Sánchez o el victimismo como estrategia electoral
Pedro Sánchez es, sin duda, un auténtico maestro Sith de las oscuras artes de presentarse a sí mismo como la víctima de una conjura pergeñada por oscuros poderes
Se ha escrito mucho y se ha hablado aún más sobre el papel de las emociones a la hora de configurar nuestras preferencias electorales: del miedo, del odio, de la esperanza o del amor como vehículos centrales en nuestro proceso de toma de decisiones políticas muy por encima de la razón, nuestros intereses o nuestros principios.
De lo que se ha hablado menos es del victimismo, un elemento que no es una emoción en sí misma sino un precursor de muchas de ellas como driver electoral, un poderoso disparador, diría, si es manejado con la pericia con la que lo hace Pedro Sánchez, sin duda un auténtico maestro Sith de las oscuras artes de presentarse a sí mismo como la víctima de una conjura pergeñada por oscuros poderes, una víctima a la que solo un héroe como tú, excelso demócrata/acrisolado progresista/intrépido militante puedes salvar.
Con esta estrategia concurrió a las primeras primarias de su partido frente a Eduardo Madina y un señor de granada de quien afortunadamente ya nadie se acuerda: Él, Sánchez, a pesar de ser diputado en el Congreso y tener tras de sí el apoyo de medio Ferraz y casi todos los aparatos regionales del PSOE, singularmente el Andaluz que fue a la postre el que le dio la victoria, fue capaz de articular un relato en el que un desvalido militante de base se enfrentaba a los poderes ocultos de un siniestro aparato del que formaban parte los poderes financieros, mediáticos y reptilianos del país.
Un relato que a pesar de todas las evidencias en contra la prensa se tragó a pies juntillas y que le llevó a ser elegido como secretario general del PSOE.
También esa fue la estrategia seguida en su resurrección tras ser apeado del poder por el comité federal del PSOE. En este caso, Sánchez se presentó como la víctima de un viejo PSOE derechizado y alejado de sus valores y principios tradicionales mientras él asumía la forma del héroe homérico que tras sufrir miles de vicisitudes volvía a Ítaca a devolver el poder graciosamente todo el poder a la noble militancia de base ninguneada históricamente.
Ese también fue el relato que, con menos éxito, asumió en la repetición electoral en la que obtuvo 120 diputados y le llevó a la Moncloa de forma precaria: En este caso Sánchez era víctima de una conspiración telúrica de la que no dio demasiados detalles pero de la que formaban parte los poderes financieros, las cloacas del Estado, Vox y creo recordar que algún familiar en segundo grado de consanguinidad de George Soros. Un plan que estuvo a punto de no salirle bien y que solo funcionó por los pelos.
Y ese es de nuevo el relato que somete ahora el inquilino de la Moncloa a nuestra consideración, en esta ocasión como víctima de la prensa, un poder oscuro poblado por perversos periodistas y tertulianos a sueldo del capitalismo internacional que solo desea echarle de la Moncloa para convertirnos a todos los españoles en esclavos de sus verdaderos jefes, los morlocks.
Una estrategia tremendamente peligrosa y sobre todo muy similar a la usada por Donald Trump para alcanzar la presidencia de los Estados Unidos en 2016, veremos cómo le sale esta vez.