Se buscan estadistas; razón: España

Acaba de terminar la rueda de prensa de Barack Obama y François Holland en la Casa Blanca. ¡Envidia de un universo que no tiene que ver con las comparecencias en La Moncloa! Ni en los periodistas ni en los estadistas. No han leído papeles.  Y tenían capacidad de reflexionar en voz alta. Política con mayúsculas. Se trata de la seguridad de Europa y los dos presidentes han escenificado su condición de estadistas.

Esta campaña electoral es una prueba de fuego para nuestra clase política. Por primera vez en mucho tiempo, dos amenazas, una exterior y otra interior, condicionan el debate político. Quien quiera jugar sucio con el desafío democrático en Cataluña y con la amenaza terrorista corre el riesgo de quedar retratado.

Es cierto que Rajoy tiene ventaja. Ha aprendido de los errores de José María Aznar en 2004, que probablemente le costaron las elecciones al Partido Popular. En momentos de crisis y de miedo, quien maneja el timón, si lo hace con sensibilidad y talento, saldrá reforzado. Le ocurrió a Rudolph Giuliani la mañana del 11S. Se arremangó en la zona cero y se puso al alcance del ciudadano de la calle. Lo contrario que hizo Aznar el 11M.

La situación convoca a la responsabilidad de estado de los partidos en plena pugna electoral. Hacer electoralismo con Cataluña o con el Daesh tiene riesgo de electrocución electoral.

Podemos ha caído en la trampa de la emulación del «no a la guerra» de Irak. Pero no es lo mismo. Hay guerras y guerras. Estar contra la guerra es un principio válido en algunas, muchas ocasiones. No creo que fueran razonables manifestaciones en París y Londres contra la guerra cuando Hitler invadió Polonia. Ni en Nueva York cuando los japoneses atacaron Pearl Harbor. Ahora hay una agresión cierta del ISIS o Daesh en oriente medio y en Europa.

José María Aznar se sumó a la mentira de George W Busch y Tony Blair para llevar a cabo una guerra ilegal e ilegítima. Eso propició manifestaciones masivas contra la guerra de Irak. No se puede tener nostalgia de situaciones disímiles. Podemos discutir los matices de la respuesta a la agresión del Daesh. Podemos insistir en la protección de la población civil y en la proporcionalidad de la respuesta. Pero quien intente equiparar la defensa contra las agresiones del Daesh con la guerra de Irak se dará un batacazo electoral por manejar la mentira, lo mismo que le ocurrió a Aznar en una situación invertida. Lo podremos comprobar cuando contemos los asistentes de las manifestaciones que se anuncian ahora contra la guerra.

La situación de Cataluña también es una cuestión de estado. Quien sobreactúe lo pagará. Le acaba de ocurrir a Montoro. Hubiera sido más inteligente recalcar que se vigilarán las cuentas de todas las comunidades autónomas que acudan al Fondo de Compensación Interterritorial que señalar a Cataluña como objetivo. Para eso haría falta una sutileza de la que carece el ministro de economía.

Estas elecciones en estado de excepcionalidad pueden ser útiles para hacer un inventario de posibles estadistas. Siento comunicar a mis lectores que me temo lo peor. Por parte del Gobierno, pero también de la oposición.