¿Se parecen en algo Vox y la CUP?
La comparación fácil nos podría llevar a afirmar que los postulados antieuropeos y la radicalidad de la CUP y Vox les hace parecidos, pero eso no es cierto
En enero de 2016, Artur Mas era apartado de la Presidencia de la Generalitat por exigencia de la CUP, una organización política anticapitalista, antieuropea, ajena a los principios democráticos, que ha justificado sin reparo alguno todo tipo de violencia a lo largo de su existencia y que si pudiera aplicar su programa simple y llanamente convertiría a Cataluña en algo parecido a un soviet versión siglo XXI.
En la Cataluña de inicios de 2016, a casi nadie se le ocurría criticar la negociación de ERC y CDC con la CUP usando como argumento la falta de credenciales democráticas de los cupaires, y si lo hacía era visto como un bicho raro.
Es un misterio por resolver porque gran parte de la sociedad catalana upperdiagonal siente fascinación por personajes como David Fernández, Benet Salellas, la prófuga Anna Gabriel o Laia Reguant, quienes, por su parte, si pudieran no dudarían en depurar en el sentido literal del termino a sus admiradores enviándolos a un Gulag creado al uso al lado de su segunda residencia de la Cerdanya.
En Cataluña hay mucha gente que va de equidistante, que se atreve a poner en los extremos por un lado a la CUP y por el otro al PP y Ciudadanos. En realidad es una falsa equidistancia.
Son los mismos que encumbran a los escracheadores cupaires a lo más alto de la valoración de líderes políticos en las encuestas y en cambio ven defectos a Ada Colau y sus Comunes por ser poco indepes, cuando desde la perspectiva soviética de la CUP la actual Alcaldesa de Barcelona es una revisionista timorata a lo Kerensky, y creen que Vox es algo así como la reencarnación del fascio.
La comparación fácil nos podría llevar a afirmar que los postulados antieuropeos y la radicalidad de la CUP y Vox les hace parecidos, pero eso no es cierto.
Vox ha obtenido más éxito después de las elecciones que en la noche electoral
Si Vox fuera tan radical como la CUP no hubiera obtenido los resultados que ha alcanzado en Andalucia. Simple y llanamente la sociedad andaluza no vive la convulsión y conflictividad de la sociedad catalana. Lo más parecido a la CUP en Andalucia es Juan Manuel Sánchez Gordillo, el Alcalde de Marinaleda.
En Andalucia, Vox ha obtenido más éxito después de las elecciones que en la noche electoral. Desde el día de las elecciones la España política no habla de otra cosa que de Vox tal como sucedió tras las europeas de 2014 con Podemos.
Cs y PP solo tenían que tomar una decisión. O bien promover lo que en Francia se llamo el pacto republicano para aislar a Le Pen o bien negociar con Vox al igual que la izquierda se abraza sin rubor a Podemos, Bildu o los separatistas catalanes.
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No siento ninguna afinidad hacia la actual Vox, que solo se parece a la que encabezó Vidal-Quadras en el nombre, con un programa absolutamente distinto, pero creo que a los partidos radicales la mejor forma de combatirlos es hacerles participes de las instituciones y del Gobierno.
Cuando un partido tiene que gestionar la cotidianedad el camino de la demagogia al pragmatismo es más rápido y el desengaño de la opinión pública, afortunadamente, más veloz. Una vez más Francia nos ofrece ejemplos: aquellos municipios que han sido gobernados por los lepenistas casi nunca han conseguido revalidar la alcaldía.
Si PP y Cs han decidido acceder al Gobierno de Andalucia con el apoyo de Vox lo mejor que pueden hacer es negociar con ellos con todo el protocolo y escenografía convencional de este tipo de liturgias y a la vez empezar a marcar diferencias ideológicas y programáticas con Vox tal como hacen Pablo Casado y Albert Rivera entre ellos sin problema alguno.
Si no se es capaz de normalizar la relación con Vox, se dará munición a la izquierda y a Vox
Hoy todo el mundo sabe que en Baviera vuelve a gobernar la CSU y no recuerda tanto que lo hace con el apoyo de Electores Libres, un grupo ideológicamente cercano a Vox. A día de hoy todo el mundo sabe que Sebastián Kurz es el joven canciller austriaco y no recuerda tanto con el apoyo de quien ostenta el poder.
Si se está dispuesto a aceptar el voto de los diputados de Vox para formar gobierno hay que recordar que se tendrá que pactar con Vox en el Parlamento andaluz cada semana para sacar adelante leyes y por lo tanto Cs y PP se tendrán que fotografiar con Vox día si y el otro también, exactamente igual que hace Pedro Sánchez con Podemos en el Congreso de los Diputados y en tantas regiones y ayuntamientos de España.
Si no se es capaz de normalizar la relación con Vox, al igual que todo el mundo acepta la relación entre Sánchez y Pablo Iglesias, se dará munición a la izquierda y a Vox y el espacio político de la moderación, tan necesario en este país, se hará cada vez más pequeño.
O no se pacta, como propone Manuel Valls, o si se pacta no se puede hacer a hurtadillas.
El debate que se debería llevar a cabo de forma inmediata es el de renovación de ideas y propuestas y de cómo se relacionan con la gente las organizaciones políticas pragmáticas y realistas, que son las que pueden hacer algo para que la gente tenga una vida algo menos compleja, que es lo que se espera de un Gobierno.
Hay grandes diferencias entre los partidos sistémicos y los nuevos. La social democracia y los conservadores tienen dificultades a adaptación al mundo actual pero han creado la Europa contemporánea basada en la paz y la libertad. Podemos y Vox representan una nostalgia aislacionista que fragmentaria el continente y la dejaría, aún más si cabe, en los pies de una inquietante pinza entre el trumpismo y Putin.
No es lo mismo Melenchon que Macron, como no era lo mismo la Europa tras el telón de acero que la Comunidad Europea del carbón y el acero. A día de hoy no es lo mismo Merkel que Kaczynski como no es igual Casado que Santiago Abascal. Pero la solución no es sentirse simplemente mejor; hay que combatir la radicalidad irreal con propuestas y formas convincentes.