Señores del Islam, reaccionen, va siendo hora

Los musulmanes lloran. Ha sido emocionante escuchar a muchos ciudadanos franceses, de religión musulmana, que han condenado los atentados terroristas en París.

Defienden la capacidad integradora de Francia, aunque es muy cierto que en los últimos años el gobierno francés lo podía haber hecho mejor. Aunque se cree que el modelo francés es de asimilación –está prohibido hacer sondeos o registrar a personas a partir de su origen, o de su religión, por lo que no se sabe, por ejemplo, el número exacto de musulmanes, entre cinco y diez millones—ha sido en las últimas décadas de integración.

Es decir, los valores republicanos se mantienen de boquilla, pero no se defienden con los suficientes recursos. En las televisiones francesas no se ven presentadores de origen magrebí, a diferencia de los medios británicos, que hacen gala de su multiculturalidad.

Esos franceses entrevistados en la calle, como decíamos, han provocado emociones. Son musulmanes que no quieren que se condene su religión porque esos terroristas actúen en nombre de Alá. Y tienen razón.

Pero también hay que insistir en que el Islam no ha hecho los deberes, y que los señores del Islam, los que se aprovechan de la religión, deberían ya dar el paso y aceptar sus responsabilidades. Que Occidente se ha equivocado en numerosas ocasiones, que la política internacional ha resultado un desastre y que Estados Unidos ha cometido graves decisiones, en Irak, por ejemplo, con la ayuda garrafal de José María Aznar, es una evidencia.

Pero, ¿Qué hacen los países del Golfo Pérsico? ¿Quién financia a esos grupos terroristas? ¿Dónde están los musulmanes para romper con todo eso? 

El Islam tiene en su seno graves contradicciones. No es una religión de paz y tolerancia. O dicho de otro modo, es también una religión que incita a la violencia. Sólo los especialistas pueden explicarlas con nitidez. Pero para cualquier ciudadano europeo, el que llora estos días la suerte de sus hermanos europeos en París –cometieron el grave error de querer divertirse un viernes por la noche, recuerden que ese es un pecado para esos rigurosos musulmanes terroristas— lo que le llega desde hace años es que el Islam genera demasiados problemas.

Lo explicaba estos días el escritor Tahar Ben Jelloun, al insistir en la responsabilidad árabe en la existencia del Estado Islámico, que domina una parte importante de Irak y Siria.

El mundo musulmán, los estados con mayorías musulmanas, deben reaccionar y caminar, de una vez, hacia un estadio no superior –dejemos el egocentrismo occidental—pero sí más funcional que es el que representa el liberalismo democrático: ciudadanos iguales ante la ley, con la religión aparcada en el lugar que le corresponde, el ámbito privado, en comunión entre el individuo y su Dios, o sus Dioses.

De hecho muchos europeos musulmanes, esos que lloran estos días, muchos de los que se han manifestado ante los medios de comunicación, ya defienden ese ideal en sus vidas cotidianas en las principales capitales del mejor invento hasta ahora de la civilización: Europa.