Sánchez inicia negociaciones para culos de hierro

Aterricé en Madrid, de regreso de Buenos Aires, casi a la misma hora en que Pedro Sánchez salía de su audiencia con el Rey, con el encargo debajo del brazo de intentar formar gobierno.

Sonrío de satisfacción. Perdonen la falta de modestia: se lo adelantábamos a ustedes hace solo unos días. Comienza una larga y trabajosa negociación. Empieza la política de verdad. Los gestos hacia la galería y las escenas preparadas para televisión serán solo fuegos de artificio que no influirán en los resultados. Hay que esperar tranquilos hasta que se cierre el telón, para bien o para mal.

Hablábamos de la relatividad del tiempo que se avecina. Aprendamos a tomar la política con un poco más de calma. Por primera vez empiezo a pensar que Pedro Sánchez sabe más lo que se hace de lo que creía. Sorpresas más grandes ha dado la política española.

El equipo de expertos del PSOE que va a conducir las negociaciones ha estado trabajando en silencio en las propuestas de programa para negociar, casi desde la noche electoral: sin alharacas ni brindis al sol. Me dicen que los papeles son sólidos. Y la consigna va a ser seguir con la discreción, con técnica de maratón, sin sobresaltos cuando salte algún sprinters de otro partido.

Lo elaborado se almacena en cuatro carpetas: reforma constitucional, regeneración democrática, medidas para el mercado laboral y objetivos económicos. Su contenido está lleno de sentido común y dosis que puedan ser compartidas tanto por Ciudadanos como Podemos si deja de ponerse exquisito.

Quienes pretenden meter prisa al PSOE se van a encontrar con la técnica del Tour de Francia o de la maratón. No importa quien gane cada etapa; solo cuenta el resultado final.

Seguiremos con los pronósticos; prudentes, pero pronósticos.

Con Ciudadanos va a haber diferencia de matices; nada sustancial.  Los dos partidos tienen ganas de que se logre un entendimiento y hay mínimos comunes denominadores. Lo dice el hecho de que Albert Rivera ya le está trabajando las costillas al PP para que al final acepten abstenerse en esa hipótesis de investidura.

Podemos se va a sentir muy incómodo discutiendo letras pequeñas. No tienen el culo –perdonen la expresión, está en el diccionario- lo suficientemente duro para aguantar largas sesiones. Xavier Arzalluz no aguantaba reuniones muy largas. Gracias a eso Txiki Benegas, que tenía nalgas de acero, ganó muchas partidas.

En el equipo del PSOE hay gente con las nalgas muy apretadas. Desde José Enrique Serrano a la Asturiana Luisa Carcedo.  No he visto a nadie manejando carpetas tan voluminosas capaz de encontrar lo que busca en un segundo. Luisa Carcero puede agotar a cualquiera sin perder coherencia. Antonio Hernando es jefe porque tiene que ser el jefe. Jordi Sevilla tiene oficio y Rodolfo Ares negoció con el PP el gobierno socialista vasco en minoría. De la única que no tengo criterio es de Meritxell Batet.

En frente van a tener un equipo de buenos dialécticos. Si se televisaran los encuentros, Podemos tendría el poder de la palabra bien enhebrada. Como no es el caso, lo que cuenten cuando salgan de las reuniones será fuego de artificio sin poder constructivo. Si pretenden reproducir el juego infantil de quién hace pis más lejos, perderán la partida y al final quedaran retratados.

Confieso que soy un convencido de que Podemos no quiere un acuerdo. Para empezar, el veto a Ciudadanos no se sostiene en ninguna lógica. ¿Alguien duda del carácter democrático de la formación de Albert Rivera? ¿Es un club solo para izquierdistas? ¿Quién define y da las patentes para esa consideración?

Lo que me falta por definir es la estrategia de Podemos para dinamitar la negociación. No es fácil sostener la tensión permanente durante periodos prolongados de tiempo. Si las negociaciones van a ser lentas, reposadas y concienzudas, y Podemos se empeña en sacar la cabra y la trompeta cada día para hacer malabarismos, no resistirá una sesión larga y continúa. El público, hasta el más fanático, acaba por aburrirse.

Las propuestas se van analizar con microscopio electrónico. Quien quiera jugar a la hipérbole programática chocará con la realidad, también leninista, de que lo óptimo es enemigo de lo posible. Y de lo que se trata aquí es de sacar un gobierno digno con un programa realizable.

Creo que ya he superado el Jet Lag. He llegado de Buenos Aires estresado por la inflación: sueño que necesito una carretilla para llevar los billetes de 100 pesos (algo más de siete euros), que son los de más valor, para pagar comprar un bife de chorizo. Me reconfortan los precios del mercado de Chueca.

A los adictos a Twitter les recomiendo tranquilizantes y respirar hondo tres veces antes de pulsar el botón. Me vuelvo a remitir al proverbio cubano. Lo que parece raramente es y lo que se ve no tiene por qué ser necesariamente lo que es.