Pablo Iglesias.
Sin aliados independentistas y con Iglesias de mal humor la continuidad de Sánchez será casi inviable
Sánchez ha tenido que desmentirse a sí mismo de su posición mantenida en mayo en el programa televisivo Espejo Publico sobre su consideración de la tipología de presuntos delitos cometidos por sus hoy aliados políticos pero no ha conseguido a cambio de esa concesión más que una catarata de insultos.
Consiguió también la promesa solemne de Quim Torra de que no votarán los presupuestos del Estado, aunque dado que el mismísimo president dijo que si para el 1 de noviembre “el Estado no hacía un gesto”, Sánchez caería y eso no ha sucedido.
Supongo que el presidente del Gobierno perseverará en el diálogo en busca del voto para sus cuentas de los diputados de ERC y el Pdecat. Sin aliados independentistas y con Iglesias de mal humor la continuidad del Gobierno de Sánchez tras las elecciones andaluzas y las elecciones municipales en mayo de 2019 será prácticamente inviable.
De lo sucedido el viernes, sin tener conocimiento jurídico alguno, extraigo una conclusión principal. Sea por la razón que sea, puede haber discrepancia en tipología de delitos cometidos pero no hay discrepancia en dos cosas: se cometieron delitos y los mismos son graves, tan graves que no se habían cometido desde febrero de 1981.
El independentismo ha vivido un día más la decepción propia del que tiene una expectativa de algo inalcanzable: era imposible que Cataluña fuera independiente y era imposible que se retiraran los cargos, pero durante meses se había alimentado el relato de que era posible que todo terminara, jurídicamente hablando, en agua de borrajas.
La nueva estación de la frustración separatista es la de la libre absolución pero esa estación queda aún lejos en el tiempo.
Habrá otra razón para el desencanto separatista: en el juicio no se descubrirá nada sobre España
Alguien puede pensar que el juicio será un momento glorioso para el separatismo en el que se descubrirá la verdadera faz de la España negra y autoritaria. Esa también será otra razón para el desencanto separatista.
Solo hay que leer a Lola Garcia y ver a Jordi Évole para comprender que en ese juicio saldrán a la luz muchas cosas que causarán gran efecto en la opinión, no porque las mismas no se sepan hoy (por ejemplo, cómo Puigdemont dejó tirado a su partido y su Govern el día de su huída), sino porque contadas en primera persona tendrán un gran impacto en la opinión pública.