Señor Mas, ¡se acabó!
La pirueta era excesiva. El traje del President Artur Mas y el de Jordi Turull, que con toda probabilidad ha llevado corbata desde bien pequeño, no podía casar con el tambien trajeado Antonio Baños, aunque con un chaleco propio de los años treinta. Y menos, con las camisetas del resto de diputados de la CUP. Es mejor para las dos partes.
Aunque ahora se busque un acuerdo a toda prisa, en las dos próximas semanas, Convergència no pinta nada con la CUP, y va en contra de los propios intereses de las dos formaciones políticas. Hay cosas que, sencillamente, no pueden ser.
Artur Mas se defendió como pudo en el Parlament. Repitió su error, al reclamar que se respete a los ciudadanos que apostaron por la independencia el 27 de septiembre. Pero es que si pretendía, como lo hizo, convertir unas elecciones autonómicas en un plebiscito, lo que no vale es argumentar ahora que hay 72 diputados independentistas en la cámara, cuando sus votos representaron el 48% del electorado.
Un cifra muy abultada, sí, pero insuficiente para iniciar un proceso de ruptura con el resto de España, y para aprobar una resolución que pide respetar sólo lo que surja del Parlament, al margen de las instituciones del Estado.
Esa es la realidad. El movimiento independentista en Cataluña no es mayoritario, aunque ha alcanzado las mayores cotas en su historia. La salida al laberinto catalán es que hablen de nuevo los ciudadanos, y, sin posibilidad de acuerdo, a Mas no le quedará más remedio que convocar de nuevo elecciones. Lo que el movimiento independentista debe entender es que se ha acabado con forzar la máquina de esa manera. Deberá aparcar sus aspiraciones, y los dirigentes de Convergència deberán asumir que el cinismo tiene un precio, y que querer negociar con el adversario, impulsando un proyecto de ruptura, –para presionar–, en muchas ocasiones desborda las aspiraciones iniciales.
Es decir, si Mas quería negociar con el Gobierno de Madrid, con el embajador Francesc Homs a la cabeza de la delegación, no debía traspasar la línea de la ilegalidad. Se lo recordó este jueves Miquel Iceta con toda la razón.
Señor Mas, se acabó. Se acabó llevar las cosas por ese camino. Para el President el futuro político es oscuro, pero siempre hay una pequeña grieta. O lo deja, y asume que hasta aquí ha llegado –poco probable, porque no puede tampoco dejar en la estacada a la débil Convcergència– o convoca elecciones aparcando el proceso y buscando complicidades con otras fuerzas políticas a partir de los resultados que arrojen las elecciones generales del mes de diciembre.
Ha sido bonito para los independentistas. Ilusionante. Pero así no se hacen las cosas, no se fuerza a una sociedad en tres años a que inicie un proceso de ruptura, sin demasiados argumentos convincentes. Al margen de la fuerza de muchos ciudadanos –respetables y que defienden la independencia con toda la legitimidad– no se puede poner en duda la responsabilidad de Mas en todo ese desaguisado. Se acabó.