Seguimos volviendo mañana
Corría el siglo XIX y a Larra ya lo habían mandado volver mañana. Y él, más sabio y más genio que todos, volvió. Casi 200 años después nos siguen mandando volver mañana, más tarde o en otro momento y nosotros, menos sabios y menos genios, también acabamos volviendo. Entretanto nos enteramos, leyendo la prensa en la salita de espera, que la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF-F) no apoyará la huelga general del próximo 14. Hacen bien, no tienen nada por lo que protestar.
En un país donde casi seis millones de personas no tienen trabajo y muchas de ellas están ya en situación de extrema pobreza, creo que los que menos derecho tienen a quejarse son los empleados públicos, por mucho recorte y mucha tijera que les metan, pues todo eso se compensa con una estabilidad laboral fija, con horarios privilegiados y con exención casi asegurada de herniarse. Los que lo son se estarán acordando de varios familiares míos, pero reflexionen conmigo y explíquenme por qué un examen tiene que dar derecho a un contrato de por vida sin revisión posterior de ningún tipo. En la empresa privada el candidato también tiene que afrontar procesos de selección durísimos y presentar un curriculum más que competitivo para garantizar que por lo que sea puede irse para no volver. Nada da derecho a que la empresa llamada Estado tenga que tener contratado de por vida a personal no productivo que una vez alcanzada la meta de la plaza se siente a descansar. ¿Por qué no exigir informes de rendimiento cada cierto tiempo? ¿Por qué no preguntarles por objetivos conseguidos? Vale que los contratos sean indefinidos, pero no vale que no puedan rescindirse sin fuerza de causa mayor.
El número de funcionarios ha seguido creciendo durante la crisis, mientras hemos visto como no había dinero para investigadores laborales ni para sus laboriosas investigaciones. Estamos llegando a un punto en el que en los centros de investigación hay más porteros que investigadores, en las bibliotecas más bibliotecarios que libros y, en general, más gente para abrir puertas que currantes que entren por ellas. Mis queridos amigos, si su empresa es el Estado y esta empresa da pérdidas, ustedes no corren el riesgo de irse a patear la calle, así que por lo menos sean solidarios con quien tanto les ha mimado y no le exijan más cosecha de la que han sembrado.
La OCDE sitúa por debajo de la media europea y estadounidense la cantidad de funcionarios que nos corresponde a cada español, unos quince por cabeza aproximadamente. De entre esos quince, díganme a quién no le ha tocado uno que los mandase volver mañana o quién no ha tenido un profesor que no sabía cómo se llamaba su asignatura, así que puede que la cuestión no sea tener más, sino mejores, y, por tanto, el objetivo a largo plazo debería encaminarse hacia un aumento de la calidad y no de la cantidad.
Ahora que está tan de moda hacer más con menos, igual alguien debería replantearse que hay áreas prioritarias y otras que no lo son. La sanidad, la educación o los servicios sociales no deben escatimar en profesionales –productivos– ni tampoco debe hacerlo la ciencia ni el conocimiento, pues del trabajo de estos profesionales depende en gran medida el estado del bienestar. Sin embargo, nada hace presagiar que poner tres bedeles a la vez jugando al solitario en lugar de dos, nuestra sociedad vaya a ser más confortable, por muchas presiones externas que quien sea reciba de los sindicatos o de la necesidad de incrementar un porcentaje.