Sánchez se come a Sánchez 

En el aire flotaba la necesidad de escuchar a los dos contrincantes en igualdad de condiciones

Pues qué quieren que les diga. El cara a cara Sánchez-Feijóo ha sido para mí una verdadera fiesta de la democracia. El momento que los ciudadanos interesados en la política de este país hemos esperado para ponernos delante de un televisor y escuchar al presidente del gobierno y al líder de la oposición. Y era un momento deseado porque en el aire flotaba la necesidad de escuchar a los dos contrincantes en igualdad de condiciones. O al menos en parecidas circunstancias.  

Porque hasta ahora se nos había privado de disfrutar de este pulso. Esta legislatura que ahora acaba ha pasado por diferentes vicisitudes que han permitido la sobreexposición mediática del Presidente Sánchez y la rácana de Núñez Feijóo. El Covid, la guerra de Ucrania, el volcán de La Palma… Desgracias que llevaban a que un día sí y otro también tuviéramos al jefe del Ejecutivo dando explicaciones en unos medios de comunicación, por lo general, poco críticos con la gestión de estas catástrofes.

Carencia democrática

Es lógico que el presidente de un gobierno aparezca más en los medios que el jefe de la oposición. Creo que eso no se cuestiona. La carencia democrática que hemos padecido durante casi cinco años tiene que ver más con el control que el actual Gobierno ha practicado, entre otras instituciones del Estado, con muchos medios de comunicación que dependen económica y políticamente de las decisiones que se toman en el palacio de La Moncloa. 

La falta de líder de la oposición hasta la llegada de Núñez Feijóo, limitado a desiguales comparecencias en el Senado, unidas a su vez a la falta de crítica interna en el PSOE, sin que los aparatos del Estado cuestionaran nunca nada que pusiera en evidencia a quien muchos dieron en llamar “su sanchidad”, dieron al líder socialista la falsa sensación de viajar en alfombra voladora hacia su segunda legislatura.  

Los candidatos a la presidencia del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez (i) y el popular Alberto Núñez Feijoo, antes del debate electora. EFE/ Juanjo Martín.

Decisiones que en otras circunstancias hubieran provocado varias crisis de gobierno de profundo calado, con Sánchez se quedaron en nada. La Ley del “solo sí es sí”, el cambio de política en el Sahara, la situación económica o la gestión del Covid se tenían que haber llevado por delante a muchos ministros. Pero con Pedro Sánchez no ha ocurrido esto porque se ha mostrado como un auténtico maestro en el control de su partido, de los aparatos del Estado y en la marginación de la oposición.

Lo malo, para él, es que en España eso sirve para gobernar una legislatura, difícilmente dos. Porque nuestro sistema se ha dotado, afortunadamente, de un proceso electoral en el que los líderes se acaban viendo las caras y debatiendo en un terreno y con unas reglas que tienen que ser aceptadas por todas las partes. No es el Congreso ni el Senado, con presidentes del partido en el gobierno midiendo los tiempos. Ni una televisión controlada por sus asesores utilizando el prime-time para mayor lucimiento de su jefe.  

Pedro Sánchez decía una cosa en la oposición y la contraria cuando estaba en el gobierno

Por primera vez en cinco años, Pedro Sánchez ha tenido que escuchar, en vivo y en directo y sin la superioridad que otorga el manejo del tiempo, el rosario de errores cometidos por su todavía gobierno. Por primera vez en cinco años, Pedro Sánchez ha tenido que explicar la gestión de su equipo con la interpelación de un líder de la oposición resuelto a no dejar pasar una. Por primera vez en cinco años, Pedro Sánchez ha experimentado la desnudez de su argumentario, y le han vuelto, como un eco vacío, frases pronunciadas hace años sobre Irak, el 11-M, la corrupción… 

Pedro Sánchez decía una cosa en la oposición y la contraria cuando estaba en el gobierno. Porque, como dijo su ministra María Jesús Montero, esos Sánchez eran diferentes personas. Pues bien, se puede decir que el Sánchez del debate ante Feijóo ha sido un tercer Sánchez diferente. Una especie de rey desnudo que decide taparse con los errores que él mismo ha cometido. Censurando pactos tras pactar con quien dijo que nunca lo haría, acusando de insensibilidad hacia las mujeres después de reducir las penas a más de mil violadores, o quejándose de que le griten “que te vote Txapote” unos jóvenes que no saben lo que dicen porque viven precisamente en la amnesia que ha promovido su Gobierno sobre ETA. 

Sánchez se comió a Sánchez en el debate. Cuanto más hablaba y menos dejaba hablar, un trocito de su cuerpo desaparecía. Se fue fagocitando poco a poco. Hasta el punto de sentirse otro cuando salió del plató de televisión y se dirigió a la sede de su partido. Por eso allí, ante los suyos, dijo que, ahora sí, ganará las elecciones

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