Sánchez Win-Win y Casado al revés
Tal vez sea peor para Casado subir al carro triunfal de Ayuso pero detrás de Ayuso, en compañía ya definitiva de Vox, que sufrir como el carro se sale de la pista
Ya es casi de dominio público que Casado no sabría escoger entre perder o ganar Madrid. No ganar él, claro, sino la candidata. Si además de arrasar, de lo que no hay duda, Ayuso llega a presidenta, Casado queda relegado a un segundo plano, su centrismo pisoteado por los suelos.
Pero si se se da la carambola de que Ayuso muera de éxito, lo cual solamente podría suceder en el caso poco probable pero no impensable de que Vox no alcanza el 5%, Casado vería caer el árbol antes de que su inmensa sombra le señale un aciago destino.
En este segundo caso, Casado se desharía, mas que de una muy temible rival, de una tutela que marcaría, si no lo ha hecho ya, el estilo de un PP desacomplejado y agresivo dispuesto a ir a por todas sin manías ni cortapisas.
Si Ayuso triunfa con todas las de la ley, Casado queda automáticamente desautorizado, se convierte en segundón y declina hacia el ocaso. Si la última jugada de dados deja a Ayuso sin el poder al que ya se abraza, el todavía presidente del PP queda solamente anonadado.
En caso de victoria más que pírrica (Gabilondo presidente sin merecimiento alguno), además de Ayuso y por encima de Ayuso, sería el PP el que habría perdido la primera plaza fuerte después de La Moncloa. El PP de Casado, claro.
Tal vez sea peor para Casado subir al carro triunfal de Ayuso pero detrás de Ayuso, en compañía ya definitiva de Vox, que sufrir como el carro se sale de la pista en la última curva por exceso de velocidad.
Si Ayuso se precipita por el barranco ya no podrá recoger los frutos de su logro principal, consistente en borrar del mapa a C’s, si bien es dudoso que Casado esté en condiciones de aprovechar una herencia descomunal pero poco provechosa si Vox se impone.
Pierda más o pierda menos, está claro que Casado va a salir debilitado de la contienda madrileña. También, aunque pocos se hayan fijado en algo que no es un mero detalle, queda en cualquier caso como el partido que ha casi fulminado a Ciudadanos, lo que en términos de sociología electoral no rima con la presentación de una derecha a dos desplazada hacia Vox por hundimiento de los restos del centrismo.
Ahí es donde entra en liza Pedro Sánchez. No pocos se preguntan por qué, con tantas posibilidades de revolcón en las urnas capitalinas, se implica en la campaña hasta el punto de eclipsar a Gabilondo y anunciar que una de sus ministras favoritas se trasladaría al gobierno autonómico.
La explicación que salta a la vista no es para nada inverosímil. Se basa en la simetría política, en los eternos vasos comunicantes según los cuales, cuanto peor le vaya al rival mejor para uno. Si Casado lost-lost Sánchez win-win.
Algo primario, hasta cierto punto cierto pero incompleto. Lo que presumiblemente trata Sánchez de ocultar es la incapacidad socialista de participar, ni que sea un poco, del festín de los despojos de C’s.
Perdido por perdido el gobierno autonómico, y tan liliputiense su candidato como agigantada la del PP, a Sánchez no le iría nada mal revestirse del superhéroe que salva a España de caer en las maléficas garras de la extrema derecha.
Si Ayuso arrasa le dará las culpas a la extrema izquierda multiplicada por dos que campa a sus anchas por Madrid. Pero si alguien es capaz de impedir que el efecto Ayuso se esparza por España como reguero de pólvora, este alguien se llama Pedro Sánchez.
Si por la carambola descrita Ayuso muere de éxito, la medalla de oro será para Sánchez, que al revés de Casado empuñaría las riendas del carro triunfal con Gabilondo detrás.
Pero si los hados no conceden tal victoria, tal vez sea porque reservan a su hijo predilecto para laurales todavía mayores. No contento al revestirse con la toga de líder que saca a España del pozo de la pandemia y por si acaso se observan severos rotos en tan inmerecido disfraz, todavía le queda, como ya se ha apuntado, una segunda vestimenta.
Es el traje de moderado frente al extremismo que representaría el tándem PP-Vox. Lo cual le permitiría, al mismo tiempo, someter tanto a Podemos a sus decisiones como rebajar las exigencias de sus socios periféricos, catalanes o vascos. Ya está convirtiendo al primero de vociferante lobo a manso corderito.
Ay de Casado, si el PP pierde Madrid. Más ay de Casado a la sombra de Ayuso. Ay de los enemigos de Sánchez en cualquiera de los dos casos. Más ay de sus amigos en el segundo.