Si fuera sueco

Si yo fuera sueco y mirara los reportajes sobre estas costumbres ancestrales de las capuchas y el espectáculo religioso en las calles de España con sabor barroco, como si el tiempo se hubiera detenido allí mismo, tendría un primer pensamiento como turista potencial hacia un espectáculo tan exótico. A continuación, miraría la prensa de la semana y vería la denuncia por fraude de cerca de 2.000 millones de euros en falsos cursos de formación en Andalucía; y lo pondría en relación con el último informe de la Unión Europea (UE) publicado esta semana sobre desempleo, en el que se ve a España, junto con Grecia, como el Estado con índice de paro más elevado de toda Europa con siete regiones situadas entre las 10 primeras europeas; las tres restantes: dos de Macedonia y la isla colonial de la Reunión. Es decir, incluso la mayoría de colonias francesas de ultramar que tienen índices de desempleo mejores que los españoles. Miraría el mapa facilitado por la UE y vería como en el caso italiano, como mínimo el problema estructural se ha centrado en el Mezzogiorno; el Norte tiene cifras de paro que son la tercera parte de las más altas. En España, el aparato homogeneizador del Estado de las autonomías ha conseguido un récord: que incluso las regiones tractoras económicamente –como País Valenciano, Aragón, Baleares y Cataluña– superen la línea roja del 20% de parados.

Aún hay más. Si como sueco observara el paro juvenil o el paro de larga duración, vería como Ceuta y Melilla, Canarias y Andalucía encabezan rankings que se mueven por encima del 55% junto con las colonias francesas de ultramar: Guadalupe, Martinica y Guayana.

Y, desconocedor de las versiones oficiales de la historia, pensaría que estos territorios españoles, en paralelo a los franceses de ultramar, son colonias de la Corona de Castilla sometidas desde hace 500 años a la casta oligárquica que se impuso y que, al mismo tiempo, no deja desarrollar a los territorios tractores de la península.

Si prosiguiera con el repaso de las noticias de la última semana, vería que España encabeza la lista europea de abandonos escolares. El país también lidera el ranking de la UE de jugadores de fútbol mejor pagados, de kilómetros de AVE construidos y de costes energéticos más altos. Entonces, como sueco, me haría el sueco. Y pensaría: porqué he de contribuir, aunque sea ridículamente, al miserable 1,27% del PIB europeo destinado a los presupuestos de la UE que se derrocha en pozos sin fondo como España? Como sueco no me gustaría contribuir ni con un euro a perpetuar este inmenso despropósito llamado España.

Pero si en vez de sueco fuera catalán, mi contribución al despropósito español se situaría estructuralmente entre el 8% y el 10% del PIB. Entonces, pensaría que si Europa es incapaz de entender y poner orden a las economías extractivas oligárquicas –la principal es la española–; si Europa no entiende porqué uno de los pocos territorios con capacidad de reacción ante el desastre como Catalunya debe emanciparse, no se merece que Catalunya tenga ningún interés en pertenecer a esta Europa que fortalece a los fuertes y tolera que unas minorías vivan a costa de los débiles. Si me lo mirara como catalán, preferiría no ser sueco. Mejor noruego.