Sánchez triangula bien
A la espera de los acontecimientos, Sánchez regala caramelos simbólicos para entretener y agradar al respetable público hispano con delicadeza
Definía a Pedro Sánchez como un tigre funambulista. Tigre, por los saltos felinos en pos del poder y por los zarpazos. Funambulista porque se dedica a pasar la maroma política hasta llegar al otro extremo del cable suspendido: las elecciones generales.
Es crucial disponer de la agenda política, marcar los tiempos, más aún cuando la cuerda sobre la que sostiene su poder, 84 diputados, es verdaderamente floja y endeble.
Sin el apoyo de los independentistas catalanes, Pedro Sánchez no podría ganar votaciones
A fin de reforzarla y tensarla, está consiguiendo la colaboración permanente con Podemos. De este modo, llegaría a 130 diputados, sólo siete menos que el PP. La diferencia es abismal. Rajoy podía ganar votaciones sin los independentistas catalanes, Sánchez no.
Ni sus más íntimos colaboradores saben hasta qué punto se siente cómodo como funambulista del poder. En cualquier caso, hay que reconocer que otros ya habrían caído. Él resiste. Según la divisa de Camilo José Cela, el escritor que dio nombre a la universidad donde Sánchez se doctoró, el que resiste gana.
En estos momentos, no puede estar seguro de llevar a buen puerto la única medida política de veras relevante, los presupuestos, con la ampliación del techo de gasto graciosamente concedido por Bruselas. Dinerito fresco. Bajada de IVA en productos de primera necesidad y dádivas a los autónomos. Electoralmente hablando, palabras mayores.
La medida de eliminar aforamientos es de enorme repercusión social
A la espera, regala caramelos simbólicos para entretener y agradar al respetable público hispano con una extremidad suave y dadivosa. Mientras, con las otras tres lacera a sus rivales.
Primero, sacar a Franco del Valle de los Caídos. Chupado. Quien se oponga no es demócrata. PP y C’s no osaron votar en contra y se abstuvieron. Aún así, el zarpazo les va a doler.
Después del episodio de la tesis, que no consiguió desequilibrarle, otro caramelo. La propuesta de cambio constitucional exprés para acabar con el privilegio de los aforados. La medida es de corto alcance real, pero de enorme repercusión social.
Para pasar la maroma, es imprescindible un carácter frío y calculador. En vez de ofenderse con Albert Rivera y castigarle por el asunto de la tesis, Sánchez pasa página con prontitud y le echa un cable en uno de los pocos temas que pueden diferenciarle del PP: la corrupción.
Desde un punto de vista jurídico, de llegar a aprobarse, el recorte de los aforamientos de los políticos, parcial, muy limitado, no tiene prácticamente nada que ver con la corrupción. Importa poco. Por mucho que se desgañite la aprensa afín a los populares, la herida puede ser profunda. Otro zarpazo, con premio a C’s.
¿Qué ventaja saca el PSOE ayudando a Ciudadanos en su pulso con el PP? ¿No se da cuenta Sánchez de que destacando esta faceta del partido naranja puede provocar una pérdida de posible voto socialista?
La jugada maestra de Pedro Sánchez
En cualquier caso, el daño propio sería muy inferior al beneficio obtenido, que consiste en dividir por la mitad el voto de la derecha. Cuanto más cerca del empate estén PP y C’s, mejor, muchísimo mejor, para el PSOE. Mientras ciudadanos no afloje, el PP no será rival para los socialistas. El mayor peligro para Sánchez es pues que Rivera se desplome.
Mediante este nuevo ataque por sorpresa del funambulista, el PP vuelve a estar atrapado entre las garras del tigre y la pared de quedar como partido favorable a la corrupción. De poco le va a servir desviar el zarpazo atribuyéndolo a una supuesta y aviesa intención de ayudar a los independentistas. La excusa es inverosímil.
La reforma es un pegote pero significa mucho. Cuenta con una mayoría muy reforzada en el Congreso de tres de los cuatro partidos de ámbito general. Por lo que aprobarla o rechazarla va a estar manos del PP. Focos mediáticos. Casado en apuros. Si aprueba, seguidismo. Si se abstiene, corrupción.
Los independentistas a lo suyo, reclamar una reforma en profundidad del modelo territorial y quedarse en ayunas. La amenaza de Podemos de someter la reforma a referéndum (cuenta con más del 10% de la cámara y puede hacerlo) tampoco sería, llegado el caso, un problema grave.
Lo máximo que podría ocurrir es que en Cataluña saliera el no y el independentismo se apuntara una victoria pírrica y ambivalente. Pero si se opusiera y ganara el sí –Podemos lo apoyaría junto al PP, PSOE, y C’s—, la derrota sería política, no moral.
¿De cuántos caramelos-zarpazo más dispone Sánchez? No ha trascendido. Pero no se puede negar que de los dos primeros saca un buen jugo.