Seis reformas pendientes (y III)
En las semanas anteriores, explicamos cuáles serían las cuatro primeras reformas que necesitaría el Estado: las pensiones, el sistema financiero, el mercado de trabajo y la administración pública. Hoy terminaremos nuestra serie con dos reformas más: la fiscal y la de liderazgo público.
Quinta: La reforma fiscal es uno de los pilares de nuestro sistema. Hoy en día el dinero negro supone entre un 20 y un 25% de los ingresos del PIB del Estado. Es decir, entre 200 mil y 250 mil millones de Euros cada año. Una cifra que con excusa de la crisis y del elevado número de casos de corrupción existentes puede ser incluso más. Si hacemos caso del sindicato de los subinspectores de Hacienda, aflorando ese dinero, podríamos recaudar unos 60.000 millones de euros, que es el equivalente al déficit de un año del estado. Por lo tanto no es poco.
Ahora bien, ¿cómo se combate el fraude? Pues ofreciendo incentivos a los que cumplen la ley (y aumentando las penalizacionesa los que no la cumplen). Vivimos en un país donde el admirado es el que más defrauda, y el idiota es aquel que paga todas sus facturas con el IVA correspondiente. Pues bien, esto se debe cambiar (como han cambiado los accidentes de la carretera y el fumar en todas partes). Todos los contribuyentes deben tener incentivos para hacer las cosas bien. Por ejemplo, recientemente he conocido el caso de Suecia, donde la agencia tributaria ha puesto en marcha una campaña para que aquellos individuos que tienen gastos en tareas relacionadas con el hogar como reparaciones, limpieza, cuidadora de niños, etc… se puedan deducir hasta el 50 % en su declaración de la renta. ¿Cuál ha sido el efecto en estos dos años de funcionamiento? Que, ahora, casi todos los clientes piden las facturas por el servicio. Esta orientación a vaciar las bolsas de fraude resulta interesante porque una desgravación del 50% es mucho más alta que el 21% de IVA más el riesgo a una posible multa tributaria. ¿Hacienda ha perdido dinero? No, porque ha aflorado mucha más facturación de pequeño importe que antes y, por tanto, ha recaudado más. Los números salen.
Lo he dicho siempre, no es necesario que cada ministro invente la rueda para colgarse una medalla. Sólo le basta copiar y adaptar lo que hacen otros que si están mejor que aquí es porque han probado cosas diferentes.
Sexta y última reforma (esta la he incorporado recientemente): Liderazgo social y político. Vistos los resultados, no hay duda de que tenemos un problema con la honradez de los cargos políticos, los agentes sociales, los órganos institucionales y todo lo que suponga «representatividad «o» democracia «desde el Tribunal Constitucional al Sindicato de Asturias.
La abdicación del rey, la ministra dimisionaria, las cuentas falsas del ex vicepresidente del gobierno, el caso de los ERE de Andalucía, la familia evasores del presidente catalán más importante de la democracia, tesoreros de varios partidos declarando en los juzgados en prisión para cuentas millonarias en Suiza, ex ministros, ex consejeros declarando en los juzgados, presidentes de cajas, el expresidente de la patronal en la cárcel y líderes sindicatos sobornados por las tarjetas opacas y uno de ellos regularizando 1,4 millones de euros del extranjero, y para colofón de los colofones «el hombre que honra Barcelona» señor Millet sigue en la calle después de confesar hace más de 5 años que había robado 3,3 millones de euros.
El problema no es sólo que haya multitud de imputados y de causas judiciales abiertas. El problema es que había mucha gente que lo sabía y callaba. ¿O no sabían nada de los problemas los empleados que pasaban los gastos de las visas a la contabilidad? ¿O es que no sabían nada los sindicalistas que daban el visto bueno a los nombres que salían en los expedientes de regulación de empleo de personas que no eran empleadas de la empresa? ¿O no sabían nada los que enviaron a Urdangarín a trabajar a Washington en lugar de expulsarlo de la empresa? ¿Nadie sabía nada? ¿Seguro? No me lo creo. Yo creo que mucha gente sabía cosas, veía cosas y todos cobraron y «a callar como unos putas» que decimos en mi tierra.
El problema es que la gente sólo critica la corrupción cuando queda fuera. El problema es que sólo criticamos la corrupción cuando se beneficia otro. El problema es que tenemos dos varas de medir: la que permite pagar facturas sin IVA, pasar tickets que no tocan por la empresa, tener la mujer de la limpieza sin asegurar, pagar la canguro de los sábados en B, aprovechar viajes de empresa para temas privados, tener una beca y dedicarse a hacer otro trabajo, etc…
Y la vara de medir de los demás. La primera puede llegar a ser muy flexible. Y si no que le pregunten a los mileuristas de España… Sí, sí, que les pregunten a los autónomos que de media declaran ganar menos de 12.000 euros al año. Seguro que ellos nos explican muchas cosas de cómo pargar menos impuestos.
El problema es el que señaló Gerardo Iglesias en un programa de Salvados recientemente: «Que la corrupción se ha extendido porque ha encontrado un caldo de cultivo idóneo».
Se puede cambiar el partido que gobierna, se puede cambiar el sistema de partidos, se puede cambiar la vieja casta política por una nueva casta política, pero el resultado no cambiará. Sólo hay que ver cómo actuaba el Sr. Errejón líder de Podemos con la beca que tenía y la cobertura que le están dando a sus compañeros de partido. No es una casta de castas. Es un tema de tribus. Cada uno defiende la suya. Y cuando está en el poder, todo lo que hacen sus miembros de la tribu está bien. Y lo que hacen los demás está mal. Y punto. La meritocracia y los principios universales brillan por su ausencia. Y así nos va.
La última reforma es la más difícil de resolver porque nadie tiene una solución sencilla para un problema tan complejo. Sin duda hay un cambio radical de valores, un cambio radical de actitudes, hace falta una nueva manera de hacer no ya en la política, sino en la vida de la sociedad civil en general. Es necesario que en la calle la gente se indigne cuando confiesas que has pagado al fontanero en B, por ejemplo.
Termino esta lista con una advertencia: si no somos capaces de hacer estas reformas, no iremos a ninguna parte. Y esta omertà social que tenemos los españoles (¡y los catalanes!) que sólo acepta los cambios mientras le toquen al vecino de al lado, nos acabará llevando a todos por el pedregal.