Un Plan Marshall europeo para el Norte de África y Oriente Próximo
La UE se enfrenta al dilema de impulsar una política exterior más valiente e integral o resignarse a ser un actor secundario en el escenario global
La Unión Europea se encuentra en un cruce de caminos. Aunque nos hemos acostumbrado a que el estado natural del proyecto europeo sea estar en crisis, los cambios que se están produciendo más allá de las fronteras europeas hacen que el litoral mediterráneo de la EU está sometido a enormes tensiones demográficas que ejemplifican una teoría sociológica del dominó, según la cual crisis humanitarias ocurridas a miles de kilómetros afectan a los sofisticados pero frágiles sistemas sociopolíticos de terceros países.
La convergencia de diversos vectores geopolíticos tiene como efecto haber inducido un trance existencial en el proyecto de construcción europea, por mor del estrés estructural al que se somete a los Estados miembros de la UE, y que hace tambalear la cohesión entre las diversas europas que conforman la Unión.
El vector más ostensible es el de la confluencia de dos dinámicas migratorias; la causada por los flujos de refugiados y la diáspora económica proveniente del áfrica subsahariana.
El rol que Rusia ha tenido en la concurrencia de la crisis humanitaria y la guerra en Siria apunta a la sospecha de una estrategia premeditada por parte de Moscú (y en menor medida de Estambul), articulada en torno a la fragilidad cohesiva de la UE, que se ha exacerbado tras la ola de atentados terroristas en capitales europeas.
Nos hemos acostumbrado a que el estado natural del proyecto europeo sea estar en crisis
Es plausible argumentar que el solapamiento de la presión social causada por el éxodo de inmigrantes económicos y los flujos de refugiados provenientes de zonas en conflicto armado ha despertado miedos ancestrales cuya primera consecuencia ha sido la fragmentación de la EU a través del Brexit, pero que tiene focos activos de tensión en múltiples partidos xenófobos en toda Europa que cuestionan los pilares de la UE.
Esta crisis europea se produce en un momento histórico en el que las, por otra parte legítimas, ambiciones geoestratégicas de Rusia y China, colocan a la UE entre el martillo y el yunque, resaltando la carencia de un proceso de decisión a la altura de los retos a los que se enfrenta el proyecto europeo, y poniendo de manifiesto que la política exterior comunitaria no va más allá de la suma de sus partes.
Esta coyuntura propicia políticas reaccionarias en el seno de la EU, como el establecimiento de cierres temporales de las fronteras nacionales, que limitan su influencia y poder en la escena internacional, a la vez que debilitan su coherencia interna. Esta mentalidad de barreras concibe a los Estados del norte de África a todo lo largo del Mediterráneo como un “cordón sanitario” para aislar a Europa, aún a sabiendas de que el tamaño del problema, lejos de desaparecer, crecerá con el tiempo.
En efecto, no es creíble concebir que las causas de fondo que provocan los éxodos de refugiados vayan a mejorar a medio plazo. Igualmente, los inmigrantes económicos que proceden de decenas de estados fallidos africanos seguirán fluyendo en masa hacia Europa mientras la brecha entre ambas orillas del Mediterráneo siga siendo la más profunda en cuanto a disparidades económicas en el mundo.
No es creíble concebir que las causas de fondo que provocan los éxodos de refugiados vayan a mejorar a medio plazo
De hecho, África ha experimentando un aumento extensivo de la pobreza, al punto de ser extrema en varios países, lo que se ve agravado por soportar más del 40% de los conflictos armados del mundo a pesar de tener apenas el 10% de la población global. Y el estado de guerra cuasi-permanente de Oriente Medio es proverbial.
No es por lo tanto razonable esperar que los vectores migratorios provenientes del este y del sur cesen en su empeño por llegar a las costas europeas.
Mientras la UE languidece por falta de iniciativa, tanto China como Rusia han puesto en marcha megaproyectos que amenazan con modificar los equilibrios de poder en la región mediterránea y la correlación de fuerzas en el conjunto de los países de la zona, poniendo en serio riesgo la viabilidad del proyecto europeo tal y como lo conocemos.
China, a través de la iniciativa “Cinturón y Ruta” y mediante el “Foro para la Cooperación entre China y África”, está implementado las estructuras de integración mega-regional impulsando obras financiadas con capital chino como la expansión del nuevo Canal de Suez, el desarrollo de infraestructura portuaria en Túnez, la construcción de un reactor nuclear en Sudán y una miríada de otras iniciativas de igual calibre en el continente africano destinados a la creación de un sistema comprehensivo de corredores económicos, marítimos y terrestres, para dar entrada a los mercados asiáticos gracias al desarrollo industrial del continente africano, a día de hoy el tercer destino geográfico de las inversiones chinas.
China y Rusia amenazan la correlación de fuerzas en la región mediterránea y ponen en riesgo el proyecto europeo
Por su parte, Rusia, a través de la “Unión Económica Euroasiática”, ha puesto en marcha una organización supranacional que pretende crear un espacio de colaboración institucional, económica y política de las antiguas repúblicas soviéticas, abierto a todo el espacio geopolítico de Eurasia. Este proyecto estrella de Putin refleja su ambición por recuperar el control de las relaciones de las antiguas repúblicas soviéticas tanto con la UE como a nivel global. Por lo tanto, la dimensión clave de este megaproyecto transnacional es contar con una influencia decisiva en el espacio eurasiático, cuya visión incluye necesariamente a Turquía, arteria clave por su doble acceso al Mar Negro y al Mediterráneo, vital tras la anexión de Crimea por parte de Rusia.
Estas nuevas realidades geopolíticas colocan a la UE ante el dilema de actuar estratégicamente dando prioridad a una política exterior europea más valiente e integral o resignarse a ser un actor secundario en el escenario global. El proyecto europeo no puede progresar bajo la espada de Damocles que suponen unos flujos migratorios sobre los que no tiene control, pero que pueden ser fácilmente influenciados por las iniciativas chino-rusas antes descritas.
España debería liderar un nuevo Plan Marshall
Es por ello que España debería liderar la estabilización del Norte de África y de Oriente Medio mediante un Plan Marshall europeo cuyo programa de desarrollo cubriese, al menos, los siguientes objetivos:
- Exportar el modelo social y democrático de derecho europeo como alternativa y salida al capitalismo autoritario de rusos y chinos.
- Incentivar a las naciones del Norte de África a mirarse mutuamente como socios, con más que ganar de la cooperación que la rivalidad que lleven a establecer instituciones económicas sólidas y asociaciones público-privadas dinámicas.
- Establecer vínculos universidad-empresa para garantizar la transferencia de conocimientos prácticos y tecnología.
Europa se juega la supervivencia de su modelo social y económico basado en los Derechos Humanos
- Creación de un consorcio formado por organizaciones internacionales, incluidas las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y países del G20, para diseñar una estrategia coordinada de desarrollo económico y crecimiento sostenible y sostenido en la región.
- Crear un marco de corresponsabilidad para gestionar los flujos migratorios mediante el desarrollo de oportunidades educativas y de capacitación laboral, administración funcionarial, sistemas judiciales independientes y Estado de Derecho.
- Fomentar asociaciones estratégicas público-privadas establecidas bilateralmente entre la UE y otros actores, como los países del Golfo Pérsico, para atraer inversiones en proyectos empresariales y para desarrollar construir viviendas, sistemas sanitarios y educativos, e infraestructuras de transporte y comunicaciones.
- Facilitación, a través de bancos europeos y del BCE, de líneas de préstamos para microempresas para poner en marcha nuevas empresas y servicios capaces de absorber el desempleo endémico de la zona, así como de crear oportunidades para integrar laboralmente a refugiados e inmigrantes.
Europa se juega la supervivencia de su modelo social y económico basado en los Derechos Humanos, y no puede permanecer ensimismada hasta convertirse en rehén de la expansión del capitalismo sin rostro humano de rusos y chinos. Es hora de tomar la iniciativa.