Santiago Vidal: la bandera delante de la toga
Le puede la praxis más que la vista. La difusión por Diplocat del proyecto de una futura Constitución catalana ha colocado en la diana a su autor, el juez Santiago Vidal, magistrado riguroso de los casos Treball y Turisme que desvelaron la financiación ilegal de Unió Democràtica de Catalunya (UDC). Pero también jurista aventurero con el Tribunal de la Haya en el debe de su hoja de servicios: Vidal leyó la jurisprudencia inexistente de La Haya para defender la supremacía de la declaración unilateral de independencia de Kosovo. Jugó la carta del antecedente kosovar pensando en el éxito de la vía rápida de Oriol Junqueras. Pero, después de la tormenta, se ha recogido en el regazo de Artur Mas.
El documento provisional para una futura Constitución Participativa de la República de Cataluña, o constitución avant la lettre, ha provocado paradójicamente un estruendo en el núcleo soberanista. CiU se ha roto. A un lado (al margen) el siempre temeroso Duran Lleida; y al otro lado, Josep Rull, el secretario general de CDC, forjador de un bolchevismo transgénico. Convergència se ha convertido en un partido de cuadros y sin matices. El conmigo o contra mí ha terminado para siempre con el sabio reformismo de los tiempos de Roca, Trias Fargas, Pujol o Macià entre otros, siempre dispuestos a cubrir los males de la patria con bálsamos y trapicheos. Muchos añoran aquellos años de bonanza en las formas, de Catalunya endomingada, del mismo modo que los judíos cultos desparramados por Austria-Hungría echaban de menos los cafés de Viena, crisol de la civilización.
El juez Santiago Vidal / L’Avi
Ahora se lleva el perfil afilado, la marcha que le va a Santiago Vidal. La ruptura soberanista quiere ser limpia como una patena. Limpia, pero con el pie cambiado: Vidal redacta una Constitución que le corresponde al legislativo y, cuando le llaman la atención, dice que sólo era un borrador; la cuelga en la web y espera las sugerencias de la ciudadanía.
Catalunya se ha convertido en un país de avanzadillas civiles y concentraciones populares. La ANC y Ómnium monopolizan la simbología del proceso hasta tiranizar a los partidos soberanistas. Los jueces inventan una High Court (así lo llama Diplocat) para redactar la ley de leyes. ¿Y qué pasa con la política? ¿No iba siempre dos pasos por delante como el descuento de la bolsa? La norma constitucional que prohíbe a los jueces pertenecer a partidos mientras se hallen en activo puede ser una memez. Pero si te la saltas, ¡zasca! Y Vidal no solo se la ha saltado sino que además dedica una gran parte de su tiempo a la agitación independentista; municipios, aforos y platós de TV son ahora sus «campos, talleres y fábricas».
Con la redacción de la nueva Carta Magna, el magistrado le ha hecho un traje a medida al Virrey («marchemos todos y yo el primero por la senda..», ensaya Mas en el Palau). Vidal ha entregado su imagen a la causa, poniendo en duda su independencia; se ha saltado las apariencias exigidas a los jueces por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Uno de sus detractores, el constitucionalista Enric Fossas, compara lo de Vidal con un juez que también está en boca de todos: «Pensemos, por ejemplo, qué confianza nos merecería el juez Pablo Ruz si apareciera cada día en las tertulias madrileñas explicando que prepara un proyecto de ley para el caso de que se procediera a suspender la autonomía de Cataluña».
Toca envainársela. Aunque la segunda parte de la historia, no por sabida, resulta menos cansina: el Consejo General del Poder Judicial (11 miembros conservadores contra 9 demócratas) ha empurado a Vidal, con tres años de suspensión. El juguete roto del magistrado, efectuado a modo de reproche ético, hace daño moral, hiere la sensibilidad, «es una imputación vacía, un insulto gratuito contra una trayectoria profesional muy digna», ha escrito José María Mena, el ex fiscal jefe de TSJC. Mena no es precisamente un soberanista; sin embargo, defiende a Vidal. Y es que resulta más antipática la España autoritaria que la Catalunya mágica.
Los detractores de Vidal hablan de un buen juez, pero de un constitucionalista rudimentario. Algunos llegan a decir incluso que su ignorancia es atrevida; ocasión que no ha desperdiciado Duran Lleida, movido por el rencor, para lanzarle una puya al magistrado que desenmascaró la financiación irregular de su partido. Por el contrario, los soberanistas argumentan sin fin que el juez castigado es uno de los artífices del futuro Estado catalán. A Vidal le puede la pasión. Le llama la convocatoria electoral; parece que se ha bajado de ERC en la última estación para colocarse probablemente en la lista de Mas, si se hace realidad el septiembre plebiscitario.
Hasta anteayer, Vidal y el cantante Quico Pi de la Serra eran los dos únicos catalanes que no utilizaban móvil. Vidal ya lo tiene; lo convencieron en el Mobile World Congress porque las listas electorales arden en segundos. Mientras deshoja la margarita de su futuro, se ha refugiado junto a su colega Viver Pi-Sunyer en la sala de máquinas de las estructuras de Estado. La bandera cubre su toga.