Si no hay debate, lo mejor es hacer el indio
Hay una pregunta que nadie me sabe responder. ¿Por qué las autoridades del estado, el gobernador del Banco de España, el Gobierno y los líderes empresariales no explicaron antes, y han tenido tres años para hacerlo, las trágicas consecuencias económicas de la independencia de Cataluña?. Está claro que Mariano Rajoy jugó a que como la independencia era imposible, para qué especular con sus consecuencias. Y los empresarios y banqueros se disfrazaron de columnas hasta que han visto amenazada in extremis su cuenta de resultados.
El presidente del Gobierno ha estado hoy en Onda Cero, donde se ha hecho un lío con la posible pérdida de la nacionalidad española para los catalanes si se declara la independencia. El entrevistador, Carlos Alsina, había hecho los deberes. No hay tribunal que pueda privar de la nacionalidad española a un ciudadano nacido en España. Lo dice la Constitución.
Toda la artillería pesada de la Banca, el Banco de España y organizaciones empresariales está cautiva del hecho de producirse en campaña electoral. Aquí vale todo, como responder con un corte de mangas, una «butifarra», como ha dicho un presidente conservador de Gobierno que sostiene que puede prescindir del sistema bancario.
Para dar una muestra del tono «intelectual» de la campaña, la parodia de Artur Mas sobre los pobres indios catalanes no ha estado mal. Pero mejorada por la actuación –que llevaba escrita, incapaz de memorizarla, de Pablo Iglesias, «coleta morada» en la jerga del Far West, aludiendo a otro indio que se llamaría «pequeño Pujol». A falta de programas más allá de la independencia como panacea, se ha instalado en los mítines la conquista del Oeste. Los supervivientes de esta campaña lo tendrán complicado para buscar trabajo en el Club de la Comedia.
Toda campaña electoral, por definición, es un exceso, una hipérbole desarrollada en mítines en los que los asistentes son atrezzo para los cortes de televisión. Pero esta campaña no pasará a la historia por su sutileza.
En Madrid, las elecciones catalanas no venden. Ni en el resto de España, por lo que los shows y los debates televisivos cumplen el ritual de mínimos y escarban en otros vertederos.
Y así, los sufridos analistas, tenemos que coger aire para llegar a la noche del próximo domingo. Ya queda menos.
PD 1. Para aliviar la sequía del desinterés por el 27S está la corrupción. Antológica la presencia de Milagros Martínez en el juzgado valenciano de una de las piezas del conglomerado Gürtel. Su confesión de que de Turismo, en cuya consejería le colocó el ahora ex presidente Camps, no sabía nada y que la pusieron allí para firmar contratos, es un remake de la Escopeta Nacional en donde el inolvidable Sazatornil quería cambiar la legislación para poner porteros automáticos.
PD2. Renovada inquietud por Luis Bárcenas. La cadena Cuatro de televisión ha revelado las cartas que envió, con acuse de recibo, al presidente Rajoy anunciando su reincorporación a su puesto de trabajo como tesorero del PP, en 2010. A la misma hora que se revelaba esta misiva y la remitida a Recursos Humanos del PP, el presidente Rajoy decía en Onda Cero que él no sabía nada.
Las resoluciones judiciales, sin darle la razón a Bárcenas en su pretensión de despido improcedente, forman pruebas valiosas para que la Justicia determine en su día la connivencia del procesado con la dirección del partido, además de infracciones administrativas graves con la Seguridad Social. Es difícil pensar que los setecientos mil euros que el PP le dio a Bárcenas por no trabajar durante tres años no fuera un intento de que permaneciera mudito.
PD3. Descabezada la cúpula de lo que queda de ETA en el país vasco francés. La organización sigue viva y la colaboración con la Policía Francesa, también.