Sánchez Camacho desde la distancia

Soy de los que piensan que cuando uno está lejos del epicentro de un problema y, aun más, cuando está a miles de kilómetros del centro de una noticia, las cosas se ven de diferente forma. Hoy escribo desde ese lugar remoto donde la sola presencia humana extraña se detectaría rápidamente más allá de las montañas, entre el sonido de los pájaros o el susurro del viento.

En cierta manera, en la lejanía, los fenómenos se ensalzan y es difícil tener una buena perspectiva. Cuando uno veía hace ya lejanos meses el tema de la revolución árabe, creía que todos y cada uno de los ciudadanos se manifestaban en las plazas de sus capitales. Cuando la acampada de Sol o Plaça Catalunya, uno, desde fuera, pensaba que todos estaban allá. En retrospectiva todos imaginamos que la Revolución Francesa sacó a todos los parisinos a las calles, o ahora que todos los árabes obligan a las mujeres a vestir tapadas. Al final nos damos cuenta que todo es más simple y la gente no es tan uniforme.

Toda esta historia viene a colación para comentar que acabo de escuchar una parte de la conversación del Restaurante La Camarga entre Alicia Sánchez Camacho y la amiga, novia o amante de un hijo de Pujol. Nada tiene desperdicio. Y todo tiene un tufo de vergüenza ajena, de tomadura de pelo, de país que echa para atrás. Desde la distancia, uno casi prefiere ocultarse y nunca volver, porque si esta gentuza, unos y otros, son los que han estado llevando las riendas del país, es para apagar e irse.

A mí que trescientos, o sólo diez, diputados se quieran cepillar, dicho vulgarmente, a la Sánchez Camacho, me parece hasta connatural con la humanidad y los deseos. Que ella lo sepa, lo comente y se divierta, me parece hasta entretenido. Cada uno tiene su ego. Pero que saltemos a temas ampliamente delictivos como amigos fiscales, falsas detenciones, filtraciones documentos como lo más normal de la política, entra dentro del asqueroso mundo en que algunos llevan mucho tiempo viviendo.

Sánchez Camacho no sólo debería dimitir de inmediato, sino debería ser inmediatamente investigada a raíz de las informaciones surgidas en la conversación. Pero no sólo eso. Si es cierto que Jordi Pujol –ex-president– llamó a Rubalcaba –entonces ministro del Interior– para evitar la detención de su hijo, ambos debían ser de forma inmediata y también procesados y detenidos. Hay algo claro en este país. Mientras hay gente que no puede cumplir sus obligaciones porque no tiene dinero, hay otros que por tenerlo, las incumplen. Y eso es inaceptable aquí, en la distancia o en la cercanía. La duda es ¿hay alguien limpio para hacer esa labor?