Si has votado brexit, ponte a la cola
Las peleas en las gasolineras y que el ejército haya tenido que asumir la distribución de combustible evidencian una situación complicada para el gobierno de Boris Johnson
Deslocalizar. Tengo un amigo que defiende la teoría de que para conocer bien a una persona hay que “deslocalizarla”. Como a muchas empresas. Observar cuál es su evolución lejos de su entorno, de su “área de confort” y comprobar si tiene o no capacidad de adaptación al nuevo escenario.
Son muchos los casos en los que firmas comerciales nacidas en un país han conseguido desarrollarse y expandirse con más facilidad en otro. Y personas que han encontrado a miles de kilómetros un futuro más halagüeño que el que les ofrecía el lugar donde nacieron y crecieron.
Existen, claro, ejemplos de todo lo contrario. Los casos, desgraciadamente, se conocen ya en nuestro país. Se trata más de colectivos que de individuos. De grupos casi cerrados que mantienen intactos comportamientos y costumbres de origen que alteran peligrosamente el equilibrio y el orden social del lugar que los acoge.
A los británicos, cuando salen de las islas, les pasa lo que a casi todo el mundo. Cogidos de uno en uno resultan afables, educados y dignos de interés. En grupo son otra cosa. Y no digamos si detrás hay un partido de fútbol. Corre el alcohol, las pasiones se desatan y el individuo desaparece.
Como país, nos interesa más que los británicos salgan en pequeños grupos. A poder ser en familia y con la única intención de pasar unos días entre el hotel y la playa
Afortunadamente este tipo de “deslocalización” dura poco. A nosotros, como país, nos interesa más que salgan del Reino Unido en pequeños grupos. A poder ser en familia y con la única intención de pasar unos días entre el hotel y la playa y consumiendo sin parar. Como lo han venido haciendo 17 millones todos los años antes de la pandemia.
Ocurre sin embargo que a veces la deslocalización viene impuesta. Se produce una alteración tal del entorno, de la sociedad y de las costumbres que el individuo se siente desplazado en su propia tierra. No se reconoce. Y en consecuencia comienza a comportarse como si estuviera en un barrio, una ciudad o un país que no son los suyos.
Algo así ha pasado en el Reino Unido con el brexit. Los cambios que está experimentado la sociedad británica tras la salida efectiva de la Unión Europea dibujan un escenario tan negativo que resulta irreconocible incluso para los más pesimistas.
Las peleas en las gasolineras por la falta de carburante y que el ejército haya tenido que asumir la distribución de combustible por la falta de camioneros y mano de obra en general evidencian una situación complicada para el gobierno de Boris Johnson.
A lo largo de la historia los británicos han demostrado ser un pueblo bien organizado, pero con escasa capacidad de improvisación cuando las cosas se complican. Y este es un momento complicado. Las medidas de control aduanero contra el Covid, en plena aplicación del brexit, han dejado a decenas de miles de inmigrantes fuera del país. Y al país, con un déficit importante de mano de obra.
El Gobierno quiere ahora, deprisa y corriendo, conceder miles de visados. Hacen falta camioneros y empleados para llenar las estanterías de los supermercados. Trabajadores del sector cárnico, especialmente en la cabaña porcina, que corre el riesgo de ser sacrificada por miles por no poder salir al mercado. Personal sanitario para atender una población cada vez más anciana… En definitiva, una situación de urgencia que Boris Johnson y sus asesores no esperaban porque sus cálculos eran otros.
A pesar de que la economía ha crecido un 5,5% en el segundo trimestre del año, la confianza empresarial ha caído bruscamente en septiembre. Faltan suministros, no hay mano de obra y se encarece la energía. Dicen desde el sector industrial que ha desaparecido la mentalidad inversora y que se preparan para un escenario de crisis.
Desde la oposición laborista, su líder, Keir Starmer, acusa al gobierno de mostrarse incapaz para hacer frente al problema en un momento especialmente delicado. En el Reino Unido la Navidad comienza prácticamente a partir del 1 de noviembre. Hasta fin de año se viven dos meses de frenesí comercial, especialmente en Londres, que atrae a compradores de los cinco continentes.
Si esta es una navidad de escasez, como consecuencia de la salida de la UE, la tensión puede volver a las calles. Y ya vemos lo que pasa cuando se deslocaliza hasta el sentido del humor. En una gasolinera lo dejaron bien claro en un cartel: “Si has votado brexit, lo mejor es que te pongas al final de la cola”.