Sánchez le roba a Iglesias la agenda y la bandera

A día de hoy, Pedro Sánchez no solo ha consolidado su iniciativa política, sino que le ha quitado la agenda a Pablo Iglesias y la bandera que pretendía liderar un gobierno llamado progresista. Esa bandera era postureo.

No me cansaré de recordar que nada es lo que parece, porque la realidad es efímera en un tiempo lento. Lo que hoy parece imposible, mañana puede ser real. Y lo que ocurra puede que no se parezca nada a lo que hay. Vivimos cada día sabiendo que mañana puede no existir.

En estos momentos, Pedro Sánchez ha ocupado brillantemente el vacío dejado por Rajoy, que con tintes de despechado, ha afirmado que recibirá a Sánchez «como se merece». ¿Es una amenaza o un acto de chulería?.

Un inciso: Mariano Rajoy, presidente en funciones, no recibirá al líder del PSOE. Mariano Rajoy, presidente del PP y del grupo parlamentario popular, se entrevistará con el candidato a presidente de Gobierno. Las formas son importantes en la liturgia de la política.

Y Pedro Sánchez, lo hemos descubierto ahora, cree en las formas. Las está utilizando en la ocupación del espacio de candidato a presidente. Reuniones en el Congreso de los Diputados, firmeza ante el ultimátum de Pablo Iglesias y logros reales como el apoyo del PNV; seis diputados no está mal para empezar.

Con las condiciones expuestas, Pablo Iglesias ha cedido la iniciativa política que ha monopolizado desde el día siguiente a las elecciones. Sobre todo porque sus exigencias son el filo de una navaja preparada para boicotear cualquier acuerdo con el PSOE. Una negociación sobre la base de lo imposible no es más que una demostración de que no se desea el acuerdo.

Diseccionemos las pretensiones de Pablo Iglesias. Excluir a Ciudadanos es un acto sin fundamento ni legitimidad. Un capricho. ¿Por qué? ¿Porque no es un partido de izquierdas? Bueno, para los líderes de Podemos, el PSOE tampoco lo es; forma parte del bunker que tanto indigna a Alfonso Guerra, que les ha dicho a los de Podemos que son unos niñatos mal criados. ¿No reivindicaba hasta hace dos días Pablo Iglesias superar las categorías de izquierda y derecha?

¿Alguien con sentido común puede afirmar que Ciudadanos no es un partido democrático? Entonces, ¿cuáles son las razones de Pablo Iglesias para decir como en las telenovelas, «o Ciudadanos o Podemos». ¿Acaso es Pablo Iglesias el encargado de formar gobierno? Izquierda Unida, que es un partido de izquierdas sin complejos, no muestra ni de lejos un sectarismo parecido.

Pedro Sánchez le ha robado a Iglesias una bandera muy preciada. El monopolio de la pretensión que es él quien impide gobernar al PP. Se rompe la difamación de que Pedro Sánchez quería formar gobierno con el PP. No cuela. Ahora quizás sea Pablo Iglesias quien tenga que explicar si prefiere un gobierno liderado por un socialista y apoyado por Podemos a una nueva consulta electoral en la que quizás termine el PP de nuevo en el poder.

Como saben, estas afirmaciones hechas en este artículo son efímeras, muy efímeras. Son válidas hasta que dejen de serlo, que puede ser en cualquier momento. Pocas ideas resisten los embistes de esta era de la instantaneidad.

Pero así las cosas, podemos sacar dos conclusiones provisionales.

Primera, a día de hoy, la única posibilidad de que Pedro Sánchez sea presidente de gobierno pasa porque el PP se abstenga ante una propuesta formada por PSOE, Ciudadanos y presumiblemente Izquierda Unida. No parece que el PP –desde el luego el PP que todavía lidera Mariano Rajoy– esté por la labor.

Segunda: solo había una posibilidad de que el PP se abstuviera en la hipótesis anteriormente formulada. Que ante la perspectiva de elecciones anticipadas, el PP tome conciencia de los peligros que entraña para ellos mismos.

Ampliaré esta introspección en el universo popular: una nueva convocatoria le plantea al PP la necesidad de decidir si Mariano Rajoy, a la vista de su fracaso electoral y en las negociaciones posteriores puede ser el candidato.

Segundo, la corrupción, cuyo cenit provisional son los últimos sucesos de Valencia, le exige al PP –dicho en boca de muchos dirigentes- un lavado profundo, con lejía, de sus sentinas. Un imposible metafísico si él es el candidato u otro dirigente involucrado en la época de la corrupción.

Suponiendo que todo esto sea cierto, el PP podría sacar del contratiempo de un gobierno, seguramente de corto recorrido, presidido por Sánchez, el tiempo necesario para celebrar un congreso, elegir una nueva dirección y formular un proyecto renovado.

Por último, tengo dudas serias, hoy día, que en unas nuevas elecciones le fuera mal al PSOE y bien a Podemos.

Por primera vez en muchos años, el PSOE tiene el timón y está mandando en la agenda. Se ha hecho visible la posibilidad, aunque todavía remota, de volver al Gobierno. Un buen banderín de enganche para algunos cientos de miles de votantes socialistas desencantados, que además habrán podido comprobar que la vieja política, la «casta», está mejor representada por el nuevo Pablo Iglesias.

No olvidemos tampoco que, en ese hipotético escenario, uno de los mantras de Podemos – que PP y PSOE son lo mismo y que se apoyarían de un modo u otro para gobernar – no se habría cumplido. Su reiteración en la exigencia de que se vaya Ciudadanos y de ser vicepresidente, tiene una cantidad naftalina que es imposible identificarlo con lo nuevo, salvo en la capacidad de la estridencia y alharaca.