‘Short cuts’ español
Emulando a la película de Robert Altman parece que las vidas del proceso y del estado español están a punto de cruzarse
Con su película Short Cuts el director norteamericano Robert Altman puso de moda las historias entrelazadas; vidas que se encuentran en un punto, provocando que éstas adquieran un nuevo significado. La política española tiene también sus historias paralelas; historias que en principio parecían no tocarse, no confluir nunca, y que ahora parecen destinadas a encontrarse. Y es que la vida, si estamos dispuestos a vivirla, nos sitúa en constante diálogo con los otros. ¿Quién iba a decir que la expresión «el independentismo es una tapadera de la corrupción perpetrada por Convergencia» podría llegar a entrelazase con la expresión «el independentismo en Cataluña empieza a ser una buena tapadera para la corrupción del PP»? ¿Quién podría haber intuido, en el fervor de las manifestaciones del 11 de septiembre del 2012, que tanto Convergencia como el PP verían en el independentismo una salida a la presión de los casos de corrupción que les asolan?
La corrupción debilita el frente independentista del mismo modo que lo hace el frente constitucionalista. Los protagonistas que conducen el choque de trenes, Puigdemont y Rajoy, están más unidos que nunca en sus historias políticas, al querer convocar el referéndum ilegal el día X . La convocatoria del referéndum unirá de forma trágica la suerte de ambos políticos. Puigdemont quiere hacer historia y Rajoy pretende que la historia siga igual.
Ambos se disponen para un encuentro definitivo en el cuadrilátero. Un enfrentamiento en el que Rajoy no abandonará, si puede, el taburete donde se dan instrucciones a los boxeadores, mientras Puigdemont lo dará todo en el combate, intentado noquear a su propia sombra entre las cuerdas. Imágenes que hoy todos construimos alrededor del conflicto, como los trozos de realidad que en su día mostró Altman en las historias surgidas de los relatos de Raymond Carver en la ciudad de los Angeles.
La corrupción debilita el frente independentista del mismo modo que lo hace el frente constitucionalista
La conexión o punto de inflexión que une las dos realidades políticas de forma definitiva es la convocatoria del referéndum ilegal del gobierno de la Generalitat. Por fin la convocatoria, al borde del precipicio institucional, va a permitir dilucidar la capacidad de diálogo para reconducir las cosas. Va a permitir ver, a corto plazo, cómo queda y se orienta el independentismo ante la negativa del estado español de que éste se pueda realizar.
Veremos la fuerza de movilizaciones o la decadencia de las movilizaciones. Tendremos la posibilidad de observar cómo la CUP encaja una nueva representación de ruptura sin efecto. Veremos si trae consigo un adelanto electoral o, como aventuran algunos, prologará el enrocamiento del gobierno hasta acabar la legislatura.
El referéndum enfrenta a Puigdemont, que quiere cambiar la historia, y a Rajoy, que pretende que la historia siga igual
Por fin, como expresaba un grupo de empresarios, sabremos qué fuerza tienen unos en la calle y qué fuerza tienen los otros en las instituciones. En definitiva, las vidas paralelas del proceso y del estado español y su gobierno parecen definitivamente estar a punto de cruzarse, provocando una profunda alteración sobre la idea, tanto de una España acabada, que queda definitivamente comprometida, como la aspiración rota de un independentismo que, según como se hagan las cosas, supondrá la vuelta a casa de sus dirigentes y proponer el relevo de un nuevo liderazgo político para Cataluña.