Semana de teletrabajo

Haga lo que tenga que hacer antes de que la sentencia del 1-O sea pública, porque desde el lunes por la tarde hasta el viernes la cosa se complicará

Más de 110.000 personas forman parte de un grupo de Telegram llamado «Tsunami Democràtic«. El objetivo de ese grupo es el de coordinar el corte de carreteras, autopistas, vías de tren y cualquier otra cosa que sirva para generar un ambiente lo más parecido posible al que vivimos el 3 de octubre de 2017.

El cuerpo nuclear de los integrantes de este numerosísimo grupo de Telegram es conocido: funcionarios de la Generalitat y de ayuntamientos de poca población, docentes de la escuela pública, estudiantes y pensionistas. El perfil de los rehenes y victimas también es conocido: el resto de la población. Vamos, usted y yo.

Los que tengan niños en edad escolar apresúrense a llamar a abuelos, vecinos y canguros habituales. Esto será casi tan largo como la Semana Santa. Dese prisa, haga lo que tenga que hacer antes de que la sentencia sea pública, porque desde el lunes por la tarde hasta el viernes la cosa se complicará.

Será la semana de Skype y el teletrabajo. El colofón está previsto para el viernes cuando el pseudosindicato dirigido por el asesino de José María Bultó llegue al climax revolucionario apoyado desde la Plaza de Sant Jaume y los estudios de TV3 y Catalunya Radio en Sant Joan Despi y la Diagonal.

En esta ocasión no se espera el apoyo de los trajeados empleados de La Caixa, algo más allá de los estudios de Catalunya Radio en la misma Diagonal gritando “els carrers sempre serán nostres” al estilo de cupaires contratados por Emidio Tucci tal como sucedió el 3 de octubre de 2017. Su empresa ya se fue. Tampoco están Enric Millo ni Mariano Rajoy para fijar claramente el objetivo de a quién se debe derrocar.

Teresa Cunillera no es mediática y Fernando Grande-Marlaska no es Juan Ignacio Zoido. Pase lo que pase tampoco se prevé que Ada Colau esta vez eche a Jaume Collboni del Gobierno ni que los neoconvergentes abandonen el gobierno de la Diputación, porque la esposa de Carles Puigdemont podría perder su oneroso empleo.

 

El independentismo ya no está seguro de sus fuerzas, los Mossos ya no son «su» policía de forma pétrea, y ahora se miran de reojo entre ellos.

Esta semana será el final. A los miembros del grupo de Telegram les da igual el contenido de la sentencia, ellos ya la han dictado: ddio a España. Esta semana es, ahora sí, el fin tumultuoso del culebrón del pr5cés que oficialmente se inició en la mani del 11S de 2010.

Lo que suceda después de la funesta semana que mañana empieza depende solo de los propios independentistas; cuánto se les va la mano en los altercados –parafraseando a Arnaldo Otegui–, “cuánto dolor –substituya dolor por disturbio– deciden que es tolerable infligir” y cuánto crecen las ya graves diferencias entre ellos.

El resultado del 10-N determinará la proximidad de las elecciones autonómicas. Sí, autonómicas; ni plebiscitarias ni nada parecido. La cercanía de la sentencia puede ser un acicate para los independentistas que puede provocar una mayor participación electoral en Cataluña y una victoria separatista que animara a Puigdemont y Quim Torra a convocar elecciones, pero los cortes de carreteras y la anarquía también pueden dar alas al voto constitucionalista.

Se puede apostar con poco margen de error a que el 10-N la abstención en Cataluña crecerá menos que en el resto de España en comparación a las elecciones de 28-A. Además, la participación de la CUP, que en abril participó maquillada en las siglas de Front Republicà, será una motivación más a la participación.

Celebremos pues que el fin de todo esto está más cerca y sobre todo sigamos Catalunya Informació y el 3/24 todo el día, durante toda la semana, para saber qué rutas tomar y evitar los cortes de carretera.

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